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martes, mayo 27, 2008

Trabajo, ahorro e inteligencia

Trabajo, ahorro e inteligencia

Para que un pueblo salga de la pobreza es necesario que todos los ciudadanos, cada uno según sus posibilidades, aporte trabajo, ahorro e inteligencia. Pensar que la pobreza de un país se superará con donaciones de organismos internacionales o de otros países ricos por medio de sus embajadas, creer que saldremos de la pobreza con entrada e inversión de capital extranjero, es un grave error de percepción del problema de la pobreza y sus causas. Las donaciones y las inversiones foráneas podrán ayudar, siempre que los ciudadanos trabajen, ahorren y pongan en juego la inteligencia.


Una y otra vez habrá que citar el famoso "milagro alemán", que levantó a Alemania de su estado de destrucción total por los impactos de la segunda guerra mundial, y lo hizo en un tiempo récord y a niveles de riqueza y potencialidad de desarrollo sostenible de vanguardia, con el liderazgo de Adenauer y precisamente motivando y consiguiendo que todos los alemanes trabajaran duramente y con horas extraordinarias sin cobrarlas. Las grandes ayudas recibidas rindieron así al ciento por ciento. 

Sin trabajo no hay posibilidad de ahorro; sin ahorro no hay posibilidad de crecer, de capitalizar y de comprar lo necesario con las ventajas que da elegir el momento más oportuno, ni se pueden enfrentar los imprevistos vitales. Y, desde luego, sin inteligencia le sacaremos al ahorro el mínimo de rendimiento y hasta podemos derrochar el dinero ahorrado y esterilizar el esfuerzo del trabajo. 
La educación tiene mucho que ver con el trabajo, el ahorro y la inteligencia. Me refiero a la educación recibida en la familia, a la recibida en las instituciones educativas formales y a la educación recibida en la vida social. Familia, escuela y sociedad son corresponsables de la formación de ciudadanos trabajadores, ahorradores e inteligentes. 
La educación formal, la escolar e incluso la superior y universitaria no se han ocupado suficientemente en capacitar, en desarrollar competencias para el trabajo, menos aún para el trabajo que exigen ahora las empresas actualizadas y competitivas. Los empresarios se quejan con razón de que los jóvenes, cuando golpean sus puertas pidiendo trabajo, llegan si preparación suficiente para poder realizarlo. Algunos incluso llegan a las empresas sin dominio de la lectura comprensiva, menos aún de la redacción correcta, verdaderamente expresiva y comunicadora. 
Por muchas razones, unas más conocidas que otras, los adolescentes dedican más tiempo, energía y entusiasmo en evasión y diversión, que en formarse para el trabajo. Ven el trabajo como algo tedioso, no han aprendido a descubrir en el trabajo el placer de la fecundidad personal y el gozo de recoger los frutos personales; la satisfacción de sentirse útiles, reclamados y estimados por su potencial de producción; la dicha de realizarse con autonomía y de contribuir al bien común de la sociedad en la que viven, la mística de saberse colaboradores de la creación y la acción de Dios. 
La familia y la escuela, el colegio y las instituciones de educación superior no han conseguido ayudar bastante a niños, adolescentes y jóvenes a vencer la presión, la obsesión y la pasión que les viene del consumismo, provocado y sostenido con manipulación y generando dependencias. 
Cuando hablamos de la reforma de la educación, normalmente pensamos en la reforma de la educación escolar y nos olvidamos de la reforma que necesita la educación familiar y la reforma de la sociedad, como la mayor instancia educativa. 
Para una educación que ayude a niños, adolescentes y jóvenes a amar el trabajo, el ahorro y el desarrollo permanente de la inteligencia, toda la sociedad, las instituciones educativas formales y las familias deben negociar otro estilo de educación e invertir tiempo y dinero en planificar y realizar la educación que capacite y haga estimable el trabajo, el ahorro y la inteligencia. 

Es el Gobierno, en función y responsabilidad de Estado, a quien corresponde liderar el proyecto y su realización. Si nadie educa explícita y entusiasmadamente para el trabajo, el ahorro y el desarrollo de la inteligencia, seguiremos arrastrados en las corrientes del río de la pobreza. (jmontero@conexion.com.py)


J. Montero Tirado

Artículos anteriores firmados por el autor

- La reforma de la educación ciudadana (12/05/2008)

- Los deseos desorientados (05/05/2008)

- ¿Y ahora qué? (28/04/2008)

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Rodrigo González Fernández
Diplomado en RSE de la ONU
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