Un nuevo Cónclave sólo sería útil si se solucionan los problemas de fondo y se respetan los acuerdos que allí se adopten
Por Eduardo Frei Ruiz-Tagle, Presidente del Senado
Claramente estamos enfrentando una situación de desgaste que sólo podremos superar si somos capaces de dar señales contundentes de que aún estamos en condiciones de ofrecerle gobernabilidad al país. Por eso llegó el momento de ordenar la casa.
Para ello requerimos de mesura, para analizar los hechos con frialdad y objetividad. También necesitamos responsabilidad, para encontrar soluciones de fondo que nos permitan enmendar el rumbo extraviado. Así podremos tomar las medidas pertinentes para que nunca más protagonicemos un espectáculo tan poco edificante como el que hoy estamos dando y que no le sirve a Chile, a nuestra democracia y muchísimo menos a nuestra proyección como alianza política.
En los últimos días las directivas de los partidos de la Concertación anunciaron la realización de un nuevo cónclave. Al respecto, quisiera manifestar que sólo en la medida que se respeten los acuerdos que ahí se adopten, ese encuentro será una salida a la crisis que hoy vivimos. Los hechos demuestran que a más de cinco meses de la reunión efectuada, el 16 de junio pasado, en el Estadio San Jorge, nada de lo allí conversado se ha respetado y nuestra convivencia, lejos de mejorar, se ha deteriorado.
En aquella oportunidad, durante mi intervención, entre otras cosas, manifesté que la función de los partidos era apoyar lealmente al Gobierno de la Presidenta Bachelet para sacar adelante su programa, por lo que no había espacio para las agendas individuales ni para los protagonismos efímeros que no conducen a nada. También expresé que las divergencias que pudieran existir había que hablarlas en el momento y lugar adecuado, y con toda la fraternidad posible. Pedí practicar la amistad cívica entre nosotros, rechazando las descalificaciones gratuitas y las deslealtades que siempre son autodestructivas.
Honestamente, creo que las conductas que han predominado en las últimas semanas están muy lejos de responder a lo que ahí se conversó y a lo que la gente espera de nosotros. No sacamos nada con organizar este tipo de eventos si en la práctica no cambiamos estilos y actitudes que desgraciadamente ya comienzan a ser una costumbre al interior de la Concertación. Nos engañamos nosotros y engañamos al país si no le tomamos el peso a la gravedad de las irregularidades que se han descubierto con las asignaciones de Chiledeportes, los planes de empleo y el uso de facturas falsas en campañas políticas. No va haber foto ni artilugio comunicacional que pueda ocultar estos hechos que están lejos de los valores éticos que siempre guiaron nuestra acción política.
Soy un convencido que la experiencia de la Concertación ha reportado enormes beneficios para el país. Nuestra actual realidad es muy distinta a la de marzo de 1990. Somos un país que crece, que vive en libertad y en el que hay espacio para todos. Pero hoy estamos en un punto de inflexión: o nos renovamos para seguir conduciendo a Chile por esta senda o nos convertimos en un capítulo más de nuestra historia.
Si la idea de hacer un nuevo cónclave tiene por objetivo hacer un esfuerzo en serio y riguroso de garantizarle a la ciudadanía que terminaremos con las prácticas corruptas y el clientelismo político en la administración pública, y si consecutivamente, la idea es realmente comprometerse a superar el clima de confrontación que ha predominado en el último tiempo al interior de nuestra alianza, entonces hagámoslo. Pero con la misma claridad, quiero ser enfático en que no estoy dispuesto a participar en un show tribal colectivo que no se aboque a solucionar los problemas de fondo, los que no se arreglarán ni con declaraciones de buenas intenciones ni con comisiones, sino con hechos y acciones concretas.
Me atrevo a decir que este es el peor momento de la Concertación. Si bien no hay que darle un elevado nivel de dramatismo, tampoco soy partidario de minimizar lo que está ocurriendo. Ciertamente, deberemos actuar con decisión y tenacidad para enfrentar esta crisis, revitalizar nuestra coalición y, si es necesario, refundarla.
El bien superior de Chile, el respeto por lo construido y muy especialmente, nuestro compromiso con la ciudadanía, nos exigen que apliquemos todas nuestras energías en recobrar la lucidez y espíritu colectivo que siempre nos caracterizó.
Saludos Rodrigo Gonzalez Fernández
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