M. MURO 2013-10-05
Finlandia no siempre ha sido uno de los países más competitivos del mundo. De hecho, al término de la Segunda Guerra Mundial podría decirse que era más bien pobre. Sin embargo, sus ciudadanos han sabido superarse y en no muchos años han logrado construir una economía fuerte que les permite disfrutar de un elevado nivel de vida. Para explicar el porqué podríamos centrarnos en el buen funcionamiento de sus instituciones públicas, su capacidad de innovación o su buen sistema de salud. Pero, sin duda, una de las razones principales es su sistema educativo.
Desde hace años, Finlandia se sitúa siempre en los primeros puestos en los resultados del Programa Internacional para la Evaluación de Estudiantes (PISA). En la última edición, era el país europeo mejor clasificado con cierta diferencia y el único que tenía una puntuación equiparable a los asiáticos más exitosos, como Corea o Singapur. Pero, ¿por qué tienen el mejor sistema educativo?, ¿qué tiene el modelo finlandés que no tenga el español ni ningún otro?
La verdad es que no podríamos dar una sola razón. Lo primero que hay que apuntar es que no es un tema principalmente económico. Por ejemplo, según datos de la OCDE, en 2010 el país nórdico gastaba (en paridad de poder adquisitivo) 9.162 dólares por estudiante de secundaria; en el mismo año, España gastaba 9.608 dólares por alumno.
Y no, tampoco es el frío ni la cultura de los países nórdicos lo que les lleva a la excelencia educativa. Sus vecinos, Noruega o Suecia, invierten mucho más dinero en educación y no tienen sus excelentes resultados.
La realidad es que el país nórdico ha conseguido encajar todas las piezas del rompecabezas y ha creado un sistema en el que ningún alumno queda excluido. No lo ha logrado con normas centralizadas, sino a través de un sistema que da una gran autonomía a los centros y en los que sus profesores son los que controlan los planes de estudios. Todo ello, enmarcado en una ley de educación estable, que no se cambia con el color del gobierno de turno.
Un año más tarde
En Finlandia buscan la igualdad de oportunidades, lo que no quiere decir que se les dé a todos lo mismo. Los profesores se esfuerzan desde los primeros años para que ningún niño se quede atrás; esto sucede en todos los colegios de Finlandia.
El 95% de los centros son públicos. Y la enseñanza es gratuita, así como el material y el comedor. Eso sí, los padres pueden elegir el colegio que más les guste, no el que les toque por cercanía. Si está a más de cinco kilómetros de su domicilio, también se les paga el transporte. Al final, la realidad es que suelen elegir el colegio que está más cerca de su casa, porque saben que cualquiera ofrece un altísimo nivel.
Para conseguir ser los mejores, los niños finlandeses no están más horas, ni empiezan antes. En este país la educación obligatoria comienza a los los siete años, ya que se considera que es entonces cuando el niño comienza a tener una cierta madurez para poder asimilar los conocimientos explicados.
Los alumnos comienzan con las asignaturas más sencillas como educación física y su lengua, el finés. Más tarde, llegarán las matemáticas, ciencia, historia y lenguas extranjeras. Y es a los diez u once años cuando comienzan a recibir calificaciones numéricas por estas materias. Las notas las pone, durante los primeros años de su educación, un único maestro, que vela por que ningún alumno quede excluido.
Autonomía en las aulas
Una de las características más importantes del sistema finés es que cada colegio tiene su propia organización en función de sus necesidades. Aunque pueda parecer algo desorganizado que cada centro tenga autonomía para decidir acerca de su programa de estudios, no es así.
En España los programas educativos los establece prácticamente en su totalidad el gobierno, sea central o autonómico. Pero en Finlandia, como nos indica Javier Melgarejo, licenciado en Psicología y doctorado en Pedagogía que lleva más de una década intentando descubrir las claves del éxito del sistema educativo finés, "elgobierno central tiene un porcentaje bajo en la organización del plan curricular. El que toma la decisión sobre lo que se va a hacer es el municipio, y luego el profesor. Por lo tanto, hay una autonomía en cada centro enorme, que permite que la educación se centre en las necesidades de los alumnos. En España tenemos la sensación de que si todos somos iguales y hacemos el mismo plan será mejor, pero puede que no. Aunque parezca mentira, salen muy bien preparados y de manera muy homogénea".
Al darle autonomía y confianza a cada centro el Gobierno no está pendiente de presentar planes de estudios que se adapten a su ideología o de cambiar los que ha impuesto el anterior Ejecutivo. Además, como nos comenta Javier Melgarejo, "el parlamento finlandés, al igual que el español, tiene muchos grupos políticos, pero se piden dos terceras partes para aprobar las leyes de educación, lo que obliga a los dos grandes grupos a pactar y eso da una estabilidad enorme".
Como nos explica Petja Nyleänen del Instituto Iberoamericano de Finlandia: "Tenemos una ley de educación que no se cambiacompletamente cada cuatro u ocho años".
La pieza clave
Todos los sistemas educativos de éxito se organizan alrededor de los profesores. También en el país nórdico ésta es la pieza que le da sentido al modelo. La formación y la organización del profesorado es diferente. En primer lugar "para ser maestro en Finlandia la nota de corte en la Universidad es superior a 9 sobre 10, después tienen que realizar un máster para poder optar a la docencia" explica Melgarejo.
Y cuando acaban la carrera, ¿qué sucede? Para empezar, hay que explicar que no existe un sistema de oposiciones como el español. Allí cada municipio contrata al director del centro y éste contrata a los profesores. Cuando acaban su formación, los maestros se someten a procesos de formación abiertos, se anuncian vacantes y se seleccionan candidatos. Cada administración educativa es responsable de contratar a su profesorado. Melgarejo nos explica que "allí no son funcionarios como lo entendemos en España; se les puede despedir, aunque no sea algo muy común".
El objetivo de este procedimiento no es otro que seleccionar a aquellos profesores que estén mejor cualificados para cada puesto en particular. Y si un profesor no realiza su trabajo de forma satisfactoria, pueden cambiarlo por otro. "La escuela pública en Finlandia es diferente, es como si cada una fuera de gestión privada".
Los profesores son pagados con el dinero que el Estado destina a cada colegio, que depende del número de alumnos que es capaz de atraer. Luego, cada centro organiza su presupuesto como estime conveniente. Con los años, al igual que en España, el salario de los maestros aumenta, aunque no mucho.
En realidad, la diferencia con lo que cobran los maestros en nuestro país no es muy grande. De acuerdo a los datos de la OCDE, el sueldo medio anual en paridad de poder adquisitivo para un profesor español era en 2010 de 41.339 dólares, frente a los 37,886 dólares de los finlandeses. Lo que sí cambia son los incentivos, tanto monetarios como de reconocimiento social y la forma en la que se premia a los buenos maestros.
En este sentido, lo que también nos diferencia es el empeño por continuar formando a estos profesores. Los colegios finlandeses buscan motivar a sus docentes, que están muy preocupados por mantenerse al día con los cambios de la sociedad y de su profesión. Los profesores tienen una "formación permanente". Esto no se consigue en un régimen de obligación sino mediante la negociación, el diálogo y un correcto sistema de incentivos.
Otra característica de este sistema es que la figura del profesor es muy respetada dentro de la sociedad finlandesa. Es una de las profesiones mejor consideradas del país y se preocupan de que continúe siendo así.
La relación con el profesor es fundamental y resulta muy cercana, como nos cuenta Petja Nyleänen del Instituto Iberoamericano de Finlandia "Los profesores te dan bastante libertad, pero desde pequeño te dejan muy claro que el estudio es para ti, no para ellos".