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sábado, junio 28, 2008

=?iso-8859-1?Q?[Posible SPAM]=20?= LEA EN EL MERCURIO: Cristián Larroulet El cerebro derecha chilena

¿QUE HA FALTADO PARA LLEGAR AL PODER?

 

Cristián Larroulet

El cerebro derecha chilena

 

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Ha estado siempre en las bambalinas del poder. En el camarín de tres campañas presidenciales. Y a la cabeza del instituto más influyente de la derecha, que acaba de ganar el Premio Icare. Ahora, tras el acuerdo sobre la Ley General de Educación en la Cámara, donde se anotó un triunfo, este ex Chicago boy asoma a la primera línea. Aquí, la historia del hombre que está articulando a la Alianza y que espera rozar el triunfo en un año más. http://diario.elmercurio.com/images/mer30/punto.gif

POR PAULA CODDOU B.

Hace poco más de una semana, en una reunión con el ministro Secretario General de la Presidencia José Antonio Viera- Gallo, Cristián Larroulet se dio cuenta de que había esperanza para llegar a un acuerdo para la Ley General de Educación. El director ejecutivo del Instituto Libertad y Desarrollo desde 1990 y el ministro Secretario General de la Presidencia estaban solos, en una oficina cerca de La Moneda.

En su cabeza ordenada, Larroulet vio que en la medida que ambos sectores aspiraran a un articulado maximalista, definiendo educación pública, no habría acuerdo. Acuerdo que se buscaba hace más de un año, tras decenas de reuniones y que amenazaba con caerse ahora en el Congreso. Entonces, había que bajar expectativas, hacer una cosa "minimalista", como la calificó después Larroulet en privado a algunos cercanos. Referirse sólo a la educación municipal, o administrada por el Estado, que fue finalmente lo que se aprobó. Tras esa reunión, y de otra con la ministra Mónica Jiménez, la negociación llegó a puerto y Cristián Larroulet se anotó el triunfo que más le importaba, más que la propia ley: mostrar a una Alianza disciplinada, en contraste con el desorden de la Concertación. Estaba, en su estilo contenido, eufórico.

Pero el acuerdo de educación puso también en primera línea a un hombre que siempre ha estado en las bambalinas del poder, literalmente en el camarín de los debates presidenciales –con Hernán Büchi el 89 y con Joaquín Lavín diez años después, y en la difícil campaña de 2005–. "Hoy el gobierno sabe que para tener los votos de la Alianza necesita el visto bueno de Cristián Larroulet", dice un dirigente concertacionista. Y su influencia, desconocida para la mayoría de los chilenos, ha ido en aumento.

Desde la imponente casa de ladrillo que el Instituto Libertad y Desarrollo tiene en Alcántara, Larroulet no sólo se fue legitimando como un actor relevante ante toda la derecha desde 1990, sino también frente a la Concertación. Este año, el ministro de Justicia, Carlos Maldonado, la ministra de Vivienda, Patricia Poblete, la de Medio Ambiente, Ana Lya Uriarte, y el de Economía, Hugo Lavados, entre otros, han ido a tomarse un café al poderoso think tank. Atrás está la época en que el instituto se consideraba el refugio de ex ministros del régimen militar. A fuerza de surtir a la derecha de documentos, contenidos, de darle asesoría parlamentaria, se constituyó en el más importante centro de pensamiento del sector. Y en eso la capacidad de Larroulet es reconocida en el Gobierno y la Alianza. "Larroulet es el Boeninger de la centroderecha", sentencia el senador Andrés Allamand. Confiable, preparado y articulador de equipos, agrega.

"Larroulet es como un director de presupuesto. Tiene en la cabeza el aparato del Estado", dice un dirigente concertacionista que trabajó en la Ley General de Educación con él. "Allamand –miembro del grupo que trabajó el tema por la Alianza– está en la 'tesis del desalojo', y eso levantó a Larroulet", agrega.

