LA DEFINICIÓN DE LA OPORTUNIDAD
En política, como en todas las actividades humanas, la definición del momento, la oportunidad, es esencial para que las acciones tengan los resultados esperados. Toda una laboriosa construcción puede derrumbarse con un paso dado a destiempo.
En música esa magia de la exactitud es la que diferencia a los grandes compositores de los autores simplemente eficientes, pero en política es muy difícil definir la oportunidad porque el momento exacto depende de muchos factores y actores que escapan a la voluntad del planificador.
Eso es lo que le ha ocurrido al Gobierno con las denuncias sobre pagos indebidos de las subvenciones educacionales. Si las autoridades que ahora aparecen con un manto de sospecha hubieran hecho pública la información en el momento exacto no solo hubieran eludido los recelos, sino que además se habrían hecho merecedoras del aplauso ciudadano por la transparencia mostrada y el celo en resguardar el interés público.
Pero se esperó más de lo conveniente, y la oportunidad pasó. Desde ese punto, todo ha sido un intento que se percibe como desesperado por recuperar la credibilidad cuestionada y que, en la medida que se le agregan nuevos componentes, se va haciendo más confuso e increíble.
Con el Transantiago ocurrió algo similar, igual con las salidas forzadas y voluntarias de los parlamentarios que hicieron perder al Gobierno la mayoría en el Congreso. Una conversación, una advertencia, una medida apropiada en el momento oportuno hubieran ocasionado una variación en el rumbo de los acontecimientos.
El país enfrentará durante el 2008 elecciones municipales, y de su resultado dependerá el escenario en que se desarrollen los posteriores comicios presidencial y parlamentario, y sin tener más información que la del sentido común, ya es posible anticipar dos áreas en las que no parecen estar tomándose las providencias para evitar el malestar ciudadano.
Por un lado, la escasez de energía eléctrica; y por el otro lado, la carencia y carestía de alimentos, siendo ambas situaciones originadas por las condiciones climáticas. Evidentemente, el Gobierno no puede hacer llover, pero si pudiera hacerlo ya no lo hizo.
Ciudades a oscuras, industrias paradas, hogares dañados por el aumento de los precios de verduras y frutas será el escenario de la elección municipal, y en esa atmósfera que el Gobierno se someterá a la evaluación ciudadana. El camino se presenta cuesta arriba.
ANDRÉS ROJO T.
Periodista
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