La desvalorización de la acción política no es algo que ocurra sólo entre nosotros. Es una reacción a nivel mundial. Los ciudadanos quieren mayor participación y la acción de los medios de comunicación les permite fiscalizar con mayor rigor los excesos de los políticos en todo el mundo.
Asumo la Presidencia del Senado producto de un acto democrático que es de la esencia de esta corporación y con plena conciencia de su significado institucional y político.
Nuestra Cámara Alta, junto con su aporte al poder legislativo, es reconocida como una de las instituciones políticas más representativas de nuestra Nación.
Ella se ha abierto y consolidado como un espacio de reflexión y ponderación que, con el tiempo, ha sido decisiva para la impronta evolutiva y no rupturista de nuestro devenir político.
En consecuencia, siento esta tarde esa enorme responsabilidad y aseguro, ante el país, que haré mi máximo esfuerzo para cumplir con las obligaciones cívicas y políticas que impone nuestra tradición a quien llega a esta tribuna.
Defenderé con celo los derechos del Senado ante los otros poderes del Estado, como también demandaré respeto y reconocimiento para ustedes, tanto en el plano institucional como frente a la comunidad.
Senadoras y Senadores.
Atravesamos desde hace años uno de los períodos de mayores cambios en nuestra historia, donde nuestra sociedad se debate intensamente por encontrar el camino adecuado para encauzar las exigencias sociales y políticas de sus ciudadanos.
No solo hemos tenido una transición política, también hemos tenido un profundo cambio en nuestro quehacer económico y cultural.
Hemos entrado a ser parte de un mundo globalizado, no solo en lo económico, sino que en las comunicaciones y en las relaciones de las personas, gracias al avance tecnológico sin precedentes.
Para asumir con éxito este desafío y poder participar en esta nueva realidad mundial, sin dejar de ser lo que somos, es imprescindible que lo hagamos sin exclusiones, no pueden ser los beneficios sólo para unos pocos, sino para todos.
Chile y su gente enfrentan al mayor cambio de su historia. Dejamos de ser un país de término en los confines del mundo. A esta tierra costaba mucho llegar y era casi imposible salir. Ahora podemos ser un país de conexión haciendo de puente y relación para otros. Cambió nuestro espacio de existencia físico y virtual.
Dejamos atrás el Chile aislado de Pedro de Valdivia, para asumir cinco siglos después el desafío de conectividad global que soñara Hernando de Magallanes. Este es otro Chile.
Pero tenemos que reconocer que paradojalmente aún en nuestra Patria existen internamente espacios, como la región de Aisén, a la que tengo el honor y privilegio de representar, que no tiene conectividad terrestre con el resto del país, que hace que miles de ayseninos sufran este aislamiento físico en pleno Siglo XXI en contraste a toda la modernidad y avance que tiene el resto del país.
Estimados colegas, afirmo que una observación objetiva de nuestra realidad da cuenta que asistimos al término de una etapa y que se inicia una nueva. Que las cosas no dan para más. Los síntomas son evidentes y se manifiestan en todo orden de cosas.
En efecto, siento que se avecina producto de este inmenso cambio un nuevo ordenamiento político en el país. Las diferencias que últimamente hemos tenido no son menores. Hay un complejo mar de fondo que las explica y da razón de ellas. Y no son precisamente razones personales las determinantes.
La desvalorización de la acción política no es algo que ocurra sólo entre nosotros. Es una reacción a nivel mundial. Los ciudadanos quieren mayor participación y la acción de los medios de comunicación les permite fiscalizar con mayor rigor los excesos de los políticos en todo el mundo.
En nuestra realidad las causas están sin duda en la propia dinámica de la transición acrecentada por el fenómeno de la globalización, que ha terminado desbordando el cauce político-social que existía al 5 de Octubre de 1988.
El realismo inicial fue sin duda necesario, pero luego se debió transitar por algo más evolutivo, que actualizara y abriera el accionar de los partidos políticos. Lamentablemente se hizo todo lo contrario y todos tenemos responsabilidad.
Los partidos en sus cuerpos directivos se cerraron y se rigidizaron, se aferraron incluso a la lógica del sistema binominal, impidiendo las sanas y naturales disidencias internas, aún estando de por medio la libertad de conciencia. En los hechos terminaron negando la expresión y participación de sectores independientes.
Han pretendido monopolizar la actividad política. En consecuencia el ambiente se ha asfixiado. Falta aire fresco para que los ideales y el espíritu nacional vuelva a inflamarse entre nosotros, sobretodo en los jóvenes e impulsemos un gran movimiento nacional y popular que cambie el rostro de Chile y le de un sentido noble a la actividad política.
Esta praxis política trajo como consecuencia natural que los partidos alejen a la gente, y que esta no se sienta interpretada ni representada. Por eso es que todos los partidos, y los políticos también aparecemos mal calificados.
