El ejército del cambio
Nota
El verdadero cambio no es el que prometen algunos políticos mentirosos, sino el que desea el pueblo cada día con más fuerza.
Los que quieren un mundo distinto y mejor se organizan y forman ejércitos por todo el mundo.
No son ejércitos armados de fusiles, sino de ideales, valores y ansias de libertad y justicia.
El descontento ante la deriva del mundo y el rechazo a los políticos crecen con fuerza y nutre las filas de los rebeldes.
El mundo se prepara para una guerra entre los que mandan y los que están cansados de la injusticia y de ser explotados y humillados por unas clases dirigentes que han demostrado hasta la saciedad que, incapaces de velar por el bien común y gobernando solo para beneficio propio, han construido un mundo indecente, despreciable y sin valores.
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Los ejércitos de ciudadanos que luchan contra la corrupción y el mal gobierno se convierten, poco a poco, en la gran novedad de nuestro tiempo y pronto serán el gran rasgo de este siglo XXI. Las masas gritan en Brasil "Que se marchen todos", extendiendo a todos los políticos la protesta que se inició contra la presidenta corrupta Dilma Rousseff y su mentor, el ex presidente Lula da Silva, hasta hace poco uno de los iconos de la izquierda mundial.
El grito contra el mal gobierno, la corrupción y la injusticia generalizada se extiende por todo el mundo y pronto será un clamor general. El fenómeno empezó con la rebelión de la sociedad civil contra el comunismo en la URSS y en muchas repúblicas del este de Europa dominadas por el comunismo, pero después de extendió a otros países, entre ellos los que vivieron la llamada "Primavera árabe". Más tarde, la crisis hizo que el fenómeno de la protesta contra los políticos se extendiera por todo el mundo. Los suburbios marginados de las grandes ciudades ardían y los ciudadanos empezaron a votar contra sus gobernantes en las urnas, sin otro fin que castigarlos y echarlos del poder.
La marea de protesta acabó con muchos gobiernos que en el pasado habrían sido revalidados en las urnas, demostrando que la gente no quiere un mundo como el que los políticos le construyen, marcado por la injusticia, las diferencias brutales entre ricos y pobres, la indefensión de los más débiles y la ostentosa riqueza de esas minorías que lo poseen todo.
Los datos son escalofriantes: los cien ciudadanos mas ricos del planeta poseen mas riquezas que la mitas de la población mundial. En las sociedades europeas y occidentales que antes se sentían orgullosas de sus libertades y derechos democráticos, la gente está indignada y surgen movimientos de extrema derecha, de extrema izquierda y partidos nuevos cargados de espíritu de revancha y cambio.
El rasgo más notable en todo el mundo es la desconfianza creciente y el rechazo del pueblo hacia sus dirigentes, un fenómeno que no para de crecer y que los que mandan no saben como atajar.
Los que protestan y se alzan contra el mundo injusto antes eran marginados y considerados extremistas, pero hoy son acogidos por la ciudadanía, premiados en las urnas y considerados como la vanguardia de un pueblo que anhela un cambio con fuerza creciente.
Brasil se está convirtiendo en un foco de atención para muchos millones de ciudadanos del mundo porque allí se está dilucidando el destino de muchos países carcomidos por la corrupción, cuyas clases gobernantes se niegan a regenerarse y a abandonar los vicios que ponen en peligro la convivencia y la superveniencia de un sistema democrático pervertido por los políticos.
Los gobiernos acumulan miedo y caen en la peor deshonra porque se preparan y arman para luchar contra sus propios ciudadanos, a los que consideran ya como el peor enemigo.
La mayoría de los gobiernos del mundo están invirtiendo más en sus fuerzas de seguridad y de policía que en sus ejércitos porque temen más a sus propios ciudadanos que a los ejércitos invasores de otros países. La policía se nutre masivamente de agentes, los servicios de inteligencia crecen de manera desproporcionada, los ciudadanos son espiados con descaro y en contra de los derechos básicos, mientras la factura de equipos y armas anti disturbio supera ya, en muchos gobiernos, a la compra de tanques, cañones y misiles.
Los brasileños, a punto de destituir a su presidenta, están ofreciendo al mundo entero un gran ejemplo de ciudadanía y decencia política al cambiar la orientación de su protesta contra "todos los políticos", de manera que el grito en las calles ya no es para que se marche Dilma Rousseff , sino para "que se marchen todos los políticos".
Algunos ciudadanos, como los españoles, se mantienen paralizados por el miedo, a pesar de que su país está siendo saqueado por los políticos, pero el miedo desaparece más cada día, a medida que avanzan la pobreza, la injusticia y el hiriente descaro de los que gobiernan mal, exhibiendo su torpeza y poder en la televisión mientras construyen un mundo injusto, desigual y plagado de injusticia y corrupción.
Estamos en guerra, pero muchos no lo saben y siguen acudiendo a las urnas para votar y apoyar a sus verdugos, precisamente a los responsables de que el mundo actual, ajeno a los valores y a la grandeza, sea cada día mas despreciable e inhumano.
