Por Blanca Arthur
Lo que en un comienzo pareció una situación que no tenía especial trascendencia, de pronto se transformó en una crisis que incluso amenaza con una posible escisión, nada menos que en el partido al que pertenece el presidente Sebastián Piñera.
Tanto que no sólo los ministros de La Moneda, sino que distintos personeros de Renovación Nacional (RN), incluidos algunos de los protagonistas del conflicto, han multiplicado los esfuerzos para impedir que éste continúe escalando y termine por afectar seriamente al gobierno, al mandatario o a la propia colectividad.
Como una manera de bajar la tensión, acrecentada tras los reclamos del presidente del partido, Carlos Larraín, por la presencia del subsecretario del Interior, Rodrigo Ubilla, en la última reunión de la disidencia, el equipo político había resuelto instruir a las autoridades para que no participaran en reuniones partidarias. Pero luego de algunos alegatos de quienes lideran la oposición a la mesa, el ministro Andrés Chadwick debió rectificar, precisando que podían hacerlo en su tiempo libre, pero además insistiendo en que el gobierno se mantendría neutral.
Es que la guerrilla que se ha desatado entre la mesa de dicho partido con quienes se oponen a su conducción, parece haber escapado a todos los cálculos, al punto de llegar al extremo que nadie la puede controlar.
Intentos fallidos
En un ambiente en que los ánimos estaban cada vez más encendidos, las últimas gestiones de Larraín se centraron en lograr que el Consejo General programado para mañana sábado transcurriera de la manera más pacífica posible.
Con ese fin, junto con tratar de aplacar a sus propias huestes para que no llegaran con posturas incendiarias, buscó darle una salida a los reclamos de la disidencia por haberles retirado la invitación a exponer, tras la molestia que le generó el tenor del último encuentro de sus oponentes.
Para ello se acercó a uno de sus líderes, el empresario Daniel Platovsky, con quien acordó que, a cambio de la participación en el Consejo, acudieran el lunes a la reunión de la mesa a plantear sus posturas. Pero ni el resto de ese grupo, ni los parlamentarios más críticos a la mesa, aceptaron esa solución.
El endurecimiento de las posturas del grupo opositor había llegado a tal punto, que ningún gesto parecía suficiente, porque tampoco el acercamiento del presidente de RN a La Moneda a un encuentro sobre otra materia con el ministro del Interior, Rodrigo Hinzpeter, logró que el conflicto se distendiera.
Es por eso que en este escenario, nada garantiza que la crisis en la que aparece sumida el partido de Piñera pueda encontrar una solución fácil. Por el contrario, nadie apuesta a que no se pueda producir un quiebre.
La génesis de la disidencia
Esa fuerza que ha adquirido la ahora llamada disidencia, no estaba al menos, en los planes iniciales de quienes aparecen liderándola.
Tanto es así que la historia comenzó cuando algunos personeros cercanos a Piñera, como el abogado Carlos Zepeda o el mismo Platovsky, más antiguos dirigentes -entre los que destacan Alejandro Álvarez o Gastón Gómez- comenzaron a reunirse con algunos otros militantes históricos del partido, preocupados por el estilo de conducción de Larraín, pero sobre todo, por las implicancias de las constantes críticas de la mesa a la gestión del gobierno.
Hasta que dichos encuentros adquirieron otro cariz, luego de que hace dos meses invitaran a un encuentro en Huechuraba a otros personeros, donde destacó la presencia de la jefa de asesores del segundo piso, María Luisa Brahm, el mismo Ubilla, aparte de algunos de los parlamentarios a los que invitaron al final, como la senadora Lily Pérez. En esa oportunidad, acordaron marcar presencia con un documento bautizado "Aquí estamos", en el que básicamente llamaban a que el partido debía respaldar con más fuerza a Piñera.
Fue el comienzo. Porque las reuniones continuaron sucediéndose, donde resultó especialmente significativa la paulatina incorporación de algunos diputados reconocidamente opositores a la directiva, quienes se sumaron al segundo encuentro oficial en Valparaíso hace dos semanas, en el cual la presencia de Ubilla -que en ese momento estaba de ministro del Interior subrogante- terminó por desatar las iras de Larraín, detonando la última fase del conflicto.
Como indican al interior de RN, éste no se trata de un grupo cohesionado, ni el que representaba la tradicional oposición a la mesa, puesto que, de hecho, no participan en él los dirigentes que se enfrentaron a Larraín en la última elección interna, encabezados por el diputado Cristián Monckeberg.
Pero lo cierto es que fue tomando fuerza, desde el momento que aglutinó a algunos parlamentarios liberales, con funcionarios de gobierno, como otros tres subsecretarios aparte de Ubilla, más numerosos gobernadores o Seremis, que se sumaron a la polémica cita en Valparaíso.
Desde ese momento, las acusaciones de todos los disidentes se concentraron derechamente en cuestionar el estilo de Larraín, a quien acusan de querer imponer sus posiciones, alegando que con ello, RN está perdiendo unos de sus principales capitales, como era el respeto a la pluralidad.
¿Qué los separa?
Que el tema de fondo de las divergencias al interior de RN sea entre aquellos más conservadores frente a los liberales, es desestimado no sólo por la mesa, sino también por algunos cercanos a la disidencia, que apuntan a que las posiciones frente a temas sensibles como el AVP (Acuerdo de Vida en Pareja) u otras materias de esa índole, son favorables o contrarias tanto en los que adhieren a la directiva, como entre quienes la cuestionan.
Eso no quiere decir que, como reconocen en la mesa, la actual conducción se inclina por un perfil más definido o afín con la derecha, puesto que en su perspectiva, enarbolar las banderas de los adversarios, no rinde electoralmente, como lo demostraría que la UDI tiene más del doble de diputados.
Pero aun cuando ésa puede ser una diferencia significativa, considerando que los opositores alegan precisamente que lo importantes es recuperar el respeto a la diversidad que ha caracterizado al partido, nadie desestima que detrás del conflicto se esconden importantes luchas de protagonismo o poder.
En ese contexto, pese a que en la actual disidencia efectivamente están los más liberales, luchar por esas posturas no sería necesariamente lo que los une, sino más bien tratar de ganar espacios en el partido, donde saben que el respaldo de la militancia lo tiene Larraín.
Papel del gobierno
Como sea, lo concreto es que el polémico presidente de RN está enfrentado a una oposición interna que parece decidida a hacerse oír al alero, al menos aparentemente, de que interpreta la posición tanto de Piñera, como del gobierno.
Eso es lo que ha preocupado últimamente a las autoridades de La Moneda, comenzando por el mismo presidente, porque aun cuando reconocen la cercanía con el grupo que lidera esta disidencia, han llegado a la conclusión de que el conflicto no se puede seguir exacerbando.
En los últimos análisis internos admiten el precio que podría tener para el gobierno un creciente distanciamiento de la mesa del partido, por las suspicacias de que las autoridades o incitan o permiten las acciones de la disidencia.
Pero, paralelamente, entienden que no pueden aceptar todos los alegatos de Larraín, porque el riesgo de una ruptura parece cierto, al menos por la amenaza de renuncia de algunos parlamentarios, como Lily Pérez, Antonio Horvath, Karla Rubilar o Pedro Browne.
En ese cuadro, las autoridades han estado tratando de frenar esa decisión, gestiones que deben compatibilizar con la necesidad de garantizarle neutralidad al presidente del partido.
Es lo que no ha sido fácil en esta crisis en que lo único claro son sus inciertos resultados.