Algunas verdades que encontramos haciendo este reportaje: 1) Casi todas las mujeres han sido manoseadas en la micro, la calle o el Metro. 2) Todas se sienten violadas, avergonzadas, impotentes. 3) Los hombres no parecen entender de qué se trata. 4) Nadie hace nada: ni las víctimas ni los testigos. 5) Hasta ahora, la justicia tampoco. 6) El Poder Legislativo se muestra reacio a legislar.
Por Carolina Pulido
Cuando tenía 15 me metieron la mano por debajo del jumper en una micro llena. Cuando volteé para decirle algo, un tipo viejo con cara de malo me miró fijamente a los ojos. Me dio miedo. Mi mamá me había dicho que era mejor no enfrentar a estas personas porque podrían tener un cuchillo o algo así. Decidí callar. Y me bajé de la micro con lágrimas en los ojos. No le conté a nadie. Hasta adulta. Debí haber hablado, pero una se paraliza, se avergüenza, se siente impotente y violada en lo más íntimo. Tampoco habría servido de mucho gritar, denunciar o compartir mi experiencia. La triste realidad es que no hay ley que penalice el acoso sexual callejero, una costumbre tan arraigada en nuestra cultura como los porotos granados.
Es cosa de ver cómo han aparecido los abusadores en el Metro, oportunistas del colapsado sistema de transporte. Bastó que la Presidenta llamara a denunciarlos para que un puñado de valientes se atreviera a alzar la voz. En uno de los casos, el acusado se sintió tan ofendido que se querellará por la vergüenza pública a la que se vio enfrentado. En otro, el manoseador arguyó que la mujer había imaginado las tocaciones y que el roce era producto del choclón; es decir, que el único lugar donde podía llevar su mano era en el glúteo de la mujer que iba delante de él. Pero eso no es lo peor. Si en estos dos casos se llegara a comprobar el manoseo cosa difícil, pues lo más probable es que nadie haya visto nada, el agresor se enfrenta apenas a una multa que puede variar entre 32.272 y 161.335 pesos, en el rango de las infracciones de tránsito. Nada de prisión ni otros castigos, porque en Chile manosear a alguien en la vía pública no es delito, sino apenas una falta que se penaliza como ofensas a la moral y el orden público. La única excepción es que haya un arma o la víctima tenga menos de 14 años.
Legislación anacrónica
¿Por qué? Cosas de un país en vías de desarrollo. La abogada Camila Maturana, de Fundación Humanas, explica que hay un vacío en el sistema penal con respecto a la violencia hacia la mujer, lo que identifica como inherente a la sociedad patriarcal. Se cree que es normal desde el punto de vista social, cultural y legal, y las leyes contribuyen a mantener esta situación.
Un ejemplo es lo ocurrido con la Ley de Acoso Sexual, que el Congreso tramitó por 14 años. Debido a la presión de parlamentarios de todas las bancadas, se redujo el acoso sexual sólo al ámbito laboral. Hoy es parte del Código del Trabajo, por lo que la ley desconoce la existencia de este delito en las áreas sanitaria, doméstica, educacional y en la vía pública. Cuando el Sernam pedía legislar sobre el tema, parlamentarios incluso de nuestra tendencia no querían tipificar el acoso sexual, porque decían que los hombres latinoamericanos eran piroperos por naturaleza y que, mal que mal, la mujer está acostumbrada a esos comportamientos, o incluso le gustan, cuenta la ministra del Sernam, Laura Albornoz. No suena tan raro si recordamos que el Código Penal chileno, hasta 1989, consideraba que el hombre tenía derecho a maltratar moderadamente a su mujer e hijos y que la esposa debía obediencia al marido.
