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viernes, junio 08, 2012

LA PELIGROSA DESINDUSTRIALIZACIÓN

Viernes 8 de junio de 2012 | 05:00

Jorge Quiroz

El olvidado sector industrial

Una larga tradición del pensamiento económico asociaba al...

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Una larga tradición del pensamiento económico asociaba al desarrollo de un país con su nivel de industrialización. Lisa y llanamente, no se concebía "desarrollo" sin que hubiese industria. Esa idea tenía un fundamento histórico: no por nada el progreso sostenido de la humanidad nació junto con la revolución industrial, y de ahí entonces que el crecimiento de la industria se viese como una condición necesaria para el desarrollo.



En nombre de dicha idea se cometieron algunas insensateces, de las cuales la más notoria fue el proceso de industrialización realizado a costa de restringir indiscriminadamente el comercio. Nuestro país, campeón de dicha política hasta mediados de los 70, y por lo mismo gran víctima de sus consecuencias, dio en 1975 un giro en 180 grados con el proceso de apertura comercial, que probó en definitiva ser mucho más proficuo en términos de crecimiento. De ahí en adelante, al menos para la mayoría de los economistas chilenos, la composición de nuestro producto nacional dejó de ser un tema. Cuento corto, pasamos de identificar al desarrollo con la industrialización al extremo opuesto, donde nos da lo mismo si tenemos o no industria.

No sorprendentemente, entonces, a pocos parece importarle hoy en día los evidentes síntomas de desindustrialización que estamos viviendo. Los números hablan por sí solos: si en 2005 la industria daba cuenta de un 16,6% del PIB, hoy representa sólo un 10%; el PIB industrial de hoy es, en términos reales, un 1,23% más bajo que el que teníamos antes de la crisis de Lehman Brothers. La combinación de un tipo de cambio bajo con precios de energía altos -un 30% mayores que los que paga en promedio la industria de los países OECD- hacen crecientemente difícil para la industria nacional competir con importaciones o colocar sus exportaciones.

Y como si ello fuera poco, hoy circulan propuestas de recaudación tributaria (Cep-Cieplan-Yáñez) que abogan por eliminar el derecho que tiene la industria a recuperar el impuesto específico al diésel, proponiendo incluso aumentar su tasa, buscando recaudar con ello US$ 1.000 millones adicionales. En términos gruesos, ello representaría algo así como subir la tasa tributaria del sector industrial en casi ocho puntos porcentuales, si no más. Agreguemos a eso la propuesta del Ejecutivo de llevar el arancel de la economía a cero, celebrada casi unánimemente por la profesión, así como la nula disposición de nuestra Comisión de Distorsiones para mitigar al menos parcialmente medidas públicas y notorias de competencia desleal por parte de otros países, para los cuales, a diferencia del nuestro, no da lo mismo tener o no industria nacional.

El argumento estándar en contra de mis aprensiones es conocido: si aumenta el precio del cobre, es natural que baje el tipo de cambio y que los recursos "fluyan" desde otros sectores transables -la industria en particular- al minero y a los no transables. Dicho argumento ignora, sin embargo, que existen otras distorsiones, entre otras, que coexiste junto al sector formal, que paga impuestos y cumple las leyes laborales, un sector informal no menor, que hace todo lo contrario. La contracción de la industria, entonces, un sector con mayor formalización que varios otros, no necesariamente eleva la productividad de toda la economía, porque parte del trabajo que se libera no va a otro sector formal sino que cae en la informalidad. Así, si bien la industria que sobrevive será más productiva que antes, porque cierran las unidades menos productivas, el efecto total sobre la productividad de factores podría ser incierto, o incluso negativo, un punto levantado por el economista Dani Rodrik en contextos similares al actual.

Desde luego, no estamos abogando aquí por añejas políticas de protección industrial. Pero creo que existen buenas razones para pensar que no da lo mismo la desindustrialización de la que estamos siendo indolentes testigos.


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Rodrigo González Fernández
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España podría pedir ayuda para la banca a la UE este fin de semana

España podría pedir ayuda para la banca a la UE este fin de semana, según Reuters

elEconomista.es
8/06/2012 - 10:25 Actualizado: 12:16 - 8/06/12

Enlaces relacionados

¿Cuánto dinero necesita la banca?

Rajoy aseguró ayer que el Gobierno no se pronunciará sobre el rescate hasta que no se conozcan las auditorías. Pero fuentes de la Unión Europea y de Alemania han asegurado que mañana el Eurogrupo mantendrá una reunión para tratar el tema y que, previsiblemente, después España tomará una decisión al respecto. Desde Moncloa han negado "rotundamente" la información y se han remitido a las declaraciones de ayer del jefe del Ejecutivo.

Según indican las citadas fuentes a Reuters, los ministros de Finanzas de la Eurozona mantendrán una vídeoconferencia mañana sábado, extremo que han confirmado otra fuente germana a Bloomberg.

Tras el encuentro se emitirá un comunicado y, previsiblemente, se avanzará la decisión. "El anuncio se espera para el sábado por la tarde", afirmó una de las citadas fuentes de la UE a Reuters, que añade que no fue posible contactar de forma inmediata con nadie en el Gobierno español para que confirmara esta información.

Desmentido del Gobierno

Moncloa ha esperado a que la información fuese publicada en los medios para hacer declaraciones al respecto. La primera en manifestarse ha sido la secretaria de Estado de Presupuestos, Marta Fernández Currás, quien ha negado "rotundamente" que España vaya a pedir el rescate a la Unión Europea este sábado.

A la pregunta de si es "falso", ha asegurado que sí y sobre si el Estado español "no necesita ser rescatado" ha afirmado que "no necesita ser rescatado". "No necesitamos ser rescatados. Es más, básicamente yo creo que tenemos muchas manifestaciones al respecto"Antes, fuentes del Gobierno señalaban a Europa Press que no comentan "especulaciones" y se han remitido a las palabras de Rajoy.

Acerca del "fantasma del rescate", la responsable de Estado de Presupuestos ha reconocido que tiene "un problema vinculado al euro", pero ha destacado que el Ejecutivo central quiere "más euro, más Europa". Y, por esto, no "solamente" aborda problemas "internos" sino los que la propia UE "está teniendo pero también resolviendo".

