El proceso constituyente es un proceso tramposo. ¿Por qué? No sólo por los vacíos y errores en su transparencia, ecuanimidad y equilibrios políticos. También por algo más grave aún y que permite entender el "control del gobierno" sobre este proceso y los evidentes errores democráticos en su implementación.
La Presidenta se ha comprometido a enviar en noviembre al Congreso una Reforma Constitucional. En ella, como ha anunciado, propondrá que el actual Parlamento apruebe -con los actuales quórums constitucionales de 2/3- cuatro mecanismos de reforma constitucional: una Asamblea Constituyente, una Comisión de Parlamentarios y Ciudadanos, una Comisión de Senadores y Diputados y, finalmente, que el Congreso pueda convocar a un plebiscito, para que la ciudadanía decida entre las tres anteriores. Pero además se agregará que sea el próximo Parlamento, electo en 2017, el que decida sobre los mecanismos de modificación constitucional propuestos. Y se establece para ello una rebaja de quórums de 2/3 a 3/5, que deberá ser aprobada por el Congreso.
¿Por qué la trampa? Es fácil entender que cualquiera de los mecanismos propuestos, que podría ejercer el poder constituyente originario, va a realizar su trabajo desde una hoja en blanco.
Por ello, a la Nueva Mayoría no le importan los contenidos constitucionales -llevamos dos años de debate y no se ha hablado una línea sobre qué quieren cambiar a la Constitución-, ni menos los debates en los cabildos, ni el resultado de ellos. Tampoco les importa el otro proyecto, de una nueva Constitución, que la Presidenta comprometió para fines de su mandato, en 2017. Porque saben que la NM -como han evidenciado las peleas internas de las últimas semanas y las diferencias en temas esenciales- no tiene cómo llegar a acuerdo en un texto constitucional.
Lo que les importa de verdad es el proyecto de reforma sobre quién ejercerá el poder constituyente. Su único norte es rebajar los quórums y esperar un resultado favorable en la próxima parlamentaria, tras haber hecho un sistema electoral a su medida.
¿En qué sí les sirve el "proceso constituyente"? En que su principal conclusión va a ser que la gente quiere una Asamblea Constituyente. Y con ello crear el ambiente y la presión política y comunicacional para que el Congreso apruebe su reforma sobre los mecanismos y rebaja de quórums y dejar la discusión sobre los contenidos para la elección presidencial y parlamentaria, politizando el debate para evitar los temas que le importan a la gente y los pésimos resultados de este gobierno.
Hay que abrir los ojos. Hay que entender que hay un objetivo político claro y un camino predeterminado para lograr esos fines. El proceso de debate ciudadano -cuya representatividad nunca será suficiente y donde las dudas sobre instrumentalización serán permanentes- es el instrumento para, bajo la apariencia de respaldo ciudadano, darle legitimidad democrática a un proceso político con un diseño claro.
Por eso, Chile Vamos, junto con declarar la ilegitimidad de este proceso del gobierno y hacer una propuesta de contenidos constitucionales para un debate fructífero, tiene que estar muy unido y decidido para evitar la aprobación de la reforma de los mecanismos. No podemos caer en la trampa de la retroexcavadora constitucional.
Saludos
Rodrigo González Fernández
Diplomado en "Responsabilidad Social Empresarial" de la ONU
Diplomado en "Gestión del Conocimiento" de la ONU
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Santiago- Chile
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