En un escenario más crispado entre Alianza y Gobierno, la figura de este hombre nacido políticamente al alero de Jaime Guzmán, "ideológico pero tolerante" –como lo define un cercano–, ha crecido. "Larroulet es el gran negociador que tiene la derecha, porque tiene la libertad que le da el no querer figurar", dice un asesor del instituto. Es difícil encontrar a alguien que piense distinto. "En el gobierno es muy respetado, nunca he escuchado a alguien hablar mal de él", dice el alcalde de Peñalolén, Claudio Orrego, quien lo invitó a ser miembro del directorio de una escuela tecnológica en la comuna (ad honorem).

Quizá por eso fue nombrado cabeza del grupo negociador que coordinó con la Concertación el tema educacional. Finalmente, Larroulet y el coordinador de la Unidad de Currículo y Evaluación del ministerio, Pedro Montt, por lado y lado, lo afinaron. Y se movilizaron para salvarlo.

Pocos días antes, Larroulet había recibido otra gratificación. Libertad y Desarrollo recibió el Premio Icare 2008 en "categoría especial". "Hoy, Cristián Larroulet es el hombre más respetado de la Alianza por Chile". El abogado Miguel Luis Amunátegui es contundente: "Y el tipo más valioso de la derecha chilena". Amunátegui es miembro del instituto que preside Larroulet, pero vienen de orillas distintas: Larroulet del gobierno militar y el gremialismo, el ex dirigente de Renovación Nacional, de la derecha tradicional y fue miembro de la Comisión Valech para la Tortura, tema en el que Larroulet no ha entrado como no lo hace con ninguno que divida a la Alianza. Ni píldora, ni antes Ley de Divorcio, pese a ser definido como "conservador" y ser cercano a monseñor Francisco Javier Errázuriz (ambos son schoenstattianos). Libertad y Desarrollo no entra a esos debates. Ese pragmatismo, dicen sus cercanos, ha sido una de las claves de su ascendiente sobre la Alianza.

No es un tipo predecible. Pese a ser un tecnócrata, liberal y conectado con el mundo, se resiste a usar la tecnología. Casi no usa computador y toma nota siempre en un cuaderno. La verdad, tiene dos. Uno para el instituto, el otro para la Universidad del Desarrollo, de la que fue fundador hace 18 años. En la época de la campaña presidencial de Joaquín Lavín, manejaba uno más. Su secretaria Isabel Arredondo –que trabaja con él desde el gobierno militar– luego le pasa en limpio sus anotaciones.

Es un hombre austero. Su auto, dicen, es tan destartalado que no se atrevió a ir a buscar en él a Michael Porter, el gurú del marketing de Harvard que invitó la Universidad del Desarrollo hace unas semanas. En vez de portadocumentos, usa una mochila negra muy corriente, y en la oficina descansa un maletín que usa poco. En ese estilo austero, engancha bien con José Pablo Arellano, René Cortázar y el propio Orrego. Comparte con ellos el perfil tecnócrata y católico. En el pasado, compitió con Arellano por el Centro de Alumnos de Economía de la UC. Ganó Larroulet.

Pero después de ser presidente de su colegio (el Manquehue), de su facultad durante la UP y de la FEUC en 1974, no se presentó a nuevas elecciones. Las vivió desde entonces tras bambalinas, donde algunos dicen que está el verdadero poder. "Pero Cristián Larroulet está lejos de ser apolítico, es un 'hombre de cuadros, que milita en una causa", dice un dirigente de la Concertación. "Y para eso es imposible no tener habilidad política".

En la formación política de Cristián Larroulet influyó mucho su padre, Miguel, un agricultor francés que trabajó en todas las campañas de la derecha de su época y que fue alcalde de Puerto Saavedra. Los Larroulet Vignau vivían en Temuco. Ahí estudió en el colegio de La Salle hasta octavo básico, cuando se vino a Santiago y entró a los Sagrados Corazones de Manquehue.

Larroulet, flaco, deportista –en la selección de básquetbol universitaria fue compañero del actual ministro Andrade– y con dotes de líder, llegó a la Economía en la Católica en plena UP, año 71. Ahí conoció a Jaime Guzmán y se empapó del gremialismo. Antes del golpe fue elegido presidente del centro de alumnos de su facultad. Un año después, en 1974, el consejo de presidentes de centros de alumnos lo escoge presidente de la FEUC.