Necesidad acuciante

En los últimos días se ha intensificado la presión sobre la inminente necesidad del Gobierno de Mariano Rajoy de recurrir a los fondos europeos para atender los problemas del maltrecho sistema bancario español, mientras los rumores sobre la cantidad que va a ser necesaria se han ido sucediendo. Ayer, el secretario general del Partido Popular Europeo (PPE), Antonio López-Istúriz, apuntó a entre 80.000 y 100.000 millones, pero más tarde matizó sus palabras. Por su parte, el FMI situó las necesidades entre los 40.000 y los 80.000 millones.

Sin embargo, por ahora el Gobierno insiste en que hasta que no se conozcan las cifras de las auditorías a la banca el Ejecutivo no se pronunciará sobre las posibles ayudas al sector. "Una vez que conozcamos los datos y hablado con todos nuestros socios tomaremos la decisión que sea mejor para los intereses de los españoles", apuntaba ayer Rajoy, insistiendo en la idea anunciada un día antes por el ministro de Economía, Luis de Guindos.

Esta misma postura es la que ha adoptado Bruselas, que asegura que no moverá ficha con la recapitalización de la banca hasta conocer los informes de Oliver Wyman y Roland Berger, las dos consultoras que evalúan las cifras de los bancos españoles.

Dichos análisis se esperan para la segunda quincena de este mes, pero el flujo de información al respecto y las crecientes tensiones del mercado podrían haber precipitado los hechos. La rebaja de rating de Fitch de ayer, que ha dejado la calificación de la deuda española a dos peldaños del bono basura, no ha ayudado a calmar los ánimos.

Desde Bruselas se ha insistido en los últimos días en la urgencia de que España pida ayuda para sus bancos, y esta semana han reconocido que están estudiando con carácter urgente la forma de llevarlo a cabo. Los principales escollos a la acción europea eran Alemania, que se mostraba contraria a limitar el rescate al sector financiero, y el propio Ejecutivo español, que se resiste a una intervención del país y a las condiciones políticas que implicaría.

"El Gobierno de España se ha dado cuenta de la seriedad de su problema", señala la fuente germana a Reuters, que añadió que la decisión debe ser tomada antes de las elecciones de Grecia, que se celebran el próximo 17 de junio.



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De Krugman y Diocleciano

De Krugman y Diocleciano

Mises Daily: Viernes, 08 de junio 2012 por

 
A

Hace varias semanas, un intercambio más interesante ocurrió en Bloomberg News en la que el candidato presidencial Ron Paul, la voz más importante de las políticas de la Escuela de Economía de Austria, se enfrentaron contra Paul Krugman, del New York Times el columnista económico y reciente ganador del Premio Nobel de Economía. Mientras que la totalidad del debate es digno de mención, una porción en particular del tipo de cambio se destaca:

Paul Krugman: ". Yo no soy un defensor de las políticas económicas del emperador Diocleciano Vamos a dejar eso en claro."

Ron Paul: ". Bueno, usted está en cierto modo, usted es Eso es exactamente lo que estás defendiendo.".

Afortunadamente, esta es una afirmación fácil de probar dado copiosos escritos de Krugman y la información histórica bastante extensa disponible sobre el emperador romano Diocleciano. Una mirada a la de Krugman del New York Times blog y piezas de opinión permite un resumen bastante fácil de sus posiciones: el 8 de enero de 2009, propuso desacreditado presidente Obama de "paquete de estímulo" de $ 775 millones de dólares como "no suficiente", el 19 de abril de 2009, hizo un llamamiento para una "creíble" el compromiso de una mayor inflación, y el 7 de octubre de 2010, citó programas como la presa Hoover, el canal de Erie, y el Sistema Interestatal de Carreteras como ejemplos del tipo de proyectos requiere de revitalizar la moribunda economía. Más recientemente - en particular durante su 30 de abril 2012, el debate con el Dr. Paul - Krugman ha enérgicamente expresó la opinión de que la caída continua debe en gran parte a las medidas monetarias y fiscales suficientemente intervencionistas llevadas a cabo por el gobierno y la Reserva Federal. Pero mientras que el estancamiento actual de la economía de los EE.UU. - ahora en su quinto año - ha sido desgarrador, el Imperio Romano hacia el emperador Diocleciano en el siglo tercero CE disminuía con rapidez, una sombra de su antiguo poder.

Década tras década de los gastos incontrolados, una parte sustancial de lo que fui a comprar la lealtad de los militares, finalmente dio lugar a una inflación galopante y luego en espiral hacia la hiperinflación. Entre 235 y 284 CE, no menos de 20 figuras diferentes, desde los políticos a los generales, se apoderó del trono, por lo general cada transición de inicio y fin de la violencia. Aprovechando la conmoción, vecinos tribus germánicas volvieron más atrevidos, el lanzamiento de las invasiones en la medida en el imperio como Italia adecuada. Otras potencias vecinas, incluyendo la enorme imperio sasánida persa se alzaba, con hambre mirando declive del Imperio Romano.

Este fue un Imperio Romano lejos de los gloriosos días de Augusto y la Pax Romana, el miedo y la ruina ahora estaban a la orden del día. Con los precios disparados y la economía inundada de monedas sin valor, el trueque se convirtió en la base para las transacciones, aumentando aún más las dificultades. Muchos ciudadanos romanos huyeron de las ciudades para reclamar tierras en el campo o para entrar en relaciones de aparcería, con los terratenientes, en cualquier caso, la elección de ganarse la existencia a nivel de subsistencia. Muchas pequeñas empresas, oficios productivos y habilidades artesanales fueron abandonados a raíz del éxodo. Y finalmente, en una culminación escatológica , una plaga virulenta extendido por todo partes del Imperio, matando a un número incalculable. En 259 dC, el imperio se dividió en tres estados separados.

Aureliano, emperador de 270 a 275 dC, emprendió una serie de reformas destinadas a revertir la caída. En primer lugar tomó la acción militar: derrotó a varias de las tribus que invaden alemanes en una serie de campañas que les apartó de las fronteras, los muros construidos y las obras de defensa, y por la fuerza reintegrarse a las regiones secesionistas.

A continuación, trató de abordar el colapso monetario de una manera nueva: en lugar de seguir degradando el contenido metálico de las monedas (que para ese entonces eran simplemente sumergido en plata o cobre), que reminted nuevas versiones de viejos, monedas insignificantes y proclamaron su valor: la confianza de ser su vehículo elegido para resucitar el sistema monetario. Mientras que las monedas varía de uno a otro en el contenido de metal real, se decretó que varias denominaciones de las nuevas monedas, llamadas antoninianos , los que se suman a predebasement un denario.

