20 de noviembre de 2009, 01:02Por Ernesto Montero Acuña (*)
La Habana (PL) Una población como la que habitaba la Tierra hace 150 años observará desesperanzada su futuro y el de sus descendientes desnutridos, debido a los efectos de la crisis y las políticas sobre el problema alimentario.
Durante la cumbre sobre Seguridad Alimentaria, celebrada en Roma desde el 16 al 18 de noviembre, los países pobres lamentaron que los más ricos del Grupo de los Ocho (G-8, los siete más industrializados más Rusia) ignoraran prácticamente la cita y que tampoco fijaran propósitos claros, soluciones prácticas y financiamiento seguro.
No se toma en cuenta, siquiera, que los mil 20 millones de hambrientos hoy existentes son tantos como el total de pobladores del mundo hacia 1850, apenas siglo y medio atrás, y tampoco se sabe cómo evitar la espiral que conducirá a cifras mayores debidas a los abismos sociales, la explosión demográfica y el subdesarrollo.
Cuba rechazó "el uso de los alimentos como instrumento de presión política", lo que es "éticamente inaceptable"; y numerosos países reclamaron un comercio agrícola transparente y sin distorsiones, y el destierro definitivo de los subsidios agrícolas y demás medidas proteccionistas.
Al calor de la cita, la convocante Organización de Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) hizo público, además, que 31 países y 195 millones de niños padecen hambre crónica hoy, según las últimas estadísticas.
El Instituto Internacional de Investigación de Política Alimentaria pronostica, adicionalmente, que los menores con desnutrición aguda se incrementarán en 25 millones como "consecuencia del impacto del cambio climático sobre la agricultura", adicionales a los 55 millones existentes.
Durante la cumbre, la FAO reiteró su mensaje de alarma desesperada por la progresión de las carencias alimentarias, principalmente en los países pobres afectados por la crisis económica de los desarrollados, sin que se fijen fechas ni fondos especiales para solucionarla.
La declaración final se limita a la formulación de "nos comprometemos para que deje inmediatamente de aumentar --y se reduzca considerablemente-- el número de personas que sufren a causa del hambre, la malnutrición y la inseguridad alimentaria", expresión calificada como decepcionante por Jacques Diouf, director general de la FAO.
El ejecutivo lamentó la ausencia de un calendario y de fondos concretos y deploró "la ausencia de una fecha límite" para erradicarla definitivamente, objetivo que desde antes se había establecido para el 2025, pero que ahora se ignora.
También, el documento apenas reitera la necesidad de alcanzar para el 2015 la principal meta del primer Objetivo de Desarrollo del Milenio, que consistiría en reducir a la mitad los 800 millones de hambrientos existentes en 1996, no los mil veinte millones registrados en el presente.
Con la presencia de unos 60 jefes de Estado, casi todos clasificables como del Tercer Mundo, la institución logró promover prácticas encaminadas a la eliminación del hambre, pero sin metas ambiciosas, difícilmente alcanzables en el actual orden económico y político internacional.
Es cierto que en noviembre de 1996 la llamada Cumbre de la Alimentación, con sede también en Roma, acordó reducir aquella cifra a la mitad para el año 2015, cuando la población era aproximadamente de cinco mil millones 675 mil habitantes.
Pero en noviembre de 2009, los pobladores del planeta ascienden a unos seis mil 796 millones 400 mil seres humanos y la cantidad de hambrientos es superior en el 27,5 por ciento a la de hace 13 años.
Con mil 121 millones 400 mil habitantes más, los carentes de alimentos han aumentado en 220 millones y representan el 19,6 por ciento del aumento poblacional, un problema que se aprecia creciente y no el único acuciante.
Es apenas una de las 10 "cuestiones globales" que la FAO estima prioritarias hoy, junto con el virus A(H1N1), la gripe aviar, la biodiversidad, la bioenergía, el cambio climático, la inocuidad de los alimentos, el hambre propiamente dicha, el cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo del Milenio y el agua.
Mas estas no son todas las amenazas, ni se relacionan según prioridades universalmente aceptadas ni, incluso, deja de haber cierta redundancia en la enumeración.
Por lo demás, también habría que incluir el armamentismo, las guerras asociadas, la injusticia en el ordenamiento social y el problema de la energía.
No se pueden ignorar tampoco la drogadicción, el maltrato infantil y de género, la división del mundo de modo que un grupo de países capitaliza la polarización y en el que crecen la superpoblación, deforestación y desertificación, y a la vez disminuyen las disponibilidades de recursos vitales.
La FAO brinda una radiografía de las condiciones en que se encuentra la Humanidad, a partir del problema alimentario mundial, en medio de la actual situación; y ha calificado como vana la esperanza de que los países llamados en desarrollo puedan desvincularse de la crisis que afecta a "las economías avanzadas".
Por estas condiciones apremiantes, las principales organizaciones internacionales revisaron en su momento, muy a la baja, sus previsiones de crecimiento económico para los años 2009 y 2010 en todas las regiones del planeta.
En su acápite sobre La sub nutrición en el mundo, la FAO consideró incluso que antes de las consecutivas -más bien simultáneas-- crisis alimentaria y económica entre 2007 y 2009 el número de personas en esa situación ha aumentado constantemente desde hace una década.
Debido a ello se retrocede en el objetivo de reducir el número de hambrientos para el 2015, algo que la organización considera "especialmente desesperanzador, ya que en la década de 1980 y a principios de la de 1990 se hicieron buenos progresos en la reducción del hambre crónica".
(*) El autor es periodista de Prensa Latina especializado en temas globales y de integración latinoamericana.
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