Crédito: US Burma Campaign Un monje budista observa desde un monasterio los destrozos de la represión | |
Recrudece sangrienta represión a protestas
Por Moe Yu May y Marwaan Macan-Markar
RANGÚN, 28 sep (IPS) - Luego de reprimir brutalmente protestas de monjes budistas, soldados de Birmania abrieron fuego en esta ciudad contra civiles que se manifestaban cerca de una escuela secundaria en un área residencial.
Los disparos comenzaron poco después de las tres de la tarde de este jueves, horario en que los estudiantes finalizan su jornada de clases. Cerca de la entrada del colegio, un grupo de padres estaba esperando la salida de sus hijos.
Otras personas pasaban caminando junto a la escuela, entre ellas un birmano de 48 años que se convirtió en testigo de la brutalidad de los militares. Súbitamente, y sin advertencia, los soldados bloquearon la calle y comenzaron a atacar a los manifestantes.
"La gente comenzó a gritar y hubo mucho pánico. Nos ordenaron tirarnos al piso", relató el testigo a IPS.
Una estudiante de 16 años tuvo la presencia de ánimo para grabar el sonido de las balas en su reproductor de MP3, un popular formato de audio digital comprimido.
"Había mucha gente tirada en el suelo. Más tarde todos fuimos arrestados. Debían ser unas 300 personas", señaló la joven a IPS.
El hombre que presenció la represión comentó que "había ocho personas muertas, incluido un estudiante. Los soldados se llevaron los cuerpos".
Esa falta de respeto hacia las vidas de civiles desarmados, tanto manifestantes como quienes pasaban por el lugar, deja dudas sobre la cantidad de muertos en Rangún durante esta semana de protestas contra la dictadura militar.
Aunque algunas agencias de noticias occidentales los estiman en 13, este viernes al mediodía fuentes diplomáticas dijeron a la prensa que pueden ser muchos más. Entre los muertos identificados hasta el momento figura el fotógrafo japonés Kenji Nagai, de 50 años.
La junta militar ordenó aplicar "mano dura" para quebrar la columna vertebral de las protestas callejeras, los monjes budistas altamente reverenciados en este país.
El jueves a la mañana, la población de Rangún descubrió que durante la noche soldados y los no menos temidos policías antimotines habían sitiado tres monasterios.
Las tropas provocaron destrozos en esos templos, dispararon gases lacrimógenos y golpearon a unos 600 monjes y novicios, quienes fueron arrestados, según The Irrawaddy, un sitio de noticias en Internet de periodistas birmanos exilados en el norte de Tailandia.
"Pedimos ayuda internacional urgentemente. Estamos sufriendo un brutal abuso a manos de los soldados", dijo a IPS un monje del monasterio Ngwe Kyar Yan, una de las víctimas de ese ataque.
Miles de monjes budistas lideraron la ola de protestas que esta semana se transformó en un alzamiento popular. En principio, los religiosos se hicieron eco del sufrimiento de la población luego de un aumento de 500 por ciento en el precio de los combustibles a mediados de agosto.
Pero las protestas asumieron rápidamente un carácter político en las calles de Rangún y otras 25 ciudades, transformándose en un desafío directo a la legitimidad de la junta militar, luego de que los generales respondieran con violencia a las críticas.
Las manifestaciones de esta semana resultaron las más concurridas desde 1988, cuando un alzamiento prodemocrático fue aplastado a sangre y fuego. Se estima que el ejército mató a unos 3.000 civiles.
Birmania ha estado gobernada por sucesivas dictaduras militares desde un golpe de Estado en 1962.
El pedido de medidas de presión concretas por parte de la comunidad internacional parecía haber sido escuchado hacia el fin de esta semana por la Organización de las Naciones Unidas (ONU).
Un enviado especial del foro mundial, Ibrahim Gambari, se trasladó a Birmania para sostener "un diálogo constructivo" con los líderes militares.
El diplomático nigeriano, según informes, recibió una visa para comenzar su visita este sábado.
"La misión de Gambari es un primer paso para comenzar este diálogo. Podrá decirle a los generales que su respuesta a la crisis es un desastre", dijo en una entrevista telefónica desde Nueva York el relator especial de la ONU para los derechos humanos en Birmania, Paulo Sergio Pinheiro.
"Atacar a monjes y civiles es una violación a los compromisos internacionales" de la junta militar, agregó.
"Es hora de expresar nuestra indignación al gobierno. Esto es un escándalo. Con sus acciones está creando las condiciones para que la crisis sea vista como una amenaza a la seguridad en la región", afirmó Pinheiro.
El viernes, Rangún presentaba un panorama desolador y no se veían civiles en algunas partes de la ciudad, como la zona céntrica y las áreas cercanas al ayuntamiento, escenario de las protestas en las que los manifestantes vocearon sus consignas contra los militares.
Soldados fuertemente armados patrullaban en pequeños grupos esas zonas.
Esto podría ser considerado un éxito del "Tatmadaw", el nombre birmano para las fuerzas armadas, pero la presencia de unos 10.000 manifestantes en otras partes de la ciudad señalan lo contrario.
No todas las calles de Rangún quedaron bajo el control de los militares, descriptos por un corresponsal que llegó a la ciudad esta semana como "totalmente carentes de expresión, como máquinas, con el dedo en el gatillo y tratando a civiles desarmados como si fueran ganado".
La ira de la gente por el accionar brutal de las tropas se reflejó en las consignas que los manifestantes continúan entonando en las calles, incluso en presencia de los militares. Una de ellas les advertía que "los soldados que asesinan monjes serán partidos por un rayo".
Rodrigo González Fernández
DIPLOMADO EN RSE DE LA ONU
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