Kast deja la UDI
"Ni Auth en el PPD, ni Saffirio o Ravinet en la DC, ni Pérez o Rubilar en RN, tenían el capital simbólico del que gozaba el hermano menor de Miguel Kast en la UDI: una trayectoria, unas capacidades y una perspectiva que su partido debiera haber reconocido como un activo imprescindible..."
No sé si la renuncia a la UDI del diputado José Antonio Kast ha causado o no un gran impacto en el partido.
No me refiero a ese tipo de reacciones que son más bien para las cámaras, para empatar en la opinión pública, sino al dolor causado por el golpe seco y doloroso en pleno esternón.
No lo sé con certeza, porque conocí solo parcialmente a la UDI en los casi 33 años que la integré, pero intuyo que dentro del partido el impacto es y será fuertísimo en las próximas semanas.
Ni Auth en el PPD, ni Saffirio o Ravinet en la DC, ni Pérez o Rubilar en RN, tenían el capital simbólico del que gozaba el hermano menor de Miguel Kast en la UDI: una trayectoria, unas capacidades y una perspectiva que su partido debiera haber reconocido como un activo imprescindible.
Pero hace tiempo que en la UDI -en la que vemos en la vida pública, en la que conocí un poco por dentro- los criterios son otros. No es el momento para insistir en esas fallas: llevo casi quince años majadereando sobre el tema y ahora que dejo de ser miembro de la organización, me siento algo cohibido para insistir en el análisis del pasado de la UDI; ni siquiera en el de su presente.
Pero ¿le cabe alguna duda a la militancia guzmaniana que Kast se lleva gran parte del capital fundacional? ¿Queda algún otro dirigente dentro del partido al que esas pobladoras (sí, las de la época gloriosa en que Guzmán afirmaba que se les arrebatarían las poblaciones a los comunistas) le crean siempre y en todo? ¿Hay alguna otra figura en la UDI que al reunirse con jóvenes pueda conseguir la calidad y cantidad de vocaciones de servicio que estimuló el diputado renunciado?
En buena hora, Kast se lleva ese capital fundacional; y legítimamente se lo lleva.
En buena hora, porque en realidad, ya era hora.
Recuerdo bien el consejo que nos daba un político español hace unos largos diez años: "Ustedes tienen que irse lo antes posible; si no, sus ideas, sus ideales, su estilo morirán para siempre en Chile. Miren lo que es el Partido Popular ahora en España: la nada y la cosa ninguna". Quizás tenemos diez años de retraso; quizás cinco; o quizás estamos un par de años adelantados, justamente porque para darle un nuevo impulso al capital fundacional con el que Guzmán dotó a su proyecto, lo que menos hace falta es apuro y precipitación.
En todo caso, la cuestión horaria es de menor importancia. La más decisiva es la convicción de legitimidad.
Si José Antonio Kast ha tomado una decisión tan difícil -y sus acompañantes en la renuncia lo han hecho también con dolor y quebranto-, no lo ha movido la oportunidad, sino el imperativo ético. Hay un momento en que estás simplemente donde no debes y lo que debes es estar en otro lugar. Vale para todo en la vida; y vale en la vida pública, ciertamente. Cuesta un poco cambiarse de barrio, pero no parece ser cuestión tremenda; cuesta mucho dejar un partido, porque para algunas personas es cuestión de conciencia.
La decisión tuvo que tomarse, entonces, por razones de legitimidad. Ya no era legítimo que la UDI contara con Kast ni que Kast apareciera representando a la UDI. La conciencia lo impedía. Tal como lo ha dicho en su carta de renuncia: "por todo lo que he planteado, me doy cuenta de que mi lugar no está aquí, que he perdido el sentido de pertenencia a la UDI".
Y lo que cada militante renunciado era y es le pertenece legítimamente a esa persona, por lo que cada uno tendrá, también en conciencia, que plantearse qué hacer con todo aquello de lo que es portador.
Los partidos siguen adelante, pero cuando unas determinadas personas los dejan, no hay reemplazo. Se va una historia, se va una mística, se va un proyecto. Esto pueden entenderlo poco en el partido Frupop o en el movimiento Cruzac. En la UDI, era su ADN. Era.
