Ante las restricciones impuestas por el país vecino advierte enfático que "cuando se tiene una diferencia de 1 a 5 en un negocio, en este caso, a favor de Chile, hay un poder de negociación que debe ser usado para defender intereses nacionales".
Por Patricia Arancibia Clavel
Hernán Felipe Errázuriz (66) sigue siendo considerado una de las voces más autorizadas en materia de política exterior chilena. Sus conocimientos y experiencia en esta área -fue embajador en EEUU y ministro de Relaciones Exteriores bajo el gobierno militar- ha sido reconocida por todos los mandatarios posteriores, quienes lo han mantenido como miembro permanente del Consejo Asesor de Política Exterior de la Cancillería. Abogado destacado y miembro del directorio de Libertad y Desarrollo (LyD), nos recibe cordialmente para conversar sobre nuestras relaciones vecinales, en especial con Argentina, en momentos que su Presidenta visita nuestro país, se cumplen 30 años de la guerra de las Malvinas y han surgido una serie de medidas que restringen el desarrollo del comercio entre ambas naciones.
- ¿Qué significado tiene la visita de la Presidenta de Argentina?
- Quisiera que tuviera el significado de que Chile es la primera prioridad en las relaciones exteriores de Argentina, como lo es Argentina para Chile. Tengo mis dudas que así sea para ellos, hay desequilibrios que nos perjudican. Ambos países han solidarizado desde la independencia, tienen la segunda frontera más extensa del mundo, movimientos migratorios muy importantes, valores culturales y de principios compartidos y un enorme potencial para la integración.
- En la historia reciente, las relaciones entre ambos países han estado cruzadas por la desconfianza: la casi guerra en 1978 o el tema del gas, son ejemplos claros…
- Las relaciones vecinales suelen ser complejas. Con Argentina tienen un elemento positivo que las distingue: siempre hemos resuelto pacíficamente nuestras diferencias, lo que no ha ocurrido con Perú y Bolivia. A partir de los Tratados de Paz y Amistad de 1984, la confianza fue remontando con expresiones en diversos ámbitos: castrense, inversiones, comercio, en los acuerdos entre los intendentes chilenos y gobernadores argentinos, entre los servicios y ministerios de ambos países, etc. Ha habido buen entendimiento entre presidentes y con la presidenta Fernández. Pero, con los cortes de gas surgió nuevamente la desconfianza que ahora aumenta con las nuevas medidas en el campo comercial y de las inversiones y con la negativa a extraditar a Apablaza por su participación en el asesinato del senador Jaime Guzmán.
- Y, ¿qué fue lo que pasó?
- Nunca hubo una indemnización por los perjuicios causados con los cortes de gas y las explicaciones por el incumplimiento del tratado gasífero fueron insatisfactorias. Todos sabíamos que el desabastecimiento y la ausencia de inversiones para producir gas fueron el resultado de políticas públicas populistas trasandinas. También hubo una clara protección a Apablaza. Ahora nuevamente se cambian las reglas del juego en el comercio exterior mediante la imposición de barreras arancelarias a las exportaciones, para la compra de divisas, para pagarlas y para que los inversionistas extranjeros retiren las utilidades. Esas autorizaciones discrecionales se prestan para demoras, llevan a redireccionar a otros mercados y, eventualmente, conducen a arbitrariedades. A ello se suman las pérdidas que han debido asumir inversionistas chilenos por la negativa y la intervención de las autoridades argentinas en las tarifas de los servicios públicos que nos dañan doblemente. Por una parte, las empresas eléctricas chilenas en Argentina están produciendo pérdidas porque las tarifas son irrisoriamente bajas y, por otra, se causa dumping y competencia desleal a los fabricantes chilenos porque los productos argentinos se producen con energía subsidiada. Son varias las empresas chilenas que han cerrado por importaciones argentinas subsidiadas. Una de las principales inversiones chilenas allá ha debido hacer provisiones por alrededor de US$ 200 millones y disminuir sus resultados, porque su inversión está produciendo pérdidas que obedecen exclusivamente al populismo en la fijación tarifaria.
- El problema está en que tenemos modelos económicos muy diferentes…
- Ellos tendrán el derecho que quieran a manejar su política económica como les parezca, pero para Chile, la libertad de comercio es un principio fundamental de su política exterior, que está siendo aplicado por casi 50 años por gobiernos de los más distintos pensamientos políticos. Es un tema que no deja de preocupar, porque nosotros, a partir del advenimiento de la democracia, teníamos con Argentina afinidades no sólo políticas sino también con modelos económicos compatibles. Hoy eso no es así y es muy perjudicial para las relaciones bilaterales.