Esto fue sólo una táctica psicológica para estabilizar el sistema monetario, por supuesto, pero funcionó hasta cierto punto, y como valores de la moneda se estabilizó, los precios se estabilizó también. Pero en un tema que volvería a su sucesor, el tejón, muchas de las medidas de éxito que emprendió al mismo tiempo socavó otros, paralizando la economía romana aún más. Un ejemplo es la estrategia de Aureliano para mantener la fuerza de trabajo urbana en las ciudades, que anticipa la implementación y consecuencias no deseadas del estado del bienestar moderno:

En el año 274 dC el emperador Aureliano, que desee prestar la cuna a la tumba la atención a la ciudadanía, declaró el derecho al alivio de la que es hereditario. Aquellos cuyos padres recibieron beneficios del gobierno tenían derecho como cuestión de derecho a las prestaciones también. Y, Aureliano dio beneficiarios de asistencia social del gobierno-al horno de pan (en lugar de la vieja práctica de darles trigo y dejarlos cocer su propio pan), y añadió sin sal, carne de cerdo y aceite de oliva. No es sorprendente que las filas de la improductiva engordaba, y las filas de la productividad creció más delgada. [1]

Con la economía romana temporalmente estable, pero precariamente equilibrada, el escenario estaba listo para el ascenso de Cayo Valerio Diocleciano Aurelis Augusto. Desde una infancia sencilla en la actual Croacia, Diocleciano ascendió en las filas militares para convertirse en un general, y emergen en medio del tumulto del final del siglo tercero como emperador en el 284 EC.

Él entró en acción. En primer lugar, el Estado romano necesitaba botín para lograr sus fines, y Diocleciano encontró las arcas imperiales inadecuadamente almacenados, incluso después de las medidas provisionales de Aureliano. Así que su empresa importante fue, en términos modernos, para "racionalizar" el entonces casual de rentas internas del aparato.

En primer lugar, se evaluó la necesidad de aumentar la eficacia de la recaudación de impuestos con el ojo de un especialista en logística militar, y lo hizo mediante la sistematización del conocimiento del Estado sobre la riqueza de la población y los recursos. Lo hizo mediante una medida de estado policial que nos es familiar hoy en día: el censo. En segundo lugar, con esos datos, las legiones de contadores públicos de nuevo ingreso y los agentes de recolección se puso a calcular la cantidad exacta - directamente, en moneda o en especie - un individuo o de la comunidad estaría obligada a pagar: capitatio , más o menos se traduce en responsabilidad fiscal ". " El principio era absolutista a su núcleo, con el Estado romano que reivindica el derecho a tomar la medida de lo que necesitaba de la población a que prosiga sus autodeterminadas mandatos. Liquidaciones de impuestos y las colecciones fueron burocratizados ahora. Y, por último, el corazón del imperio - la actual Italia - perdió su largo codiciado exención de impuestos.

Es importante volver, aquí, a la afirmación de Krugman de que él no aboga por políticas similares a la de Diocleciano. De hecho, el 19 de enero de 2012, Krugman escribió que "La principal razón [de] que la paguen los ricos tan poco [de impuestos] es que la mayoría de sus ingresos toma la forma de ganancias de capital, que se gravan a un tipo máximo del 15 por ciento, muy por debajo del máximo en los sueldos y salarios, "va a decir que" las afirmaciones [de que el capital de bajo impuesto a las ganancias promover el crecimiento económico y la creación de empleo] son ​​falsas ". En lo que sugiere que los impuestos sobre estas formas de inversiones: instrumentos financieros, participaciones en entidades empresariales, la propiedad, y similares, por no hablar de la participación en cuenta las inversiones alternativas - se elevó de manera espectacular, y teniendo en cuenta la naturaleza a menudo falta de liquidez de dichas participaciones, Krugman es fundamentalmente promocionando un moderno pago en especie código tributario dirigida a los ricos.

Con la maquinaria de la apropiación masiva codificado y personal, Diocleciano dirigió su atención hacia otras cuestiones más urgentes de la época: el mantenimiento de la lealtad de los militares y el trabajo para detener la agitación social mediante la construcción de lastres económicos de Aureliano. Su entrada en vigor el próximo, en el 286 dC, fue emitir una moneda de oro casi puro, una nueva aureus , ponchó a 60 a 1 libra de oro. Se utiliza solamente, sin embargo, que pagar generales y administradores de alto nivel, como el oro era muy escaso. De acuerdo con Gresham, el oro había desaparecido de la circulación durante los estragos de la reciente hiperinflación - enterrado, se fundió en las placas, o moldeada en joyas y ornamentos. Los soldados estaban todavía en gran parte pagado en bienes, que tuvieron que ser recogidos (o la incautación) de la población general, las innovaciones que más monetarios eran necesarias; el pago de los militares era de suma importancia para Diocleciano a permanecer en control.

El contenido de plata de la política denario se ha mejorado, añadiendo valor económico real de Aureliano medidas de confianza. A lo largo del imperio, sin embargo, los precios comenzaron a subir una vez más. Lo que Diocleciano no puede haber sabido (y, si lo hacía saber que, tal vez no le han dado que pensar, como los antiguos romanos tenían muy pocas las teorías económicas) es que sus políticas fiscales estaban saboteando sus intentos de mejora de la moneda. Las casas de moneda del Estado estaban vertiendo grandes cantidades de las nuevas monedas en circulación para pagar sus otros programas. Y esos programas, una ola de grandes proyectos de obras públicas-, se tradujo en el gobierno romano pujando entidades privadas, corriendo los precios de una copia de seguridad en el proceso. "De ninguna manera", escribió CE Van Sickle de Franklin College, son "los más pequeños de las reclamaciones de Diocleciano a la preeminencia entre los emperadores romanos que se encuentran en su energía ... como [una] constructor". [2] Desde la Galia a África , carreteras, puentes, acueductos, baños y templos - y una de ellas había tres enormes depósitos de armas en Damasco, Antioquía y Emesa - fueron construidos ya sea nuevo o, en su reparación había caducado, se fijaron.

