Mes de homenajes y condenas. Septiembre 11, en Chile y en Estados Unidos. Víctimas y victimarios en confrontaciones ideológicas, como ocurrió en Chile, o socio-religiosas, como lo fue el atentado a las Torres Gemelas. Acciones de violencia extrema, de terrorismo público o privado que afectaron a la colectividad, dejando numerosas víctimas.
Sobre las víctimas hay consenso en que no merecían el dolor ni la muerte, como tampoco merecen el dolor sus numerosos deudos, incluyendo a la sociedad y la humanidad misma.
La existencia de una comunidad víctima es determinante a la hora de resolver sobre los derechos de los imputados. Frente a los crímenes de lesa humanidad, el peso de la opinión mayoritaria suspende o modifica paradigmas no cuestionados en el Derecho Penal contemporáneo. A los autores de crímenes gravísimos, pero cometidos por razones particulares contra específicos individuos, es posible reconocerles exculpantes, atenuantes y los beneficios propios del principio pro reo, que domina el Derecho Penal actual.
Pero para los hechores de crímenes de impacto colectivo, como los que se inspiran en motivos ideológicos o de raíz cultural religiosa o étnica, el asunto cambia radicalmente, pues los principios rectores del Derecho Penal moderno, garantista y humanitario, ceden paso a la opinión pública.
El pueblo, acaso desde la prehistoria, exige castigos visibles y estigmatiza toda garantía o beneficio como "impunidad"; cierra el paso a consideraciones sobre la coacción, error o miedo que pudieron ser decisivas al momento de los hechos, y cierra todo paso a indultos o amnistías. Los políticos, por su parte, no pueden desafiar tal criterio, so pena de ser considerados cómplices de los criminales. Así, tácitamente, se abre paso a las excepciones que el Derecho, la razón y la civilización rechazan y se pasa a usar a seres humanos como señales o ejemplos para la historia, para que nunca más ocurra, dando espacio a una versión relativa y utilitaria del ser persona. Existen los humanoides, y son el "enemigo". En nuestro país el criterio autoritario e ideológico del llamado "derecho penal del enemigo" se impone. Y la autoridad y los candidatos ¿deben concordar siempre con la opinión mayoritaria? ¿Es eso democracia?
Me parecería mejor una democracia en que los líderes osaran ir un paso más adelante de las masas, indicando lo justo y explicándolo, sobrepasando las voces de protesta, y asumiendo el costo de no ser adorados o comprendidos. Pero eso, creo, no llegaremos a verlo, ni siquiera como homenaje al Bicentenario; nuestra democracia no es todavía tan unívoca en sus principios, ni tan ecuánime, ni tan abstractamente justa. En las Escuelas de Derecho, sin embargo, seguimos defendiendo las garantías para todo ser humano que nos legó el iluminismo. Clara Szczaranski Decana Facultad de Derecho de la Universidad Mayor |
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