Pues bien, la percepción no solo para estos buenos amigos míos si no para los políticos, industria y ciudadanos, en su gran mayoría, no coincide con lo expuesto en el párrafo anterior. Los tres son muy distintos.
¿Es cierto o nos engañamos?
Me gustaría poner varios ejemplos que me han llamado la atención y que podríamos meditar sobre los mismos de acuerdo a saber si por motivos de intereses legítimos o no o porque ya ha calado tanto en nuestra epidermis, la percepción a las distintas bebidas alcohólicas es más propensa o reacia de acuerdo a que sea cerveza, vino o destilado.
Voy con los ejemplos, escuchaba una emisora nacional recientemente y un alcalde de una importante capital española decía que era vital ser innovador para lograr el éxito en la erradicación del botellón. ¿Cómo? Poniendo refrescos y, sobre todo, "cervezas" muy baratas.
Otro que seguro habéis escuchado es que la gente se sorprende cuando, después de estar un buen rato con amigos en el aperitivo o afterwork, y tras tomarse unas cañas o vinos, pueden ser multados por la Guardia Civil ya que superan el mínimo exigido de alcohol en sangre. "Señor agente, pero si sólo me he tomado 3 cañitas":
Hace poco en el diario Expansión en un reportaje al máximo responsable de la industria cervecera manifestaba: "solo echo de menos una barra de cerveza en las empresas". ¿Una barra de cerveza en una empresa?, no estábamos intentando separar alcohol y trabajo por la adecuada seguridad y mejor rendimiento en el mismo.
Todo esto se produce porque se da a entender que la cerveza es un refresco y el vino es cultura. La industria de bebidas de alta graduación, por su parte, indica que "desde el punto de vista sanitario e incluso científico las bebidas espirituosas no son ni más ni menos peligrosas que otras bebidas alcohólicas". Unos dicen que todos son iguales y los otros que no son alcohol.
Lógicamente las distintas industrias tienen sus intereses legítimos y trasmiten sus mensajes de la forma que consideran más adecuada, aunque siempre deberían tener como fin último la responsabilidad en el consumo moderado y en los mensajes que se difunden.
Estos mensajes llegan a los políticos por la prensa o por la influencia positiva que se ejerce sobre ellos. Ya hemos visto el ejemplo primero con el alcalde de una importante ciudad en fiestas o el que leí el pasado 11 de octubre en donde la propia Dolores de Cospedal (PP) manifestaba a EFE que "La ley debe proteger la cerveza y el vino como elementos saludables". Esto se traduce en hechos como la subida de impuestos especiales el pasado julio solo y exclusivamente a las bebidas espirituosas haciendo hincapié el Ministro Montoro en las externalidades negativas.
Pero…de nuevo la OMS nos hace ver que esta percepción es errónea pues el etanol es el componente común a todas y establece la unidad de bebidas estándar UBE equivalente en España a 10 gr de alcohol.
¿Y qué significa? Esta medida equivaldría a una jarra de cerveza de 285ml que sería equivalente a una copa de vino de 120 ml o una copa de whisky o ginebra de 30ml. Lo cual indica que ingiero la misma cantidad de alcohol si me tomo una jarra de cerveza que si me tomo una copa de vino o un combinado.
Cambiar hábitos arraigados en cualquier orden de la vida no es sencillo, dicen que la educación es la mejor vía y siempre por el camino de la sensibilización y no del adoctrinamiento, aunque muchos piensan que por la línea coercitiva y de tocar el bolsillo también es una forma de sensibilizar. Pero no debemos dejar la vía de las campañas de prevención y como no de legislar de la manera más adecuada para todos. Y aquí los nuevos DirCom con responsabilidades no solo en el área de comunicación y marketing si no ya en las de "public affairs" tienen mucho camino que recorrer. No sólo se puede, si no que se debe intentar influenciar de manera legítima y honesta y aunque es difícil hacer cambios con poco margen de tiempo, tratar de hacerlo aunque sea con un horizonte más amplio, es posible y seguramente viable sabiendo que hay otros que lucharán por una concepción totalmente distinta.