Pero al menos un crítico de la época consideraron los proyectos de infraestructura como "la extravagancia imprudente en el gasto de fondos públicos", castigando el esfuerzo :

A continuación, las salas públicas, no un circo, aquí una casa de moneda, y hay una fábrica de tiendas bélicos; en un solo lugar una habitación para su esposa, y en otro lugar para su hija.

Para administrar el sistema tributario recientemente renovado, las casas de moneda hiperactivos, multitud de proyectos de obras públicas y los asuntos de la tetrarquía incipiente - la división de Diocleciano del imperio en cuatro regiones administradas por separado - la burocracia romana explotó.

Él creó juntas ... tantos, comisiones, y las oficinas que cada romano, con las pretensiones de influencia política tenía un empleo del gobierno, mientras que sus compañeros menos afortunados ciudadanos se están dejando impuestos a muerte por el apoyo de una burocracia benévola. [3]

Sumariamente las inundaciones de una economía con dinero trae inevitablemente a las fuerzas de la inflación de llevar, y antes de que soldados y civiles largos fueron de nuevo no pueden pagar los alimentos básicos de la vida debido a los costos en rápido aumento de la vida.

Con un ministerio fiscal despótica en el trabajo y de haber observado un breve respiro de los altos precios, el retorno de la inflación galopante, sin duda, debe haber frustrado y confundido Diocleciano. Se volvió hacia el último reino del discurso libre y voluntaria: los mercados.

Es cierto que Krugman no "defender" las políticas económicas de Diocleciano, las defendidas por él coincide casi exactamente de Diocleciano.

El posterior intento de controlar los precios fue el más radical en la historia de Roma, pero no es la primera: dos siglos antes, Graco emitió la Lex Sempronia frumentaria, que impuso un precio inferior al del mercado en el grano destinado a consumo público. La iniciativa de Diocleciano llegó en la forma de su Edicto de Precios Máximos ( Edictum De Rerum Pretiis Venalium ), publicado y promulgado en 301CE.

Fue más ambicioso, el establecimiento de precios máximos para más de 900 productos, 130 laborales, salarios y gastos de transporte y publicado ampliamente en todo el imperio, tanto en griego y latín. Además, el preámbulo del edicto informa a un arsenal demagógico que continúa sirviendo a los políticos para el día de hoy. Comienza apelando a la selección divina y el militarismo, que evoca el carácter indispensable del imperio:

Es posible gracias a la buena fortuna de nuestro estado, así como los dioses inmortales, en recuerdo de las guerras que hemos librado con éxito ... [y] por el apoyo de las fuerzas sobrenaturales de los benevolentes ... seguro que [la estabilidad económica] ... con la Justicia refuerzos merece.

Se sigue apelando a la envidia plebeya ("La codicia raves y quema y no establece un límite en sí mismo ... en la rasgadura de las fortunas de todos."), Hasta alcanzar un crescendo de la lucha de clases inflamatoria (los ricos ", se revuelcan en las mayores riquezas, con que las naciones podría haber sido satisfecho ... día tras día ... llevar a [ing] de tanto [que] ni siquiera saben [lo] que tienen! "), y en última instancia, ofreciendo promesas de saciar una venganza rápida (" Hacia los recursos, por lo tanto, ... que entrar en acción. No atender a las quejas. ").

Se va a caracterizar los aspectos del negocio como incomprensible, confundir la complejidad con el engaño ("[E] l ajuste de cuentas lengua humana no puede desenredar ... toda la contabilidad y la escritura [s.]"), Pone en peligro los especuladores ("Tampoco estará ... exentos de una lesión ... el tipo que supone que [se] detener las clases necesarias de la comida o el servicio al que los tiene ... el castigo debe ser aún más grave para alguien que inicia una escasez ") y, en general critica con el sistema de precios:" [ s] lgunas personas son ... [así que] deseosos de obtener un beneficio ... [que] se apoderan de la abundancia de la prosperidad general y estrangularlo. "

Si bien es cierto que hubo una crisis económica a pie, es probable que Diocleciano era mucho menos interesados ​​en la protección del ciudadano común romana de lo que era en el mantenimiento de la disposición y el favor de su última línea de defensa: las fuerzas armadas. "[A] n la inspección de los elementos [enumerados en el] decreto ... revelan [s] de que la mayoría de los precios máximos de orden se refieren a los artículos que entran en gran medida en las tiendas militares." Los soldados pueden ya rebelarse contra los precios inflacionarios y la confiscación de los alimentos a la población civil, como los escritos del siglo 6 º informe de Malalas que en todo este tiempo "depósitos para el almacenamiento de grano se establecieron [] ... para que ningún minorista debe ser engañado por el los soldados. "

No mucho tiempo después de que el edicto fue publicado, ya pesar de las prohibiciones explícitas contra el acaparamiento, las tiendas empezaron a cerrar y los bienes comenzaron a desaparecer de los mercados romanos. Los disturbios civiles más de la disponibilidad de alimentos estalló. Con casas de la moneda continua para producir las ondas de marea de las monedas y los trabajos de infraestructura continúa sin cesar, el edicto llevado a más agitación social:

Para más meros bagatelas, se derramó sangre y, por miedo, no se le ofreció para la venta y la escasez creció mucho peor, hasta que, después de la muerte de muchas personas, el [Edicto de Precios Máximos], fue derogada. [4]

Si el decreto es revelador, la crítica académica que sigue también lo es. Un estudioso culpa del fracaso del edicto en su carácter incompleto, si el historiador cree que la lista debería haber incluido los precios aún más draconianas o más esfuerzos que se han utilizado para la captura y ejecución de incorregibles (o ambos) se deja a la mente del lector.

Pero hay una diferencia entre la revocación de una ley y no las aplica, y la carga reguladora del edicto parece haber sobrevivido, aunque no ejecutadas, en algunos lugares:

El gobierno continuó exigiendo las declaraciones de los precios de la corporación de los comerciantes de diversos productos durante muchas décadas después ... [una investigación] muestra [s] de que la práctica continuó por lo menos tan tarde como el 359. Por otra parte un grupo de del siglo V muestra los papiros que los datos de estas declaraciones eran en ese momento todavía compilado a nivel provincial.Descargar PDF

En cualquier caso, los romanos aprendieron una lección que no se repita otra vez por casi 1.600 años: que el intento de controlar la inflación mediante controles de precios es como tratar de controlar la obesidad con el uso de ropa apretada: los resultados son por lo general frustrante, a menudo doloroso, y a veces profundamente embarazoso.