- Y ¿cómo está reaccionando Chile frente a esta situación?
- Hemos sido muy tolerantes con Argentina en muchas cosas y no hay reciprocidad. La crisis del gas fue costo cero para ellos, pese a que causó perjuicio a miles de familias chilenas, a la industria y un daño gigante a nuestra matriz energética. Perdimos centenares de millones de dólares, invertidos en gaseoductos que hoy no sirven para nada y costó millones de dólares reacondicionar las termoeléctricas y la generación a diesel hasta que volvimos a importar gas. Esos daños no fueron indemnizados. Me temo que estas nuevas regulaciones al comercio exterior que perjudican a los exportadores nacionales otra vez sean igualmente costo cero para ellos y significativas para nosotros.
- Pero, en el tema del gas, fue el gobierno chileno de la época el que confió…
- Hubo una enorme ingenuidad del gobierno de Frei Ruiz-Tagle y de nuestros empresarios que se vino a reparar muy tardíamente con las plantas de GNL, especialmente en Quintero. Pero ese respaldo debiese haber estado pensado desde antes y no se hizo. A todos se les olvidó que el fallo de una corte internacional convenida de común acuerdo, cuando les fue adverso fue declarado insanablemente, unilateralmente.
- ¿Cómo debiera enfrentar Chile estos nuevos problemas?
- Argentina es nuestra primera prioridad geográfica, por lo que, por supuesto, hay que manejar la situación con prudencia. Pero las arbitrariedades que ellos cometen no pueden ser gratis y debe haber reciprocidad. Cuando se tiene una diferencia de 1 a 5 en un negocio, en este caso a favor de Chile, hay un poder de negociación que debe ser usado para defender los intereses nacionales. Si seguimos aceptando -como en el gas- que Argentina tenga costo cero por entorpecer y actuar deslealmente en el comercio, estamos mal: significa que no estamos usando la capacidad negociadora. Ellos tienen que asumir que Chile es el país con el que tienen el mayor superávit comercial del mundo, de alrededor de US$ 3 mil millones anuales,mucho mayor que con Brasil que es 11 veces mayor que nosotros.
- ¿Puede ser el tema de Las Malvinas, un elemento de presión?
- No. Chile ha tenido y debe seguir teniendo una posición clara y consecuente al respecto: apoyar la demanda de soberanía argentina sobre una base jurídica que es el uti possidetis. Chile ha patrocinado y apoyado esa postura permanentemente. Pero, ¿cuál es la preocupación? Que independiente que Argentina sea una prioridad de nuestra política exterior, en esta causa tenemos que salvaguardar dos elementos básicos en el respaldo que le brindemos, uno de principios y otro de derecho.
- En concreto, ¿cuáles son?
- El de principios, es que nosotros estamos en contra de cualquier uso político del comercio. Creemos en la libertad de comercio como un instrumento para ampliar la oportunidad de bienestar de la población y como instrumento de inserción, más todavía en un mundo globalizado. Hemos estado en contra de cualquier embargo comercial a Cuba, a Irak, a Irán. Desde la segunda guerra mundial no hemos decretado embargos comerciales, no los tenemos y me parece que cualquier medida restrictiva en ese ámbito, lo que incluye bienes y servicios como los marítimos y aéreos, no pueden estar comprometidos y no deberían formar parte de nuestra posición de apoyo a Argentina. Eso es un punto esencial. Además, los tratados de 1881 y el de 1984 -dos instrumentos jurídicos fundamentales- garantizan el libre tránsito marítimo y aéreo en el estrecho de Magallanes. Cualquier restricción, hasta una menor, como impedir que vengan barcos con bandera de Las Malvinas a Chile, contradice esos principio básico de nuestra política exterior que son el libre comercio y lo acordado en los tratados. Esa decisión fue tomada por el Mercosur, pero nosotros no somos miembros plenos de ese organismo y no deberíamos habernos sumado a ella. Además, nuestra relación con Gran Bretaña es importante, con lazos antiguos fuertes y centenarios; no debemos permitir el aislamiento entre Magallanes y Malvinas porque hay relaciones y comercios históricos y hay que considerar el derecho de autodeterminación de la población de las Malvinas. Cerca de un 10 % son chilenos.