Toda esta situación de desprestigio se agrava por los hechos de corrupción que hemos ido conociendo y por claros intentos de ocultarlos o acallarlos. También, se agrava por sus defensas corporativas y cuando no por los temerarios llamados de atención a los jueces.
Hay una sensación generalizada que el ejercicio del poder, a todo nivel, está exento de toda responsabilidad. Esto ha generado un gravísimo daño a la moral pública, de imprevisibles consecuencias. La gente siente que todo da lo mismo y que por lo tanto no importa hacer bien o mal las cosas.
Como consecuencia de todo este cuadro los jóvenes se han alejado de la política. 2,5 millones de ellos no se inscriben y no participan. Cerca de un 50% de la gente no se siente representada. Hay una gran desazón y desconfianza, que nos demanda y que nos interpela a actuar.
En cierta forma mi elección es consecuencia y reacción a todo esto. Lo he sido porque junto a otros tres senadores hemos abierto un espacio o más bien estamos abriendo un espacio en la política chilena.
Nos atrevimos a dar un salto hacia lo incierto, hemos ido contra la corriente, dejando la seguridad que el sistema nos brinda.
Sentimos que la gente ha comprendido y valorado lo que hemos hecho.
Cualquiera sea la condición o circunstancia en que los Senadores Bianchi, Cantero, Flores y quien habla adquirimos nuestra calidad de independientes, hay un hecho sintomático y es que las sociedades con igual sabiduría que la naturaleza mutan y buscan la forma de representar lo que está ocurriendo en su seno.
La Presidencia del Senado que asumo hoy es consecuencia, en gran medida, de habernos abierto a esta nueva realidad con libertad de espíritu, sin temor ni mezquindad.
Para actuar de esta forma no he renunciado a lo que pienso ni a lo que soy. Por el contrario, fiel a mis valores y por la más elemental prudencia política asumo esta nueva realidad.
Francamente creo que es necesaria una corrección profunda a la forma como se han venido haciendo las cosas, no sólo en lo económico sino que fundamentalmente en lo político.
Ha llegado el momento que de una vez por todas las decisiones de Estado, esto es las grandes decisiones sean tomadas con preeminencia de criterios políticos fundados en el bien común de Chile y de su gente.
En el liderazgo de este proceso de cambios se requiere audacia, pero también prudencia. Chile no puede volver a equivocarse por segunda vez en su historia como ya nos ocurrió en 1891.
Nadie puede negar el inmenso avance material que hemos tenido en los últimos 23 años. Prácticamente Chile es otro país y es justo reconocerlo. Pero la gente en su inmensa mayoría no está contenta y hay incertidumbre sobre el futuro. El fuerte crecimiento de los primeros 13 años ya es pasado. Los segundos 10 años han sido regulares o mediocres, sin el cobre estaríamos marcando el paso. Parece mentira pero ésta es la realidad.
Sectores importantes de trabajadores, tanto públicos como privados no sienten que su aporte sea debidamente reconocido y retribuido. La clase media ha pagado el peso de todo esto. Siente que cada vez participa menos y es desplazada. No puede ser que la gente trabaje y no progrese, eso sólo es causa de frustración.
El desarrollo económico se basa fundamentalmente en el crecimiento de las grandes empresas. Las medianas y pequeñas empresas ven achicarse sus espacios. Para remediar esto es necesario nivelar la cancha y que el Estado asuma de verdad un rol de promotor y facilitador de la actividad empresarial a todo nivel. No es posible aplicar las mismas normas por igual a grandes, medianas y pequeñas. El Estado, Gobierno y Congreso, debe discriminar positivamente a favor de éstas últimas. Sólo así echaremos las bases de una auténtica economía social de mercado. Necesitamos cientos de miles de pequeños empresarios.
La crisis social existente, es la causa principal de la violencia y la inseguridad ciudadana y no podemos seguir cerrando los ojos a esta realidad que golpea a toda la sociedad sin exclusión.
Senadoras y Senadores, créanme que, al igual que la mayoría de ustedes, sólo me mueve el bien de todos los chilenos.
En lo político debiéramos ser capaces de dar con una forma que, de una vez por todas, nos permita superar las divisiones del pasado. Estoy disponible para contribuir, desde aquí, a que ello ocurra.
En la cuestión económica creo que ya hemos ido abriendo camino a la necesidad de darnos un modelo económico, social y cultural más acorde a los principios humanistas, éticos, morales y cristianos que nos inspiran a todos nosotros, según sea nuestra cosmovisión de la vida.
Al concluir quiero recordar que en el último tiempo con varios de vosotros, de prácticamente todas las bancadas, hemos venido coincidiendo en proyectos de acuerdo que apuntan en el sentido de corregir la mala distribución del ingreso y la impresentable concentración de la riqueza.
Confío que, con el ayuda de Dios y vuestro apoyo avanzaremos en estos grandes desafíos que superados darán paz, progreso, educación y felicidad a nuestro pueblo.