Recién recibido, en 1975, se va a trabajar a Odeplan con quien sería una de las mayores influencias en su vida: Miguel Kast, subdirector de esa entidad. Ahí estaba Joaquín Lavín. Tenían 23 años. Compartían la misma oficina en el segundo piso del edificio de la Galería España. Se hicieron muy amigos. En 1977, Lavín parte a Chicago. En Chile, Larroulet es uno de los jóvenes que asiste a Chacarillas con una antorcha "que portaban los miembros del Frente Juvenil de Unidad Nacional", como se recuerda en el libro La historia oculta del régimen militar.

Un año después, ya casado, Larroulet se va a estudiar a la Universidad de Chicago, "una experiencia extraordinaria", como repite. Su generación era la de Juan Andrés Fontaine, Jorge Selume –dos de sus grandes amigos hasta hoy–, Renato Peñafiel y el argentino Ricardo López Murphy. Lavín había llegado un año antes y ahí consolidaron su amistad. Vivían en el mismo edificio, en la 51 y Blackstone. Con ese grupo se sigue juntando hasta hoy, sagradamente, un fin de semana al año en el campo que Jorge Selume tiene en Talca.

"Larroulet no era el tipo genial, como Sebastián Edwards- que estaba un año más arriba que él– pero sí muy estudioso, muy reflexivo", recuerda un compañero.

A comienzos de los 80 volvió a Chile y empezó a hacer clases en la Universidad de Concepción (donde Lavín era decano).

Pronto se desató la crisis económica y una batalla al interior del régimen entre "duros" y "blandos", estatistas y los que querían una economía liberal, donde los Chicago quedaron mal heridos. Larroulet, asesor del ministro de Economía, renunció con la llegada a Hacienda de Luis Escobar Cerda. Se fue a la Universidad Adolfo Ibáñez y trabajó en el CEP.

Pero Pinochet ya se había fijado en Hernán Büchi, a quien Larroulet conocía de sus tiempos de subsecretario de Salud. El país estaba con un 22 por ciento de desempleo, cuando Büchi asumía en Hacienda, con Larroulet de jefe de gabinete, "un tipo ordenado y cuadrado con sus ideas, que les ponía orden a las locuras de Hernán", recuerda un ex subsectretario de esa época. Desde entonces y hasta hoy, Larroulet le reconocerá a Büchi características claras de liderazgo.

Larroulet sabía que era necesario un trabajo con la opinión pública. Y comenzó a desplegar sus contactos dentro del gobierno, pero también entre la oposición, en Cieplan, y otras ONG. "Larroulet es duro en términos de ideas, pero con guante de seda siempre", dice un amigo suyo. Y eso le sirvió desde entonces.

Se dedicó ciento por ciento a su trabajo en el gobierno, y cuando la derecha se fusionó en RN, en 1987, él no tuvo ninguna participación. Para Larroulet, la épica estaba en Hacienda.

Tras sus campañas presidenciales, Joaquín Lavín tuvo un cambio de fondo en muchos temas, especialmente el régimen militar. Cristián Larroulet, en cambio, "sigue siendo el mismo, ortodoxo en lo económico, orgulloso de la historia pasada que vivió", señala un dirigente de derecha. En eso, Larroulet tiene una enorme sintonía con Hernán Büchi, a quien además asesoraría en su primera campaña presidencial.

La campaña del 89 –en la que Sebastián Piñera era el generalísimo y Larroulet su segundo– quedó marcada con la "contradicción vital" del candidato, quien en mayo de ese año renunció. Larroulet jugó un rol clave en convencerlo de volver y desplegó todos sus argumentos. "Te puede dar 100, y sabe como tocarte la fibra", dice un amigo suyo desde los tiempos del Ministerio de Hacienda.

Pero la derrota de Büchi fue un momento clave en la vida de Larroulet. Todos sus amigos partieron a trabajar al sector privado –a él le ofrecen entrar a Soquimich–, pero él toma la decisión de dedicarse a los temas públicos y la "defensa de las ideas". Junto a Büchi decidieron crear un instituto que estuviera entre los partidos y el CEP (más académico y reflexivo) y que se inspirara en parte en modelos como el Heritage norteamericano.