Para Krugman, una vez más: si bien es cierto que él no tiene, hasta ahora, abogó por una nivelación de los precios al consumo o bienes de capital-, que ha defendido a gritos la existencia de bancos centrales y apoyó su misión de fijar el precio del dinero a través de los intereses tasa de focalización, lo que equivale a la fijación de precios a través de la economía en su conjunto en un artilugio monetaria única.

También podemos ver el impacto de las reformas de Diocleciano en el surgimiento de una nueva característica, pero profundamente significativo en la vida del pueblo romano: paredes. Tienen en cuenta no sólo las nuevas sensibilidades de la arquitectura, pero las preocupaciones sociales y económicas, así. Arqueológicamente, es en torno a la época de la crisis económica y la publicación del Edicto sobre precios máximos que los muros - más alto, más grueso y más abundante que antes - comienzan a aparecer, recorriendo los barrios civiles. Para no poca medida, esto refleja el desglose de la civilidad, la retirada de la vida económica, y la reacción a la sustitución sistemática de la ley moral por los impuestos por el Estado los códigos y reglamentos.

A pesar del fracaso de su intento de imponer una economía de mando, Diocleciano se retiró pacíficamente de una propiedad después de más de dos décadas de gobierno. La política espíritu de los tiempos de intervención y coerción estaba vivo cuando asumió el cargo, pero debajo de él creció y se desarrolló mucho más allá de tratar de influir en la disponibilidad de comestibles o reducir la libertad de los ciudadanos romanos para negociar los precios: "Diocleciano intento de ... dio lugar a la regimentación completo bajo un Estado totalitario ". En las décadas siguientes, a pesar de las reformas monetarias limitadas de Constantino, los impuestos se incrementaron de forma incremental y la apariencia vaga de la empresa privada aplastados progresivamente.

En comparación con América junto con los iconos políticos, Diocleciano parece que la ur -Franklin Delano Roosevelt. Inmerso desde el comienzo de su reinado en extremas circunstancias económicas, y obligado a elegir entre los amarres de constricción de la represión y los mares peligrosos, expansivos de mayor libertad, se dobló hacia abajo en el poder, en un intento de anular la relación entre la oferta y la demanda y reducir la el espíritu gregario, el hombre emprendedor de puntos en un gráfico o constantes en una ecuación.

Es certificable cierto que Krugman no "defender" las políticas económicas de Diocleciano, sino que las defendidas por él coincida con las personas juzgadas por Diocleciano casi exactamente. El economista Premio Nobel llama a gritos por impuestos más altos, lo cual era un objetivo político específico del emperador romano. Se incita a los responsables políticos para crear más dinero y dirigirse a niveles más altos de la inflación - que Diocleciano hizo, con resultados claramente negativos. La acumulación masiva de Diocleciano, en ambos proyectos de construcción financiados por el Estado y una burocracia estatal ampliado se corresponden perfectamente con las especificaciones de Krugman de gran amplificación de empleo del Estado las iniciativas.

Sin embargo, los planteamientos fiscales ineptos, la inflación y la fijación de precios de los emperadores romanos se puede, en parte, se excusó en virtud de su haber tenido poco de historia para consultar junto con un número limitado de teorías económicas, todos los cuales fueron basados ​​en la teología panteísta. Con 2.000 años de historia registrada entre las calamidades tercio del siglo del Imperio romano y el día de hoy, más un puñado de recientes y bien documentados crackups económicos perusable en medio de una amplia gama de desacreditadas teorías económicas-lo que puede excusas Krugman ofrece?

Referencias

Mitchell, H. 1947. "El Edicto de Diocleciano: un estudio de fijación de precios en el Imperio Romano." En La Revista Canadiense de Economía y Ciencia Política , vol. 13, N ° 1.

Adams, Colin EP [2007] 2010. "La burocracia y el poder en Egipto de Diocleciano". En Actas del Congreso Vigésimo Quinto Internacional de papirología . Ann Arbor: Estudios Americanos en papirología.

Allen, Robert C. 2007. "¿Cómo prósperos eran los romanos? Los datos de Precio Edicto de Diocleciano". Documento de trabajo 363. Departamento de Economía de la Universidad de Oxford.

Van Sickle, 1930 EC. "Obras Públicas de África en el reinado de Diocleciano." En Filología Clásica , vol. 25, n º 2. Chicago: University of Chicago Press.

Hubbard, Arthur J. 1913. El destino de los imperios: Ser una investigación sobre la estabilidad de la civilización . Londres: Longhams, Green and Co.

Gibbons, Edward. 1777. La Historia de la decadencia y caída del Imperio Romano . Londres: Lackington, Alley & Co.

Universidad de Pennsylvania Law Review y el Registro de Derecho Americano. 1920. Universidad de Pennsylvania: Philadelphia.

Haskell, HJ 1939. El New Deal en la Antigua Roma: Cómo el gobierno en el mundo antiguo tratado de lidiar con los problemas modernos . Nueva York: Alfred Knopf K..

Notas

[1] Lawrence W. Reed, "" Gladiator "debería recordarnos las lecciones de la antigua Roma," Mackinac.org.

[2] Van Sickle, 1930 EC. "Obras Públicas de África en el reinado de Diocleciano." En Filología Clásica , vol. 25, n º 2. Chicago: University of Chicago Press.

[3] AW Ferrín, "El alto costo de vida", Moody 's , volumen 14, número 5 (octubre de 1912), p. 347 .

[4] HJ Haskell, el New Deal en la Antigua Roma , p. 220.


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MISES dAILYOf Krugman and Diocletian

Of Krugman and Diocletian

Mises Daily: Friday, June 08, 2012 by

Several weeks ago, a most intriguing exchange occurred on Bloomberg News wherein presidential candidate Ron Paul, the foremost voice for Austrian School economic policies, faced off against Paul Krugman, New York Times economic columnist and recent winner of the Nobel Prize for economics. While the entire debate is noteworthy, one particular portion of the exchange stands out:

Paul Krugman: "I am not a defender of the economic policies of the emperor Diocletian. Let's just make that clear."

Ron Paul: "Well, you are. In a way, you are. That's exactly what you're defending."

