¿Qué significa para usted la beatificación?
Hay una sola cosa que lo describe: la paz que se logró entre Chile y Argentina es una de las obras más importantes de su pontificado, y el agradecimiento de ambos pueblos a su gestión es para siempre, porque la paz que tenemos hoy se la debemos a él.
Ernesto Videla, jefe de la Oficina de Mediación Papal en medio del conflicto del Beagle en 1979
"Los tocó con sus manos, los acarició, besó a cada uno", eran 800 leprosos
A quienes le critican les pregunto, ¿serían capaces de hacer algo similar?
(AP) CIUDAD DEL VATICANO, 28 de abril.- Era el 4 de mayo de 1984, y el papa Juan Pablo II visitaba la isla coreana de Sarok, una antigua colonia para leprosos donde varios cientos de personas que padecían el mal recibían tratamiento.
Arturo Mari estaba ahí, como en todos los viajes del pontífice, testigo mudo de cada audiencia, misa, viaje de vacaciones o cena, pública o privada. Como fotógrafo personal del papa, Mari tuvo acceso casi irrestricto a Juan Pablo durante los 27 años de su pontificado, y su veredicto ante la inminente beatificación no refleja la menor duda: era un santo en vida.
El protocolo ese día de 1984 indicaba que Juan Pablo II debía entrar al pabellón en Sarok donde estaban reunidos los pacientes, darles un breve discurso sobre el significado del sufrimiento y partir. Pero después de contemplar la escena, Juan Pablo apartó a un cardenal que trataba de apurar las cosas y se puso a trabajar.
"Los tocó con sus manos, los acarició, besó a cada uno", dijo Mari. "Ochocientos leprosos, uno por uno. ¡Uno por uno!"
"Para mí, era un hombre de Dios", dijo Mari, de 71 años, en una entrevista en su apartamento, cerca del Vaticano.
"Te garantizo que era un santo vivo, por todo lo que podía ver con mis ojos, escuchar con mis oídos, no puedes creer todo lo que podía hacer ese hombre".
Los biógrafos y voceros de Juan Pablo han destacado, entre otros aspectos de su vida, los 129 países que visitó y los 1,16 millones de kilómetros que recorrió, el equivalente de 29 veces la vuelta al mundo.
Mari destacó un viaje memorable a Sudán en 1993, cuando Juan Pablo II regañó públicamente al presidente Omar Hassan el-Bashir por no proteger a la minoría cristiana. En la audiencia privada, un Juan Pablo visiblemente furioso le levantó la mano a el-Bashir y le dijo que era un "criminal" y sería juzgado por Dios. "¡Traduce literalmente todo lo que digo!", le ordenó Juan Pablo II al traductor, dijo Mari.
El 2 de abril del 2005, Mari visitó a Juan Pablo II en su apartamento, ocho horas antes de su muerte, adonde lo había convocado el secretario para que se despidiera. El Papa, dijo, estaba tendido sobre su costado izquierdo y había una máscara de oxígeno sobre la almohada. "Giró y me sonrió y sus ojos eran enormes. ¡Hermosos! Hacía años que no los veía así. Caí de rodillas debido al momento, era más fuerte que yo. Me tomó la mano, acarició mi mano. Después de un rato, dijo 'Arturo, grazie, grazie', y apartó la cara".
Los detratores del beato Juan Pablo II
por Andrés Beltramo
Se encuentran en los extremos del "conservadurismo" y del "progresismo", más allá del pensamiento católico. Son amantes de las ideas netas, exclusivas y excluyentes. Son como el agua y el aceite, nunca se mezclan. Empero, como reza el dicho, los extremos se tocan. En este caso y con motivo de la beatificación de Juan Pablo II parece ser así. Los detractores del reconocimiento al pontífice polaco están tanto en la derecha como en la izquierda. Algo los acomuna: usan el caso Maciel como arma.
En las últimas semanas diversos grupos han levantado la voz para quejarse de la celebración del 1 de mayo. No le perdonan a Wojtyla el Papa que fue. Como sus argumentos son evidentemente parciales (y sesgados), siempre sacan a colación el nefasto precedente del fundador de los Legionarios de Cristo. Unos y otros, cosa curiosa.
Del lado de los conservadores, entre los críticos, se apuntó el grupo francés "La Contre-Reforme catholique" que hizo circular desde hace semanas vía internet un número el boletín "Il Est Ressuscité!" titulado "Apoteosis del anticristo", en el cual se resumen severas críticas sobre el comportamiento del Papa polaco y su impacto en el cristianismo actual.
