por Pedro Cateriano
Pedro Cateriano es ex-diputado del Movimiento Libertad de Perú.
Finalmente los académicos suecos —sorpresivamente— aunque con toda justicia entregaron el premio Nobel de Literatura a Mario Vargas Llosa, reconocimiento que desde hace décadas reclamaban para él sus lectores.
Durante años se repitió que no recibía el galardón por razones políticas. Que su inmensa calidad literaria estaba fuera de discusión, pero que eran sus posturas ideológicas las que aparentemente lo alejaban del lauro. Que era norma de los académicos suecos, tener en cuenta otros aspectos, al momento de dar su fallo. Por tanto, esta rectificación nos satisface.
Mario Vargas Llosa, según la crítica especializada, está entre los escritores vivos más importantes y de mayor relevancia de la lengua española. Su pasión por escribir y la disciplina en el trabajo lo han consagrado como un creador eximio. Sus novelas se han traducido a más de veinte idiomas, y son materia de estudio frecuente, en las más diversas universidades del planeta. Pero además de novelista, Vargas Llosa es erudito ensayista en temas literarios y políticos, periodista de raza y dramaturgo que, en sus afanes llega inclusive a actuar y hasta bien.
Pero además es un personaje de dimensión rica y gravitante en la política. De joven, como numerosos escritores, admira los inicios de la revolución cubana, pero rompe a raíz del sonado caso Padilla y, prácticamente a partir de ese momento, cambia su manera de pensar y emprende un nuevo camino ideológico que lo acerca al liberalismo, y tiempo después, luego de un período de reflexión y estudio, lo convierte en uno de los más preclaros liberales, que defiende la libertad tanto en su contenido político como económico.
Considera que para el desarrollo de los pueblos es necesaria la libertad económica y por lo tanto la existencia de una economía de mercado. Cree en el capitalismo popular, en donde todos los ciudadanos tengan la oportunidad de ser propietarios, por esta razón defiende la iniciativa privada, como fuente generadora de la riqueza.
Vargas Llosa es agudo observador y connotado partícipe en el campo del debate de ideas. Critica a la izquierda totalitaria de los hermanos Castro en Cuba, y a gobiernos autoritarios como el de Hugo Chávez en Venezuela, pero no tiene reparo en reconocer los méritos de gobiernos socialistas modernos en el campo económico, como el de Felipe González en España, el del chileno Ricardo Lagos, o el del peruano Alan García en su segunda administración.
Es un firme combatiente de la dictadura como forma de gobierno. No distingue color político. Censura la existencia de las tiranías. Critica con ferocidad a los gobernante abusivos como: Castro, Pinochet o Fujimori. Se opone a aventuras nacionalistas y defiende los ideales democráticos rechazando la violencia terrorista, prueba de ello son sus reiteradas condenas a movimientos como Sendero Luminoso o el MRTA en el Perú, ETA en España, o las FARC en Colombia.
Su contribución, como defensor de la cultura de la libertad en Iberoamérica, ha sido decisiva, por ello se ha recibido con tanto júbilo su reciente reconocimiento, con la excepción del gobierno cubano.
En el Perú su activa participación política en defensa del estado de derecho y el progreso económico es indudable. Como candidato a la presidencia de la República impulsó un gran debate nacional para lograr la reforma del Estado que cambió la agenda ideológica del país, intoxicado de ideas y costumbres estatistas, y populistas. El progreso económico que hoy vive el Perú se debe en gran medida a las ideas liberales que defendió con ahinco visionario. Como defensor del orden constitucional, luego del golpe de Estado del 5 de abril de 1992 llevado a cabo por Alberto Fujimori, dio infatigable batalla contra la inmensidad de los peruanos que apoyaron la dictadura, colaborando a su desmoronamiento.
Desde el retorno a la democracia en el Perú, ha participado abogando por la vigencia de los derechos humanos, apoyando el informe de la Comisión de la Verdad y la Reconciliación Nacional, y ha sido su notorio defensor cuando un sector de la opinión pública lo cuestionaba. Recientemente persuadió al presidente Alan García, para que su gobierno promueva la construcción de un museo o lugar de la memoria, que sirva de testimonio, para que los actos de violencia terrorista, no se repitan. Asumió el reto de dirigir el proyecto de su construcción, que le ofreció el propio jefe del Estado, (quien, no hay que olvidarlo, hizo todo lo que estuvo a su alcance para impedir que Vargas Llosa accediera a la presidencia de la República). Pero ante la promulgación de un Decreto Legislativo (1097), que calificó como de amnistía "disfrazada", que podía beneficiar a algunos violadores de derechos humanos, renunció al cargo, obligando al gobierno a retractarse y al Parlamento a derogar la ignominiosa norma legal.
Haber colaborado en dirigir al Perú hacia un destino más libre y democrático, es uno de los principales aportes de Mario Vargas Llosa. En el caso de Iberoamérica su constante tarea como valiente promotor de la cultura de la libertad, también constituye una contribución valiosa. Por estas razones festejamos este justiciero premio Nobel.
Este artículo fue publicado originalmente en El Imparcial (España) el 12 de octubre de 2010.