Fortunately, this is an easy assertion to test given Krugman's copious writings and the fairly extensive historical information available regarding the Roman emperor Diocletian. A look at Krugman's New York Times blog and op-ed pieces allows for a fairly easy summation of his positions: on January 8, 2009, he disparaged President Obama's proposed "stimulus package" of $775 billion as "not enough"; on April 19, 2009, he called for a "credible" commitment to higher inflation; and on October 7, 2010, he cited such programs as the Hoover Dam, the Erie Canal, and the Interstate Highway System as examples of the type of projects required to revitalize the moribund economy. More recently — including during his April 30, 2012, debate with Dr. Paul — Krugman has strenuously expressed the view that the continuing slump owes largely to insufficiently interventionist monetary and fiscal measures undertaken by the government and the Federal Reserve. But while the ongoing stagnation of the US economy — now in its fifth year — has been wrenching, the Roman Empire facing Emperor Diocletian in the 3rd century CE was dwindling rapidly; a shadow of its former might.

Decade after decade of uncontrolled spending, a substantial part of which went to purchase the military's loyalty, finally resulted in runaway inflation and then spiraled into hyperinflation. Between 235 and 284 CE, no less than 20 different figureheads, from politicians to generals, seized the throne; each transition typically starting and ending in violence. Capitalizing on the upheaval, neighboring Germanic tribes grew bolder, launching invasions as far into the empire as Italy proper. Other neighboring powers, including the massive Sassanid Persian Empire loomed, hungrily eyeing Rome's decline.

This was a Roman Empire far from the glorious days of Augustus and the Pax Romana; fear and ruin were now the order of the day. With prices rocketing up and the economy awash in valueless coins, barter became the basis for transactions, further increasing hardship. Many Roman citizens fled the cities to claim lands in the countryside or to enter into tenant-farming relationships with landowners; in either case, choosing to eke out a subsistence-level existence. Many small businesses, productive trades and craft skills were abandoned in the wake of exodus. And finally, in an eschatological capstone, a virulent plague spread throughout portions of the empire, killing untold numbers. By 259 CE, the empire splintered into three separate states.

Aurelian, emperor from 270 to 275 CE, undertook a series of reforms intended to reverse the slide. First he took military action: he defeated several of the encroaching German tribes in a series of campaigns that pushed them back from the borders, built walls and defensive works, and forcibly reintegrated the secessionist regions.

Next, he sought to address the monetary collapse in a novel way: instead of further degrading the metal content of the coins (which by this time were simply dipped in silver or copper), he reminted new versions of older, trifling coins and proclaimed their value: confidence being his chosen vehicle for resuscitating the monetary system. While the coins varied from one to the next in actual metal content, it was decreed that several denominations of the new coins, called antoniniani, would add up to one predebasement denarius.

This was only a psychological tactic to stabilize the monetary system, of course, but it worked to some degree and as coin values stabilized, prices leveled off as well. But in a theme that would return to badger his successor, many of the successful measures he undertook simultaneously undermined others, crippling the Roman economy still further. An example is Aurelian's strategy to keep the urban workforce in the cities, which anticipates both the implementation and unintended consequences of the modern welfare state:

In the year 274 AD Emperor Aurelian, wishing to provide cradle-to-grave care for the citizenry, declared the right to relief to be hereditary. Those whose parents received government benefits were entitled as a matter of right to benefits as well. And, Aurelian gave welfare recipients government-baked bread (instead of the old practice of giving them wheat and letting them bake their own bread) and added free salt, pork, and olive oil. Not surprisingly, the ranks of the unproductive grew fatter, and the ranks of the productive grew thinner.[1]

With the Roman economy temporarily stable but precariously balanced, the stage was set for the ascendance of Gaius Aurelis Valerius Diocletianus Augustus. From a simple upbringing in modern day Croatia, Diocletian rose through the military ranks to become a general and emerge amid the tumult of the end of the 3rd century as emperor in 284 CE.

He sprang into action. First and foremost, the Roman state needed plunder to accomplish its ends, and Diocletian found the imperial coffers inadequately stocked even after Aurelian's stopgap measures. So his first major undertaking was, in modern terms, to "rationalize" the then-haphazard internal-revenue apparatus.

First, he assessed the need to increase the effectiveness of tax collecting with the eye of a military logistician, and he did so by systematizing the state's knowledge about the population's wealth and resources. He did this using a police-state measure familiar to us today: the census. Second, with that data, legions of newly hired government accountants and collection agents set about calculating exactly how much — directly, in currency or in kind — a given individual or community would be required to pay: capitatio, roughly translating to "tax liability." The principle was absolutist to its core, with the Roman state asserting the right to take as much as it needed from the populace to pursue its self-determined mandates. Tax assessments and collections were now bureaucratized. And finally, the heartland of the empire — present-day Italy — lost its long-coveted tax exemption.

It is important to return, here, to the Krugman's assertion that he doesn't advocate policies akin to Diocletian's. In fact, on January 19, 2012, Krugman wrote that "The main reason [that] the rich pay so little [in taxes] is that most of their income takes the form of capital gains, which are taxed at a maximum rate of 15 percent, far below the maximum on wages and salaries," going on to say that "claims [that low capital gains tax promote both economic growth and job creation] are false." In suggesting that taxes on these forms of investments — financial instruments, ownership in corporate entities, property, and the like, not to mention carried interest on alternative investments — be raised dramatically, and considering the often-illiquid nature of such holdings, Krugman is essentially touting a modern payment-in-kind tax code directed at the wealthy.

With the machinery of mass appropriation codified and staffed, Diocletian turned his attention toward the other pressing issues of the era: maintaining the military's loyalty and working to arrest social upheaval by building on Aurelian's economic ballasts. His next enactment, in 286 CE, was to issue a nearly pure gold coin, a new aureus, struck at 60 to 1 pound of gold. It was only used, however, to pay generals and high-level administrators, as gold was in very short supply. As per Gresham, gold had disappeared from circulation during the ravages of the recent hyperinflation — buried, melted into plates, or molded into jewelry and ornaments. Soldiers were still largely paid in goods, which had to be collected (or seized) from the broad population, so further monetary innovations were necessary; paying the military was of utmost importance for Diocletian to remain in control.

