Liderazgo: La Importancia de Dar Ánimos
Liderar tiene que ver con marcar el camino, tomando en consideración al equipo, para conseguir que todos lo asuman, remen en la misma dirección y aporten lo máximo de si mismos. Ser un buen líder implica conocer las necesidades de cada miembro del equipo, saber qué es lo que más le conviene, y de esta información extraer las acciones más adecuadas para el conjunto
Liderazgo es sabiduría
Lo que más le conviene a una persona no necesariamente es lo que en un momento concreto más puede desear. Deseos y conveniencia van con frecuencia en direcciones opuestas. Esto lo sabemos muy bien los padres; qué sería de nuestros hijos si siempre les diéramos lo que quieren. El liderazgo se debe asentar pues en la sabiduría, que nos permite tomar las mejores decisiones. Y las mejores decisiones no son siempre las más populares, ni las más amables; tampoco son las más justas. Pero sí son las que generan mejores resultados.
El liderazgo se asienta pues en el reconocimiento que tiene el equipo de la sabiduría del líder, y asume que el modo de actuar del que guía, puede en un momento dado suscitar críticas, pero con mucha frecuencia será una muy buena opción.
Una de las herramientas de que dispone el/la líder para incrementar el rendimiento del equipo es algo tan sencillo como dar ánimos. Sorprendentemente algo en apariencia tan fácil de hacer, acaba siendo muy complejo, ya que se debe hacer en el momento justo y con la intensidad adecuada.
Dos (2) Ejemplos fuera de contexto
Estos días atrás he estado medio de vacaciones en León. Salía casi todos los días a correr con mi perro Chusco, haciendo un trayecto de ida y vuelta entre dos pueblecitos del páramo Leones. El casi nulo y respetuoso tráfico permitía dejar a mi perro suelto.
Tengo que contaros que la actividad que más disfruta mi perro es revolcarse en mierda. No entraré en detalles, porque es algo asqueroso. A lo largo del camino se encontraba lo que supongo es para Chusco el paraíso en la tierra: una inmensa montaña de estiércol. Mi perro tiene el instinto de correr cuando yo corro, normalmente le gusta ir por delante y comprobar de vez en cuando cómo voy.
Yo debía ir concentrado, y cada vez que pasábamos por delante de la enorme tentación, empezar a animarle enérgicamente, en el momento oportuno, para que no se desviara hacia la catástrofe: ¡vamos!, ¡venga Chusco!, ¡eh!, ¡vamos!, ¡vamos! (ante la sorpresa ocasional de algún paisano del lugar). A pesar de las intenciones constantes de salirse a donde no debía, siempre conseguí salvar la situación. ¡Y mira que luego odia la manguera!
Como líderes debemos estar muy atentos para apoyar a nuestra gente, identificar cuando flaquean y animarles para ayudarles a evitar la mierda. En estos momentos es cuando más nos ganamos su respeto.
Hace un par de semanas asistí invitado por la Universidad Europea de Valencia a una sesión de liderazgo y alto rendimiento de Álvaro Merino. Álvaro nos planteó un ejercicio en el que 4 hacíamos de operarios y 2 nos lideraban. Yo era operario. Los operarios, con los ojos tapados, totalmente a ciegas, y con la ayuda de los líderes, debíamos construir conjuntamente una torre compuesta de piezas rectangulares de madera, totalmente lisas y unos 10 cm de largo por unos 3 de ancho. El objetivo era superar alturas prefijadas y crecientes, incrementando el rendimiento del equipo. Nuestra estrategia era que cada operario formaba de modo individual cubos que luego colocaba encima del cubo de otro operario.
En nuestro segundo intento teníamos un objetivo muy ambicioso. Al final, después de que todos los operarios colocáramos nuestro cubo, decidí intentar poner encima 2 piezas en vertical, a lo alto, una encima de la otra (recordad, a ciegas, y sin destrozar lo ya hecho). En el primer intento vi que no conseguía dejar las 2 en equilibrio una encima de la otra. Decidí dejar 1 sola y descansar para volver a la carga.
El tiempo se acababa. Al intentar poner la segunda pieza en vertical encima de la primera, nuestra líder exclamó: "¡ánimo, que puedes!". Superamos con creces el objetivo. No se si sin su exhortación de ánimo hubiera colocado también la segunda pieza, pero sí que agradecí mucho su apoyo, que daba valor a mi esfuerzo, y que hizo el éxito aún más un éxito de conjunto. También me pareció que había hecho de maravilla su trabajo; yo no era consciente de que me estaba observando atentamente.
Dar ánimo a los componentes de nuestro equipo es una actividad tanto de grupo como individual, pero alcanza su máximo valor en el acercamiento personal. Cuando damos ánimos a una persona en el momento adecuado, esta se da cuenta de que apreciamos y comprendemos su esfuerzo.
Con ello reforzaremos su respeto y nuestro liderazgo. ¡Qué sencillo y qué difícil!
¿Qué momentos aprovechas tú para dar ánimos a tu equipo?
Saludos
Rodrigo González Fernández
Diplomado en "Responsabilidad Social Empresarial" de la ONU
Diplomado en "Gestión del Conocimiento" de la ONU
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Santiago- Chile