No me refiero a ese tipo de reacciones que son más bien para las cámaras, para empatar en la opinión pública, sino al dolor causado por el golpe seco y doloroso en pleno esternón.
No lo sé con certeza, porque conocí solo parcialmente a la UDI en los casi 33 años que la integré, pero intuyo que dentro del partido el impacto es y será fuertísimo en las próximas semanas.
Ni Auth en el PPD, ni Saffirio o Ravinet en la DC, ni Pérez o Rubilar en RN, tenían el capital simbólico del que gozaba el hermano menor de Miguel Kast en la UDI: una trayectoria, unas capacidades y una perspectiva que su partido debiera haber reconocido como un activo imprescindible.
Pero hace tiempo que en la UDI -en la que vemos en la vida pública, en la que conocí un poco por dentro- los criterios son otros. No es el momento para insistir en esas fallas: llevo casi quince años majadereando sobre el tema y ahora que dejo de ser miembro de la organización, me siento algo cohibido para insistir en el análisis del pasado de la UDI; ni siquiera en el de su presente.
Pero ¿le cabe alguna duda a la militancia guzmaniana que Kast se lleva gran parte del capital fundacional? ¿Queda algún otro dirigente dentro del partido al que esas pobladoras (sí, las de la época gloriosa en que Guzmán afirmaba que se les arrebatarían las poblaciones a los comunistas) le crean siempre y en todo? ¿Hay alguna otra figura en la UDI que al reunirse con jóvenes pueda conseguir la calidad y cantidad de vocaciones de servicio que estimuló el diputado renunciado?
En buena hora, Kast se lleva ese capital fundacional; y legítimamente se lo lleva.
En buena hora, porque en realidad, ya era hora.
Recuerdo bien el consejo que nos daba un político español hace unos largos diez años: "Ustedes tienen que irse lo antes posible; si no, sus ideas, sus ideales, su estilo morirán para siempre en Chile. Miren lo que es el Partido Popular ahora en España: la nada y la cosa ninguna". Quizás tenemos diez años de retraso; quizás cinco; o quizás estamos un par de años adelantados, justamente porque para darle un nuevo impulso al capital fundacional con el que Guzmán dotó a su proyecto, lo que menos hace falta es apuro y precipitación.
En todo caso, la cuestión horaria es de menor importancia. La más decisiva es la convicción de legitimidad.
Si José Antonio Kast ha tomado una decisión tan difícil -y sus acompañantes en la renuncia lo han hecho también con dolor y quebranto-, no lo ha movido la oportunidad, sino el imperativo ético. Hay un momento en que estás simplemente donde no debes y lo que debes es estar en otro lugar. Vale para todo en la vida; y vale en la vida pública, ciertamente. Cuesta un poco cambiarse de barrio, pero no parece ser cuestión tremenda; cuesta mucho dejar un partido, porque para algunas personas es cuestión de conciencia.
La decisión tuvo que tomarse, entonces, por razones de legitimidad. Ya no era legítimo que la UDI contara con Kast ni que Kast apareciera representando a la UDI. La conciencia lo impedía. Tal como lo ha dicho en su carta de renuncia: "por todo lo que he planteado, me doy cuenta de que mi lugar no está aquí, que he perdido el sentido de pertenencia a la UDI".
Y lo que cada militante renunciado era y es le pertenece legítimamente a esa persona, por lo que cada uno tendrá, también en conciencia, que plantearse qué hacer con todo aquello de lo que es portador.
Los partidos siguen adelante, pero cuando unas determinadas personas los dejan, no hay reemplazo. Se va una historia, se va una mística, se va un proyecto. Esto pueden entenderlo poco en el partido Frupop o en el movimiento Cruzac. En la UDI, era su ADN. Era.
Fuente: EMOL
Saludos
Rodrigo González Fernández
Diplomado en "Responsabilidad Social Empresarial" de la ONU
Diplomado en "Gestión del Conocimiento" de la ONU
Diplomado en Gerencia en Administracion Publica ONU
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Santiago- Chile
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