The silver content of the common denarius was improved, adding real economic value to Aurelian's confidence-building measures. Throughout the empire, however, prices began to rise yet again. What Diocletian may not have known (and, if he did know it, it might not have given him pause, as the ancient Romans had few economic theories) is that his fiscal policies were sabotaging his attempts at currency improvement. The state mints were pouring vast quantities of the new coins into circulation to pay for his other programs. And those programs, a wave of vast public-work projects, resulted in the Roman government outbidding private entities, running prices back up in the process. "By no means," wrote C.E. Van Sickle of Franklin College, are "the least of Diocletian's claims to pre-eminence among the Roman emperors to be found in his energy … as [a] builder."[2] From Gaul to Africa, roads, bridges, aqueducts, baths, and temples — not least of which were three huge armories in Damascus, Antioch, and Emesa — were either built anew or, where repairs had lapsed, were fixed.

But at least one contemporary critic saw the infrastructural projects as "reckless extravagance in the expenditure of public funds," chastising the effort:

Here public halls, there a circus, here a mint, and there a factory for warlike stores; in one place a habitation for his wife, and in another place one for his daughter.

To manage the newly revamped tax system, the hyperactive mints, multitudes of public-work projects and the affairs of the nascent Tetrarchy — Diocletian's division of the empire into four separately managed regions — the Roman bureaucracy exploded.

He … created so many boards, commissions, and bureaus that every Roman with any pretensions to political pull had a government job, while his less fortunate fellow-citizens were fast being taxed to death for the support of a benevolent bureaucracy.[3]

Summarily flooding an economy with money inevitably brings the forces of inflation to bear, and before long soldiers and civilians were again unable to afford the staples of life due to rapidly escalating costs of living.

With a despotic tax ministry at work and having observed a brief respite from soaring prices, the return of rampant inflation must undoubtedly have frustrated and confused Diocletian. He turned to the last realm of free and voluntary discourse: the markets.

It's true that Krugman doesn't "defend" Diocletian's economic policies; those advocated by him match Diocletian's almost precisely.

The subsequent attempt to control prices was the most sweeping in Rome's history, but not the first: two centuries earlier, Gracchus issued the Lex Sempronia Frumentaria, which imposed a below-market price on grain designated for public consumption. Diocletian's initiative came in the form of his Edict on Maximum Prices (Edictum De Pretiis Rerum Venalium), published and promulgated in 301CE.

It was most ambitious, setting price ceilings for over 900 commodities, 130 labor wages, and freight charges and published broadly throughout the empire in both Greek and Latin. In addition, the preamble of the edict informs a demagogic armamentarium that continues to serve politicians to this day. It begins by appealing to divine selection and militarism, evoking the indispensability of the empire:

We may thank the good fortune of our state, as well as the immortal gods, on remembering the wars we have waged successfully … [and] by supernatural forces' benevolent support … will secure [economic stability] … with the reinforcements Justice deserves.

It continues by appealing to plebian envy ("Greed raves and burns and sets no limit on itself … in ripping up the fortunes of all."), rising to a crescendo of inflammatory class warfare (the wealthy "wallow in the greatest riches, with which nations could have been satisfied … day after day … carry[ing] off so much [that] they don't even know [what] they have!"), and ultimately offering sating promises for swift retribution ("Toward remedies, therefore … we spring into action. We care not for complaints.").

It goes on to characterize aspects of business as incomprehensible, conflating complexity with deception ("[T]he human tongue's reckoning cannot untangle … all the accounting and the deed[s.]"), threatens speculators ("Nor will he be … exempt from injury … the sort who supposes that he [will] hold back necessary kinds of food or service when he has them … the punishment ought to be even more serious for someone who initiates a scarcity") and generally excoriates the price system: "[s]ome people … are [so] eager to turn a profit … [that] they seize the abundance of general prosperity and strangle it."

While it is true that there was an economic crisis afoot, it is likely that Diocletian was much less interested in protecting the common Roman citizen than he was in maintaining the readiness and favor of his last line of defense: the military. "[A]n inspection of the items [listed in the] edict … reveal[s] that a majority of the maximum prices ordered refer to articles that enter largely into military stores." Soldiers may have already been rebelling against the inflationary prices and confiscating food from civilians, as the 6th century writings of Malalas report that at around this time "warehouses for the storage of grain [were established] … so that no retailer should be cheated by the soldiery."

Not long after the edict was published, and despite explicit prohibitions against hoarding, shops began to close and goods began to disappear from Roman markets. Civil disturbances over the availability of food broke out. With mints continuing to churn out tidal waves of coins and the infrastructural work continuing unabated, the edict led to more social upheaval:

For merest trifles, blood was shed and, out of fear, nothing was offered for sale and the scarcity grew much worse until, after the death of many persons, the [Edict on Maximum Prices] was repealed.[4]

If the edict is revealing, the academic criticism that follows it is equally so. One scholar blames the failure of the edict on its incompleteness; whether the historian believes that the list should have included even more prices or more draconian efforts should have been used to catch and execute incorrigibles (or both) is left to the reader's mind.

But there is a difference between rescinding a law and not enforcing it, and the regulatory burden of the edict seems to have survived, albeit unenforced, in some places:

The government continued to demand declarations of prices from the corporation of dealers in various commodities for decades afterward … [some research] show[s] that the practice continued at least as late as 359. Moreover a group of fifth-century papyri show that the data from these declarations were at that time still compiled at the provincial level.Download PDF

Whatever the case, the Romans learned a lesson that wouldn't be repeated again for almost 1600 years: that attempting to control inflation through price controls is like attempting to control obesity by wearing tight clothing: the results are generally frustrating, often painful, and sometimes deeply embarrassing.

To Krugman, again: while it is true that he has not, as yet, advocated for a capping of consumer or capital-goods prices, he has vociferously defended the existence of central banks and endorsed their mission to set the price of money via interest-rate targeting, which is tantamount to fixing prices across the entire economy in a singular monetary contrivance.

We may also view the impact of Diocletian's reforms in the rise of a new but deeply significant feature in the lives of the Roman people: walls. They reflect not only new architectural sensibilities but social and economic concerns as well. Archeologically, it is at around the time of the continuing economic crisis and the publication of the Edict on Maximum Prices that walls — higher, thicker, and more plentiful than before — begin to appear, crisscrossing civilian neighborhoods. To no small extent, this reflects the breakdown of civility, the disengagement from economic life, and the reaction to the systematic replacement of moral law by state-imposed codes and regulations.