Pero el Gobierno es consciente de que la normativa es insuficiente. De hecho, el programa de la Presidenta Bachelet contempla una modificación de la ley en materia de acoso sexual. Y la ministra Albornoz, que también fue manoseada en más de una oportunidad, explica que esto es equivalente al uso del busto femenino para vender cerveza. Hay un proyecto de ley, aún no terminado, que pretende modificar el Código Penal ampliando los tipos de abuso sexual considerados delito, e incluyendo en él las tocaciones en la vía pública. ¿Cómo le irá en el Congreso?
El chileno vivaracho
Flashback. Primer capítulo de Morandé con compañía, el programa más sexista de nuestra TV. Che Copete aprovecha la polémica y hace un sketch picaresco, con una sensual Kenita Larraín, la mezcla justa de ingenuidad y calentura que tanto le gusta al chileno. Le faltaba el puro jumper. La rutina encantó. Qué pícaro es el roto chileno, qué vivaracho, aprovecha las aglomeraciones para correr mano. Y Kenita, que es linda y que seguro fue toqueteada en la micro, como lo ha sido la mayoría de las mujeres (la cifra exacta no se conoce porque, como se sabe, nadie denuncia), no parece incómoda.
Muchos están preocupados de que algunas se aprovechen del pánico y temen que se acuse a inocentes. Como el diputado Maximiano Errázuriz, que ante la pregunta de LND dice que sí, que está interesado en legislar, pero que propone sancionar también a quien denuncie sin pruebas. Yo participé en el proyecto de ley de acoso laboral y comprobamos que en muchos casos algunas mujeres mienten al acusar a alguien. Lo mismo en casos de mujeres que se quedan con la custodia de los hijos, inventan que el padre abusó de ellos y le lavan el cerebro a los niños. En una aglomeración, preguntamos, ¿cómo pueden las mujeres obtener pruebas del abuso? Estoy seguro de que nueve de cada diez personas van a actuar como testigos, responde convencido.
También hay quienes creen que el responsable es el Transantiago, que siempre van a ocurrir cosas terribles si hay siete personas por metro cuadrado y que mejor les ponemos a las mujeres un vagón diferenciado en las horas punta, como en México o Japón. Al fin y al cabo, el hombre es hombre, tiene sus instintos básicos. El diputado Alfonso Vargas explica su teoría: En las apreturas se empeña el ganado, dice un dicho popular que hace alusión a la costumbre de rodear el ganado en corrales estrechos. Es obvio que los toros aprovechan la oportunidad, remata. En todo caso, el Sernam es enfático en cuanto a lo de los vagones segregados: Es como llevar a las mujeres golpeadas a una isla. Atenta contra todos los principios de igualdad que nosotros propugnamos, dice la ministra.
También hay quienes hablan de paranoia femenina, pero lo cierto es que los hombres no saben de qué hablan cuando lo hacen de manoseo. La totalidad de las mujeres consultadas para este reportaje fue toqueteada en su adolescencia, algunas también cuando adultas, y la gran mayoría no se atrevió a hacer ni decir nada. Menos, denunciar. El diputado Carlos Montes se muestra sorprendido: él creía que esto ocurría muy poco, que las denuncias de estos días sólo eran por los problemas del Transantiago. Soy de una generación en que todos viajábamos así, muy apretados, y era muy incómodo y difícil no pasar a llevar a nadie. Es complejo discernir un manoseo de aquello que es producto de las apreturas. Su colega Ximena Vidal cree que las sanciones están bien: Yo no estoy de acuerdo con penalizarlo todo. Esto es una falta. Para que sea delito debe mantenerse en el tiempo. ¿Cómo voy a meter a la cárcel a un tipo que te manoseó una sola vez? Tiene que ser una situación sistemática.
Hay preguntas que quedan sin respuesta. ¿Con qué objetivo una mujer acusaría falsamente a un desconocido en el Metro? ¿Tanto se parece un agarrón de glúteo o de pechuga a ir muy cerca de otro pasajero? ¿Debo dejar que un mismo sujeto me toquetee dos veces para que éste sea castigado? LND