En una casa de calle Triana nació Libertad y Desarrollo, al que le decían en principio el "Instituto Büchi". Larroulet articuló ahí a Cáceres –otro de sus referentes junto con Büchi–, Luis Larraín, Denise Couyunmdjiam, Patricia Matte, Lucía Santa Cruz y un equipo pequeño pero poderoso, donde después destacan Rossana Costa y Tomás Flores, entre otros investigadores.

En paralelo, RN había formado el Instituto Libertad "y por orgullo no cambiamos el nombre", reconoce uno de sus fundadores, lo que se prestó para confusiones. Pero Larroulet siempre peleó porque Libertad y Desarrollo fuera transversal y no ligado a un partido.

Por lo mismo, nunca quiso militar en la UDI. Ni cuando murió Jaime Guzmán, en abril de 1991. Sabía que su independencia era clave para tender puentes dentro de la Alianza. Y porque no quería que se dijera que Libertad y Desarrollo era el instituto de la UDI. Aunque –dice un dirigente de la Concertación– para el gobierno él es un UDI no militante.

En los primeros tiempos, LyD tomó una tarea más de contención que de acuerdos, de luchar para que no se modificara lo hecho en el régimen militar. Pero después, su círculo de influencia pasó de la UDI a la derecha, y luego la Concertación le reconoció importancia. "Eso ha sido el trabajo de años, y eso lo logró Cristián armando equipos en el instituto y luego en el día a día con los parlamentarios. Muchas veces él ha subsidiado a la Alianza con contenidos. Pero, sobre todo, lo ha conseguido gracias a su independencia", dice un dirigente de RN. "Larroulet es, por lejos, el técnico más respetado en el mundo parlamentario", agrega el diputado de RN Nicolás Monckeberg.

Durante el gobierno de Eduardo Frei, Larroulet integró la Comisión Nacional de Modernización de la Educación. También fue parte del Comité Interministerial de Modernización del Estado. Sus puentes con la Concertación aumentaron con la creación de Expansiva, donde encontró una especie de alma gemela al otro lado de la vereda. Tecnócratas y liberales con los que se podía negociar.

Si hubo un minuto en que Cristián Larroulet pudo haber dejado la segunda línea fue en 1999, a fines de la campaña presidencial de Joaquín Lavín contra Ricardo Lagos. "El día antes de la segunda vuelta con Lagos, en enero de 2000, nos juntamos con Cristián a un café", recuerda hoy Lavín en su oficina de la Universidad del Desarrollo. "¿Y qué pasa si ganamos?", le preguntó Larroulet. "No sé", le respondió el candidato. "Hablemos en una semana más"... Y agrega hoy: "No sabía lo que iba a pasar. Lo único que tenía claro es que, si ganaba, Cristián Larroulet sería ministro".

En esa campaña, Larroulet se convirtió en el marco teórico de Joaquín Lavín. El candidato le preguntaba todo. Larroulet era el hombre del programa y Lavín lo llamaba para chequear cada punto. El director de Libertad y Desarrollo tenía la última palabra. Su fuerte no era la creatividad, para eso estaba el "Choclo" (Carlos Alberto) Délano y Lavín. Larroulet era el ideólogo. Preparó un pequeño libro llamado Las 60 soluciones, una especie de programa de gobierno resumido.

Cuando el entonces ministro Insulza puso la Reforma Laboral en la palestra al final de la campaña, Lavín y los demás miembros de su comando pensaron que rechazarla les costaría caro. Cristián Larroulet fue de la opinión de que había que rechazarla igual. "En eso era mucho más purista que el resto, que estábamos pensando en la campaña", recuerda un miembro del comando. Finalmente, la Alianza votó en contra, la ley se rechazó y, según algunos, a Lavín le costó la elección

En esa campaña creció su valoración como técnico. Habían estado muy cerca de ganar.

No sería así en las presidenciales de 2005. Ahí, Larroulet mostró, más que sus dotes intelectuales, su tremenda lealtad con Lavín, que terminó la campaña muy solo.