A estas acusaciones se sumaron personalidades de lengua inglesa quienes se declararon "profundamente preocupados" por la beatificación y, para expresar sus "reservas", publicaron una carta en el semanario católico estadounidense "The Remnant". "Juan Pablo II rechazó iniciar una investigación sobre los comportamientos de Maciel pese a las pruebas crecientes de crímenes abominables, sin dar peso a las antiguas y bien conocidas acusaciones canónicas lanzadas contra él por ocho seminaristas de los Legionarios", indicó la misiva.
Más allá del caso Maciel, en realidad estos grupos no perdonan otras cosas a Juan Pablo II. Lo acusan de haber transigido al mundo por haber impulsado el encuentro interreligioso en Asís de 1986, por concretar el mandato del Concilio Vaticano II de dialogar con otros credos y por haber creído en el inmenso valor del hombre, que ellos confunden con un antropocentrismo sustitutivo de Dios.
Del otro extremo, alineado a la izquierda, instituciones como Católicas por el Derecho a Decidir, también usan el caso Maciel para sostener sus proclamas. En un manifiesto, firmado por 13 teólogos y titulado "Llamada a la claridad", se reprochó a Wojtyla haber encubierto a pederastas.
A estos personajes tampoco la Legión interesa mucho, en el fondo sirve como eficaz arma contra el Papa que -según ellos- acabó con la teología de la liberación, bloqueó a las comunidades eclesiales de base y se negó a dialogar con los fieles comprometidos con la justicia evangélica.
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por Francisco Acosta
El Cardenal Claudio Hummes, Prefecto de la Congregación para el Clero, escribió una carta a los sacerdotes de todo el mundo con motivo del Año Sacerdotal en 2009 y entre los temas que abordó, reconoció que han existido sacerdotes envueltos en graves problemas y que deben ser juzgados debidamente. Sin embargo, aclara, estos casos son una minoría en comparación con el número total del clero ya que la gran mayoría de los sacerdotes son "personas dignísimas dedicadas al ministerio".
Precisamente por eso es que los Obispos de la Conferencia Episcopal de Chile han expresado su dolor y han ofrecido humildemente su petición de perdón a las víctimas y a la comunidad eclesial, porque el común denominador de un sacerdote es servicio y ayuda.
Pedir perdón era un paso necesario y propio de nuestra identidad como seres humanos y como Iglesia que "encierra en su propio seno a pecadores" (Lumen Gentium, 8).
Todos sabemos que la Iglesia somos todos, y que todos formamos un solo cuerpo; pero pocos concretamos en hechos el auxilio que un cuerpo vivo debe dar a aquél órgano que está sufriendo alguna enfermedad o que necesita más cuidados para evitar que siga enfermo.
El llamado no es a salir en los medios de comunicación a pedir perdón, sino a que nos mostremos más cercanos y solidarios con los que siempre nos han ayudado y siempre han tenido el tiempo para atendernos. Está claro que los sacerdotes son servidores y que su vocación implica un servicio al pueblo de Dios casi 24x24. Pero me parece que nos estamos acostumbrando a que solo ellos tienen que servir, solo ellos tienen que pedir perdón y dar la cara por nosotros; pero, ¿no somos "Iglesia"?
Hemos visto muchas muestras de apoyo en lo particular, pero que bueno sería ver pasar a un católico al frente, al final de la misa y decir a los demás que valoremos a nuestros sacerdotes y que oremos más por ellos. Que yo recuerde es también nuestra responsabilidad como miembros de Ia Iglesia que ella se mantenga firme y fiel y que sus pastores no estén solos.
En ningún ejército o ningún grupo que se jacte de llamarse comunidad se abandona al líder o incluso a cualquier otro miembro que esté pasando por una dificultad. Son muchos más los sacerdotes que trabajan y hacen bien las cosas que los que han errado. Cada día están ahí para servirnos y para darnos lo que el mundo no puede darnos.
Como dijo Monseñor Ricardo Ezzati "Siempre los momentos de crisis tienen como consecuencia que cristianos que adhieren por tradición a la fe a lo mejor la dejen, pero es un momento en que los cristianos que lo son de verdad, adhieren mucho más profundamente a la fe en Jesucristo".
Tú decides ser cristiano de verdad o de tradición, espectador o actor… .
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Rodrigo González Fernández
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