Hay que considerar que
Jaime Gajardo es nada menos que presidente del
Colegio de Profesores de Chile, esto es, tiene una posición esencial en la educación de los niños chilenos. Si consideramos que Gajardo es un hombre que ha brillado en infinidad de ocasiones por su militante antisemitismo, sólo nos podemos llevar las manos a la cabeza...y decidir hacer algo.
Gajardo es, asimismo, miembro de la Comisión Política del Comité Central del
Partido Comunista Recordemos que, en las últimas décadas, ha brillado igualmente por su antisemitismo. Ver
Antisemitismo en América latinaComo señala Frank Hilzerman en su post,
Héroes Modernos de Chile: Jaime Gajardo O., "por dichos semejantes a los de Gajardo, acaban de cerrar un instituto de estudios islámicos en Canadá". Sí, lo harían en cualquier país civilizado y progresista del mundo. Menos en Latinoamérica y en algunos países del Sur de Europa (no en todos), eso hay que reconocerlo. Sin embargo, parece que en Chile la mayoría de la gente se queda inmóvil, no reacciona. Parece que están jugando -una vez más- al 1,2,3 momia es.
Sí, en momentos en que, en muchos países del Mediterráno (europeo y africano) surgen movimientos de "indignados", en Chile, nadie parece indignarse, a nadie parece importarle que importantes sectores de la política chilena sean infestados con el maléfico germen del racismo antisemita. Tampoco parece importarles que algunos chilenos sean discriminados y descalificados sólo por su origen étnico. Me pregunto para qué servirá tanta verborrea acerca de la no discriminación, de la igualdad, del respeto, de la tolerancia. Nos rasgamos las vestiduras porque se discrimina a algunos, pero no hacemos nada cuando de discrimina abiertamente, a otros... ¿No será esta la peor de las discriminaciones?
De una cultura abierta, que acogió agradecida a inmigrantes de todas partes del mundo que huían de la barbarie de la guerra y el racismo y la xenofobia, parece que los chilenos nos convertimos en una mera aglomeración de indolentes a quienes no nos importa -no nos empece- que, en nuestra cultura que intenta presentarse como "avanzada", surjan complejos y prejuicios tribales que sólo son comparables a los de Espana en 1492 o Alemania en 1933.
Es cierto que Gajardo no es el único antisemita en Chile, lamentablemente hay muchos más. Por ej. el
Héroe Moderno de Chile: el Senador Eugenio Tuma e incluso un medio de prensa (ver
Otra vez antisemitismo, otra vez Chile, otra vez El Ciudadano) y otros muchos más -que incluye a todo el lumpen integrado por los aprendices de nazis... quienes tratan de ocultar su mestizaje y su estulticia, mediante una suerte de denigrante palabrería nacional socialista.
En el artículo
Antisemitismo en Chile de Ariel Kanievsky, se nos muestra la paranoia inconmensurable de quienes "creen" en el llamado
Plan Andinia Una paranoia chileno-argentina. Podríamos comentar: unidos en la estupidez.
Yo me pregunto: ¿dónde están los católicos en Chile, tan dispuestos siempre a pelear por la educación? ¿Habremos olvidado que el Vaticano II nos dice sobre la religión judía en la declaración
Nostra Aetate? Y que nos llama a vivir aquello de que "la fraternidad universal excluye toda discriminación". ¿Enseñamos eso a los niños de Chile? ¿Los guiamos para que vivan de acuerdo a este principio?
¿Habremos olvidado que fue el teólogo Joseph Ratzinger quien formuló -y popularizó el término en la Iglesia- de "hermanos mayores" para refererirnos a los judíos? (Ver
Der Papst und die Juden en el diario judío en alemán).
Me pregunto ¿por qué los artículos sobre o contra el antisemitismo en Chile tienen que ser escritos casi únicamente por "los afectados". ¡Por favor! ¿Dónde están los demás? Tal vez la única -o una de las pocas excepciones- sea el artículo de Joaquín García-Huidobro
No se asusten, es sólo un turista Si leemos el foro de su artículo en El Mercurio -lo que le escribieron algunos ciudadanos- podemos quedar helados.
No podemos callar... Hay que combatir el antisemitismo -xenofobia deletérea y de una maldad inconmensurable- en sus inicios (wahret die anfänge!) y no darle cabida en absoluto. Menos que nada, en la educación. Sinceramente, pienso que no merecemos el nombre de cristianos si no lo hacemos.