Cuando el principal investigador alemán del clima se reúne en estos días con políticos y ciudadanos comunes, comienza ahora desde el inicio mismo. Luego ofrece una charla acerca de por qué la comunidad científica está tan segura de que el cambio climático siquiera existe. Habla de un efecto "puramente físico" acusado por concentraciones de gases con efecto invernadero en la atmósfera terrestre que calientan el planeta en un grado Celsius.
"Es más", dice Jochem Marotzke, jefe del Consorcio Alemán del Clima, "está el efecto del vapor de agua, que representa a lo menos otro grado".
Pero, mientras se acerca la próxima Conferencia Mundial sobre el Clima de fines de este mes en Durban, Sudáfrica, las palabras de Marotzke suenan como si su audiencia de políticos y ministros jamás hubiese oído hablar del cambio climático, como si miles de ellos no se hubiesen congregado en más de una docena de Conferencias Mundiales sobre el Clima en las últimas dos décadas.
Marotzke, director también del Instituto Max Planck de Meteorología de Hamburgo, no se hace ilusiones respecto de la importancia actual de la política climática. "El interés se ha enfriado notoriamente", dice. Agrega que el tópico figura como uno que no necesariamente debe ser abordado, "porque los ciudadanos también se están desinteresando y no se ejercen grandes presiones sobre los políticos".
Pero esa extendida indiferencia se da en un contraste perturbador con los sombríos hechos. Según los últimos cálculos del departamento de energía de Estados Unidos, las emisiones de CO2 están aumentando considerablemente.
Unas 512 millones de toneladas más de gases con efecto invernadero se emitieron desde chimeneas, combustión vehicular y terrenos agrícolas. Las nuevas cifras muestran hasta dónde ha fracasado las políticas internacionales sobre el clima.
En la primera "Cumbre de la Tierra" de Río de Janeiro en 1992, la concentración del gas invernadero CO2 era de 360 partículas por millón (ppm). En los 20 años transcurridos desde entonces han subido a 390 ppm, y no hay un final a la vista para la tendencia al alza.
Año tras año, representantes de casi 200 países negocian acerca de cuánto tendrán que reducir sus emisiones de gases invernadero. Hay mega-eventos, pero los resultados siguen siendo escasos. Las expectativas para la 17ª Conferencia Mundial sobre el Clima de Durban se ubican entre las más bajas registradas hasta ahora.
CLAVO EN EL ATAÚD
Otro revés amenaza con dañar aún más las perspectivas de la próxima conferencia. El actual acuerdo de reducción de CO2 para los países industriales clásicos expira a fines de 2012 con el término del marco de tiempo establecido en el Protocolo de Kyoto.
Pero Rusia, Canadá y Japón se han negado a aceptar nuevas exigencias a menos que se incluya a China (el mayor productor mundial de gases con efecto invernadero) y a otras naciones en desarrollo. Bajo estas circunstancias, Durban podría ser un clavo en el ataúd para el Protocolo de Kyoto, el único conjunto vinculante de reglas para la protección del clima.
Estados Unidos y otras naciones industrializadas están exigiendo que China se una a la comunidad internacional comprometiéndose a reducir sus emisiones. Pero el gobierno chino rechaza el argumento, replicando que el país sigue siendo una nación en desarrollo y que los países industrializados clásicos son responsables por la parte del león en el dióxido de carbono adicional que está siendo emitido a la atmósfera. Igualmente, Estados Unidos siempre ha mostrado un formidable poder de veto contra cualquier iniciativa demasiado ambiciosa para proteger el clima.
Es cierto que, en 1997, la administración Clinton aceptó el Protocolo de Kyoto que obligaba a las naciones industrializadas a reducir sus emisiones de gases invernadero en 5% entre 2008 y 2012 en base a los niveles de 1990. Pero, no bien el entonces vicepresidente Al Gore había llegado de vuelta a Washington, los republicanos del congreso hicieron trizas el acuerdo.
Hasta hoy, la masiva influencia que ejercen las industrias petrolera y automotriz sobre las políticas estadounidenses impide que este país acepte ningún tratado internacional efectivo sobre el clima. De hecho, asesores del presidente Barack Obama han llegado tan lejos como a declarar que "la energía limpia se ha convertido en una palabra sucia en Washington".
Los acelerados niveles de las emisiones no tendrán inicialmente efectos sobre los modelos proyectivos del Panel Internacional de Cambio Climático de Naciones Unidas (IPCC). "Hay ya tanto dióxido de carbono en la atmósfera que nuestras estimaciones de cambio climático para los próximos 20 años no serán perturbados por ello", dice Marotzke.
Agrega que si los niveles de emisión siguen subiendo los modelos del IPCC tendrán que ajustarse. "En particular", dice, "tendremos entonces que recalcular cómo cambiarán las temperaturas a partir de 2035.
2 GRADOS SAGRADOS
Los científicos sostienen como sagrada una meta: a partir de 2020 no pueden haber mayores aumentos en las emisiones de gases invernadero. "De otra manera", dice Marotzke, "es prácticamente imposible que cumplamos nuestra meta de limitar el calentamiento global a 2 grados Celsius para fines de siglo".
En estos esfuerzos hay una cifra crucial: 1.000 giga-toneladas. Eso representa la cantidad total de carbono que la humanidad todavía puede emitir sin sobrepasar el objetivo de los 2 grados. Si las temperaturas globales promedio suben más que esa cantidad difícilmente habrá forma alguna de impedir cambios climáticos drásticos y procesos que serán irreversibles en el largo plazo, como el derretimiento total de los glaciares de Groenlandia.
"Desde el punto de vista de la atmósfera terrestre, en realidad no tiene importancia cuándo descarguemos estas 1.000 giga-toneladas", dice Marotzke. "Pero mientras más pellizquemos ahora la torta, menos tendremos más tarde".
De igual modo, lo que pone particularmente pesimista a Marotzke es el deprimente conocimiento de que cualquier éxito que tengan los países industrializados en sus medidas reductivas será negado, prácticamente de la noche a la mañana, por el boom económico de los nuevos países que se industrializan, como India y China. Bajo estas circunstancias, Marotzke cree que estamos "en una vía de desarrollo con emisiones de CO2 que hace más y más ilusorio el objetivo de los 2 grados".
NO ACTUAR
Cuando se reúna esta semana con funcionarios ministeriales en Berlín, Marotzke les mostrará la ilustración que muestra de qué manera las emisiones en el año 2100 sólo pueden ser el 10% de lo que eran en el 2000. Pero, incluso con estas advertencias, Marotzke cree que los políticos están cada vez menos dispuestos a enfrentar las realidades y emprender acciones.
De hecho, él incluso comprende hasta cierto punto su predicamento. "Ningún líder estatal ordenará independientemente medidas caras de reducción si ve que los otros no lo acompañan", dice. Si bien reconoce que ellos se resisten a dañar sus economías, sigue creyendo que "tomada en su conjunto, su reticencia traerá resultados fatales".
Lo cierto es que si hay algo de lo que Marotzke está seguro, es lo siguiente: "Las leyes de la naturaleza seguirán funcionando sin remordimientos, no importa lo que la humanidad haga o permita".