Despite the failure of his attempt to impose a command economy, Diocletian retired peacefully to an estate after over two decades of rule. The political zeitgeist of intervention and coercion was alive when he took office but under him it grew and evolved far beyond attempting to influence the availability of comestibles or reducing the freedom of Roman citizens to negotiate prices: Diocletian's "attempt … resulted in complete regimentation under a totalitarian state." Over subsequent decades, despite the limited currency reforms of Constantine, taxes were incrementally increased and the vague semblance of private enterprise progressively crushed.

Compared alongside American political icons, Diocletian seems the ur–Franklin Delano Roosevelt. Immersed from the very start of his reign in exigent economic circumstances, and forced to choose between the constrictive moorings of repression and the dangerous, expansive seas of greater liberty, he doubled down on power, attempting to annul the relationship between supply and demand and reduce the gregarious, enterprising spirit of man to points on a graph or constants in an equation.

It is certifiably true that Krugman doesn't "defend" Diocletian's economic policies; rather, those advocated by him match those tried by Diocletian almost precisely. The Nobel Prize economist calls vociferously for higher taxes, which was a specific policy objective of the Roman emperor. He goads policy makers to create more money and target higher levels of inflation — which Diocletian did, with clearly adverse outcomes. Diocletian's massive buildup in both state-funded construction projects and a broadened state officialdom correspond neatly with Krugman's specification of greatly amplified state-employment initiatives.

But the inept tax, inflation, and price-fixing approaches of Roman emperors can, in part, be excused by virtue of their having had little history to consult alongside a limited number of economic theories, all of which were grounded in pantheistic theology. With 2,000 years of recorded history between the 3rd-century calamities of the Roman Empire and the present day — plus a handful of recent, well-documented economic crackups perusable amid a wide range of discredited economic theories — what excuses can Krugman offer?

References

Mitchell, H. 1947. "The Edict on Diocletian: A Study of Price Fixing in the Roman Empire." In The Canadian Journal of Economics and Political Science, Vol. 13, No. 1.

Adams, Colin E. P. [2007] 2010. "Bureaucracy and Power in Diocletian's Egypt." In Proceedings of the Twenty-Fifth International Congress of Papyrology. Ann Arbor: American Studies in Papyrology.

Allen, Robert C. 2007. "How Prosperous Were the Romans? Evidence from Diocletian's Price Edict." Working Paper 363. Department of Economics, Oxford University.

Van Sickle, C.E. 1930. "Public Works of Africa in the Reign of Diocletian." In Classical Philology, Vol. 25, No 2. Chicago: University of Chicago Press.

Hubbard, Arthur J. 1913. The Fate of Empires: Being an Inquiry into the Stability of Civilization. London: Longhams, Green and Co.

Gibbons, Edward. 1777. The History of the Decline and Fall of the Roman Empire. London: Lackington, Alley & Co.

University of Pennsylvania Law Review and American Law Register. 1920. University of Pennsylvania: Philadelphia.

Haskell, H. J. 1939. The New Deal in Old Rome: How Government in the Ancient World Tried to Deal with Modern Problems. New York: Alfred K. Knopf.

Notes

[1] Lawrence W. Reed, "'Gladiator' Should Remind Us of Lessons from Ancient Rome," Mackinac.org.

[2] Van Sickle, C.E. 1930. "Public Works of Africa in the Reign of Diocletian." In Classical Philology, Vol. 25, No 2. Chicago: University of Chicago Press.

[3] A.W. Ferrin, "The High Cost of Living," Moody's, volume 14, number 5 (October 1912), p. 347.

[4] H.J. Haskell, The New Deal in Old Rome, p. 220.


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Los temas que mantienen en vilo al empresariado: tributos, energía y convenio 169

esperan señales claras en esas materias

Los temas que mantienen en vilo al empresariado: tributos, energía y convenio 169

El episodio "Barrancones" marcó un precedente que los privados no quieren repetir.

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Son varios los empresarios que en privado han amenazado con reestudiar sus proyectos de inversión. Un precedente que al día de hoy no se olvida es la decisión del presidente Piñera con la central Barrancones.

De hecho, ese episodio fue una de las principales causas por las que varios líderes gremiales han pedido públicamente señales claras respecto al panorama energético.

A lo anterior hay que sumar la compleja situación internacional y aunque en Chile se mantiene el crecimiento y con un buen nivel de generación de empleo, para algunos inversionistas "la economía y la empresas pasan por momentos de incertidumbre y desconfianza".

Por ahora, hay tres temas que concentran la preocupación del empresariado.

El primero es la reforma tributaria, pero no por temor a lo que presentó el Ejecutivo, sino por lo que pueda salir del proyecto luego de su paso por el Congreso, donde la Concertación, junto a los otros partidos de oposición, han señalado que es insuficiente y esperan avanzar en mayores cambios a la estructura tributaria.

El segundo eje son definiciones respecto a la matriz energética y el desarrollo de la llamada carretera eléctrica pública. HidroAysén puso nuevamente el tema en el primer punto de la agenda, pero desde hace años se esperan definiciones en un ámbito donde las inversiones toman años en ser concretadas y puestas en funcionamiento. En este punto, han apostado en insistir que el dinamismo que exhibe Chile con un crecimiento del 6% quedará en suspenso, si no se aumenta la oferta de fuentes energéticas para generar una disminución en el costo de generación.

El tercer tema que preocupa al empresariado es la implementación del Convenio 169 de la OIT. Si bien desde el ministerio del Medio Ambiente y desde la propia secretaría general de la Presidencia, se están haciendo esfuerzos para que comience a operar durante este año, surgen dudas de la forma en que se cumplirá con ese convenio y los posibles efectos en los proyectos futuros
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CASO CARTEL DE POLLOS:

FNE: "caso pollos" será un proceso largo

 
El titular de la Fiscalía Nacional Económica (FNE), Felipe Irarrázaval, reconoció que el denominado "caso pollos" será un proceso largo, tal como el otro emblemático caso de colusión: las farmacias.



"Estamos tranquilos en que las cosas se reanuden cuando tengan que reanudarse y estamos preparados para un proceso largo", dijo Irarrázaval.

Sobre a los continuos recursos que ha presentado la Asociación de Productores Avícolas de Chile y que han dejado en espera el proceso, el fiscal señaló que esto es normal. "Recuerden que el caso farmacias fue un proceso que duró tres años y medio, donde Cruz Verde presentó innumerables recursos, en innumerables instituciones", dijo.

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