Miles de políticos practican la corrupción y provocan temerariamente a sus propios ciudadanos, a los que consideran como esclavos, ignorando que la gente ya no los soporta más y siente crecer por dentro un espíritu de rebeldía contra los corruptos y los canallas que amenaza con convertirse en un tornado. Muchos de esos políticos saqueadores ya carecen de sitio en el mundo y están muertos, pero ellos todavía no lo saben.
Francisco Rubiales
El grito contra el mal gobierno, la corrupción y la injusticia generalizada se extiende por todo el mundo y pronto será un clamor general. El fenómeno empezó con la rebelión de la sociedad civil contra el comunismo en la URSS y en muchas repúblicas del este de Europa dominadas por el comunismo, pero después de extendió a otros países, entre ellos los que vivieron la llamada "Primavera árabe". Más tarde, la crisis hizo que el fenómeno de la protesta contra los políticos se extendiera por todo el mundo. Los suburbios marginados de las grandes ciudades ardían y los ciudadanos empezaron a votar contra sus gobernantes en las urnas, sin otro fin que castigarlos y echarlos del poder.
La marea de protesta acabó con muchos gobiernos que en el pasado habrían sido revalidados en las urnas, demostrando que la gente no quiere un mundo como el que los políticos le construyen, marcado por la injusticia, las diferencias brutales entre ricos y pobres, la indefensión de los más débiles y la ostentosa riqueza de esas minorías que lo poseen todo.
Los datos son escalofriantes: los cien ciudadanos mas ricos del planeta poseen mas riquezas que la mitas de la población mundial. En las sociedades europeas y occidentales que antes se sentían orgullosas de sus libertades y derechos democráticos, la gente está indignada y surgen movimientos de extrema derecha, de extrema izquierda y partidos nuevos cargados de espíritu de revancha y cambio.
El rasgo más notable en todo el mundo es la desconfianza creciente y el rechazo del pueblo hacia sus dirigentes, un fenómeno que no para de crecer y que los que mandan no saben como atajar.
Los que protestan y se alzan contra el mundo injusto antes eran marginados y considerados extremistas, pero hoy son acogidos por la ciudadanía, premiados en las urnas y considerados como la vanguardia de un pueblo que anhela un cambio con fuerza creciente.
Brasil se está convirtiendo en un foco de atención para muchos millones de ciudadanos del mundo porque allí se está dilucidando el destino de muchos países carcomidos por la corrupción, cuyas clases gobernantes se niegan a regenerarse y a abandonar los vicios que ponen en peligro la convivencia y la superveniencia de un sistema democrático pervertido por los políticos.
Los gobiernos acumulan miedo y caen en la peor deshonra porque se preparan y arman para luchar contra sus propios ciudadanos, a los que consideran ya como el peor enemigo.
La mayoría de los gobiernos del mundo están invirtiendo más en sus fuerzas de seguridad y de policía que en sus ejércitos porque temen más a sus propios ciudadanos que a los ejércitos invasores de otros países. La policía se nutre masivamente de agentes, los servicios de inteligencia crecen de manera desproporcionada, los ciudadanos son espiados con descaro y en contra de los derechos básicos, mientras la factura de equipos y armas anti disturbio supera ya, en muchos gobiernos, a la compra de tanques, cañones y misiles.
Los brasileños, a punto de destituir a su presidenta, están ofreciendo al mundo entero un gran ejemplo de ciudadanía y decencia política al cambiar la orientación de su protesta contra "todos los políticos", de manera que el grito en las calles ya no es para que se marche Dilma Rousseff , sino para "que se marchen todos los políticos".
Algunos ciudadanos, como los españoles, se mantienen paralizados por el miedo, a pesar de que su país está siendo saqueado por los políticos, pero el miedo desaparece más cada día, a medida que avanzan la pobreza, la injusticia y el hiriente descaro de los que gobiernan mal, exhibiendo su torpeza y poder en la televisión mientras construyen un mundo injusto, desigual y plagado de injusticia y corrupción.
Estamos en guerra, pero muchos no lo saben y siguen acudiendo a las urnas para votar y apoyar a sus verdugos, precisamente a los responsables de que el mundo actual, ajeno a los valores y a la grandeza, sea cada día mas despreciable e inhumano.
Miles de políticos practican la corrupción y provocan temerariamente a sus propios ciudadanos, a los que consideran como esclavos, ignorando que la gente ya no los soporta más y siente crecer por dentro un espíritu de rebeldía contra los corruptos y los canallas que amenaza con convertirse en un tornado. Muchos de esos políticos saqueadores ya carecen de sitio en el mundo y están muertos, pero ellos todavía no lo saben.
Francisco Rubiales
Saludos
Rodrigo González Fernández
Diplomado en "Responsabilidad Social Empresarial" de la ONU
Diplomado en "Gestión del Conocimiento" de la ONU
Diplomado en Gerencia en Administracion Publica ONU
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Santiago- Chile
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