or Mario Garcés, historiador | |
OPINIÓN | |
A 100 años de la masacre | |
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Por mucho tiempo se supuso que la memoria era patrimonio de la historia, la disciplina que se ocupa del pasado y a la que se le pide poner orden en los sucesos y la experiencia del tiempo pretérito. Pero no siempre ocurre así. Los sucesos de la Escuela Santa María de Iquique de 1907 hasta los años setenta no habían sido objeto de estudio de los historiadores, y más bien pesaba sobre ellos un conveniente olvido. Es decir, para los pampinos no había ni historia ni memoria nacional.
Antes de la historia, como disciplina, fue la Cantata de Santa María de Iquique, de Luis Advis y Quilapayún, la que rescató del olvido los sucesos de la Escuela Santa María de Iquique. Dicho de otra manera, antes que la Historia, fue un acto de memoria, que tomó forma en una expresión artística, el que reingresó a la historia y la conciencia histórica a la mayor de las masacres obreras de inicios del siglo XX.
La Cantata se estrenó a fines de los años setenta, en una coyuntura especialmente significativa, cuando recién Allende asumía como presidente de la República y el pueblo se llenaba de esperanzas. Entonces, la Cantata, tal vez sin proponérselo, porque nadie deseaba que ése fuera el curso de los acontecimientos, ofició como una verdadera profecía. En su canto de cierre, indicaba: "Es Chile un país tan largo, mil cosas pueden pasar (...) quizás mañana o pasado, de nuevo sucederá " Y sucedió, el gobierno de Allende terminó en un cruento golpe de Estado que superó, por su violencia, la imaginación histórica de la mayoría de los chilenos, incluso de los propios militantes de la izquierda.
En los años ochenta, cuando los historiadores chilenos nos recuperábamos o sobrevivíamos al impacto del terrorismo de estado, los sucesos de Santa María ingresaron al campo de la historiografía. Ningún historiador serio -cualquiera sea su orientación política- puede hoy ignorar los sucesos de Iquique y su impacto en la historia nacional. La masacre de la Escuela Santa María fue, en realidad, un acto represivo atroz que cerró un ciclo de organización y protestas obreras que se habían iniciado con la huelga portuaria de Valparaíso de 1903, se habían trasladado a Santiago, en octubre de 1905, luego a Antofagasta, en febrero de 1906, hasta finalmente cerrarse en Iquique, el fatídico 21 de diciembre de 1907.
La historia, para ser tal y no simples manuales que legitimen el poder de unos pocos, necesita dialogar con la memoria, que es un fenómeno social que preserva de modos muy diversos la experiencia del pasado. La Cantata y la propia experiencia de los chilenos en dictadura obligó a la historia a ocuparse de los pampinos que, creyendo en sus derechos, se negaron a abandonar Iquique y regresar a la pampa sin respuesta a sus legítimas demandas de justicia social. La represión estatal y de sesgo clasista, que es justamente lo opuesto a la democracia y la igualdad social, es una experiencia demasiado reiterada en Chile para que la historia no se ocupe de ella.
Rodrigo González Fernández
DIPLOMADO EN RSE DE LA ONU
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