Sarah Palin se olvidó ayer durante una hora de su carrera política para ejercer como presentadora invitada en el programa matutino Today Show, emitido por la cadena NBC y uno de los más vistos de EE.UU. A medio camino entre un programa político y un espacio de cotilleo, Palin supo adaptarse perfectamente al formato de este espacio, donde logró dejar para la posteridad algunas frases contundentes.
Sobre la actualidad del partido republicano, Palin aseguró: «No se quién va a ganar las primarias, pero cualquier candidato es mejor que Obama». Sobre el embarazo de la actriz Jessica Simpson: «A la gente que dice que está gorda la estrangularía con mis propias manos». Sobre la próxima maternidad de la celebrity Tory Spelling, quien va ya por el cuarto hijo: «Eres sin duda un ejemplo para todas las madres de América».
No es la primera vez que la exgobernadora de Alaska y su prole se lanzan a actuar ante las cámaras de televisión. Su hija Bristol Palin, por ejemplo, tiene su propia serie en el canal TLM, y hace poco fue una de las participantes del concurso Bailando con las estrellas. También la propia político realiza intervenciones esporádicas en el canal conservador Fox, mientras que hace dos años protagonizó su propio reality, titulado El Alaska de Sarah Palin.
Los coqueteos de Palin con las cámaras se remontan en realidad a su época de estudiante, cuando, tras su carrera de periodismo, fue chica del tiempo en una cadena local.
Telegenia y desparpajo
Según el analista político Mark Alpernin, su telegenia y su desparpajo ante las cámaras fueron una de las razones por las que el equipo de McCain la seleccionó como candidata a la vicepresidencia, pero esta espontaneidad ante los focos pronto se convertiría para ella en un arma de doble filo.
Es mítico, por ejemplo, su patinazo en el 2008 cuando en una entrevista en horario de máxima audiencia se dejó acorralar por la periodista Katie Couric. Durante aquella intervención, Palin fue incapaz de recordar ni un solo periódico y regaló a los cómicos frases tan legendarias como aquella en la que aseguraba que estaba preparada para la política exterior porque veía Rusia desde su casa.