Más de 15 años tardó Estados Unidos en responder al llamado internacional para reducir sus emisiones de gases de efecto invernadero. El plan anunciado por Barack Obama, el martes pasado, es el primer compromiso real de la segunda nación que más contaminantes produce en el mundo, desde que en 1998 firmara el protocolo de Kioto, que no ratificó y del que, años después, terminó retirándose.
El plan para reducir las emisiones de CO2 incluye medidas que le permiten obviar la opinión del Congreso (donde el 50% no cree en el cambio climático) y endurecer directamente los requerimientos para nuevas y antiguas centrales eléctricas, aplicar estándares de eficiencia energética e impulsar el uso de energías renovables, con el fin de reducir en 17% las emisiones de CO2 hacia 2020, tomando como base los niveles de 2005.
A dichas medidas se suman otras que ya se estaban implementando y que, junto al aumento del uso del gas natural y la crisis económica, habían provocado una baja histórica en las emisiones del país. "El plan del presidente refleja varios años de desarrollo estratégico de la comunidad científica y defensores del medio ambiente para delinear los contornos del Poder Ejecutivo en relación con el clima y la política energética. Pero no debe confundirse con lo que es necesario para hacer frente al desafío del cambio climático y la energía. La meta de reducir en torno a un 17% las emisiones de gases de efecto invernadero a partir de los niveles de 2005, está muy lejos de lo que debe suceder para abordar el problema. Además, muchas de estas reducciones ya se habían logrado", dice a La Tercera Adam Reed, investigador del Instituto de Energías Renovables y Sustentables de la U. de Colorado en Boulder (Rasei).
A nivel global, reducir las emisiones 17% no es significativo, dice Nicola Borregaard, directora del área Energía y Cambio Climático de Fundación Chile, pues su aporte per cápita (17,3 toneladas) es uno de los más altos del mundo. "Es significativo que sea un compromiso voluntario, como muchos otros países lo han hecho, y que su plan no sólo se trate de reducir emisiones, sino también de posicionarse a nivel global en términos de competitividad en temas de tecnologías del futuro. Pero un impuesto al carbono hubiese sido una señal más potente", sostiene.
Y aunque hay coincidencia en que el plan está lejos de ser ambicioso, también la hay en que es una señal positiva y que podría marcar el inicio de un cambio mayor. "Es esperanzador ver al presidente tomar en cuenta la evaluación del cambio climático y las proyecciones sobre futuros impactos proporcionados por la comunidad científica global", indica a este diario, Rajendra Pachauri, director del Panel Intergubernamental de Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (IPCC). "Aunque muchos gobiernos y líderes están dispuestos a tomar acción, este ejemplo se espera que proporcione un modelo y un conjunto de medidas para replicar", agrega.
Lo mismo opina Sergio González, investigador del Instituto de Investigaciones Agropecuarias (Inia) y uno de los miembros chilenos del IPCC. "Que EE.UU. se ponga una meta es positivo, porque hay un efecto de imagen muy importante. Muchos países se han restringido de tener acción porque EE.UU. está fuera, y ahora que está -de cierta manera dentro- el discurso cambia".
Sin embargo, los expertos coinciden en que hay que esperar que el plan comience a implementarse para saber qué tan efectivo puede ser. "Si bien el plan detalló qué es lo que se quiere lograr, en ningún lugar aparece cómo se logrará, y para eso, las organizaciones y observadores ambientales estaremos fiscalizando y haciendo las preguntas necesarias en el momento que sea pertinente para verificar que realmente se estén cumpliendo", dice a La Tercera, Kevin Kennedy, director de Iniciativa Climática del World Resources Institute (WRI).
Marcelo Mena, director del Centro de Sustentabilidad de la U. Andrés Bello, explica que una de las medidas que podría impactar en Chile son los nuevos estándares que EE.UU. ya viene impulsando para la industria automotriz y que estipula que el auto común que se venda en 2025 tendrá que otorgar 54,5 millas por galón (unos 23 km por litro). "En los próximos cinco años se espera que las baterías de los autos eléctricos bajen a la mitad, lo mismo con los buses eléctricos. Van a dejar de producir las 4x4 que más contaminaban y vamos a encontrarnos con autos más económicos en cuanto a rendimiento y eso va a ser positivo, porque nosotros tenemos gran porcentaje de nuestro mercado diseñado para EE.UU.", asegura.
En cuanto a energías renovables, la idea del plan no sólo es incentivar el uso e innovación en el área, sino lograr acuerdos comerciales a nivel internacional que permitan el intercambio libre de impuestos o, como ya se había acordado para la APEC, un máximo de 5% para una lista de bienes y servicios ambientales, como productos solares, turbinas eólicas y filtros de agua.
"Para Chile el impacto positivo de esta medida es menor que para otras economías APEC, dada la amplia red de Tratados de Libre Comercio (TLC) que nuestro país mantiene. Actualmente ya contamos con arancel cero para muchos de estos bienes. Sin embargo, va a permitir aumentar la competitividad en el sector y facilitar el acceso a estos productos provenientes de otros países con los que actualmente no tenemos TLC, como Rusia, Filipinas y Taiwán, entre otros", dice Ana Novik, directora de Asuntos Económicos Multilaterales y representante de Chile en APEC.
Ello puede aportar a un mercado que ya está dando muestras de dinamismo, dice Borregaard. "Son los productos del futuro y ya alcanzan un crecimiento en importaciones en torno al 16 y 19% anual".