"Ya en las municipales de 2004 había preocupación por el poco fervor hacia Lavín", recuerda un dirigente de RN, "pero Larroulet no quiso verlo". Tampoco vio con claridad la campaña subterránea que había iniciado Sebastián Piñera. Y su candidatura lo tomó por sorpresa. Cuando Piñera apareció en escena, Larroulet comento: "Ahora estamos en el peor de los mundos".

Unos meses antes, junto con Andrés Allamand, le había pedido a la economista Cristina Bitar –a quien no conocía– que fuera la generalísima de la campaña. Se hicieron muy amigos.

Los últimos meses de campaña fueron difíciles. Pero cada vez que Lavín llamaba a Larroulet, éste siempre le subía el ánimo. "Era el pilar emocional de Joaquín, su cabeza y su sombra", recuerda Bitar. La noche de la derrota, "dura y triste", como la definió después Larroulet, estuvo con Joaquín Lavín en su casa en San Carlos de Apoquindo. Ahí redactaron el discurso del adiós.

Cuando Piñera pasó a la segunda vuelta, Larroulet lo apoyó resueltamente, pese a que su decisión no fue del todo obvia para la UDI en ese momento y a que lo frustraba lo poco que escuchaba Piñera. Para Larroulet lo que realmente importaba era ser gobierno.

Después de la derrota de Piñera ante Bachelet, Larroulet partió a Lonquimay, como sagradamente desde hace años lo hace entre Pascua y Año Nuevo. A El Laguito, un lugar donde comenzó a ir en carpa y donde hoy tiene una cabaña. Su mujer es quien protege su intimidad y su descanso. Llevan 30 años de casados, y tienen 7 hijos y dos nietos. Ella, Isabel o "Lita" es hermana de Bruno Philippi y viven en un condominio familiar. La cercanía de Larroulet con el presidente de Gener –dice una fuente– implicó que Larroulet se distanciara de José Yurazcek tras el caso Chispas, en el que Philippi y el entonces gerente general de Enersis tuvieron roces importantes.

Un rasgo del carácter de Larroulet es la perseverancia. Cree –como le dijo Lavín en un discurso cuando Larroulet fue elegido el mejor egresado de Ingeniería Comercial en 2007– que "la gota que cae, que cae, que cae, termina por horadar la superficie". Otro de sus lemas es que los problemas son oportunidades.

Por eso, tal vez, aparte de fundar LyD tras la derrota de Büchi, formó la Universidad del Desarrollo junto con Lavín, Ernesto Silva, Carlos Alberto Délano y Federico Valdés. La idea se les ocurrió una noche, en un matrimonio. La UDD comenzó en Concepción, con Ingeniería Comercial. El primer decano fue Lavín y después Larroulet, quien lo es hasta ahora. Por eso, viaja mucho a Concepción, casi todos los miércoles de su vida desde hace 18 años.

Los lunes, en cambio, muy temprano, se reúne con los jefes de área del instituto y los jueves con asesores. Suele almorzar ahí y estirar el tiempo al máximo.

Por estos días, en que soplan aires de campaña y las encuestas se muestran favorables con Sebastián Piñera, en Libertad y Desarrollo saben que un eventual gobierno puede mermar mucho al instituto. Es un hecho que los think tanks mueren cuando pasan a ser oficialistas. Y también es un tema el que Piñera les pueda quitar el corazón: porque necesita a Larroulet. "Sebastián quisiera que Cristián estuviera más involucrado en su campaña", dice un miembro del círculo de hierro del empresario. "Pero Larroulet responde siempre que la Alianza aún no tiene candidato. Si fuera Lavín, su respuesta no sería la misma" .

Pero Larroulet está esperando.

Desde la Concertación especulan si él podrá mantener su buena imagen en caso de entrar a La Moneda. "Eso es fácil desde un instituto de pensamiento. Los papers resisten mucho. Pero en los gobiernos se pisan callos", reflexiona un dirigente. Y aunque Larroulet diga que no quiere ser ministro, que hay gente más joven, "se ha preparado toda la vida para eso. Andrés Allamand concluye: "Sería inimaginable un gobierno de la centroderecha sin Larroulet en un lugar importante".

Paula Coddou B..

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Rodrigo González Fernández
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