Pocas cosas han ofendido más en la vida a doña Carmenza que ver la foto de Manuel Marulanda en un afiche impreso por la alcaldía de San Vicente del Caguán, para hablar de los 10 años del fin del despeje. Pero lo que realmente más la ofende es ver al líder insurgente proporcionalmente más grande que "al bizcocho de (Andrés) Pastrana".
Asegura que ningún hombre le hizo tanto daño en vida a San Vicente del Caguán como Marulanda y por eso no es justo que se le honre en la conmemoración de los 10 años del fin del despeje, después de que tantas muertes le trajeron al pueblo las presuntas relaciones que los sanvicentunos tenían con él.
Es una mujer menuda, morena, ronca al hablar de tanto cigarrillo. Uno de sus grandes orgullos es ser la presidenta de la junta de acción comunal del barrio Las Villas, vecino de una de las grandes herencias que dejaron las Farc durante del despeje, el barrio Ciudad Bolívar.
Hace 13 años estaba encantada cuando empezó el rumor de que la guerrilla iba a ser quien mandara en el pueblo, porque además le dijeron que ellos enderezaban a los ladrones, le quitaban los aretes a los muchachos y que mientras estuvieran al mando nadie iba a usar drogas o a venderlas. Era el municipio ideal para que una mamá criara a sus hijos.
"Nosotros sí queríamos que empezara el despeje, eso que dicen que aquí hicieron eso sin que la comunidad quisiera es mentira, porque nosotros hablamos mucho y el pueblo decidió que sí lo queríamos, queríamos que la paz empezara por aquí", recuerda ahora, 10 años después de que empezara a desear exactamente lo contrario, que las Farc que habían dicho tantas mentiras, se fueran.
Cuando las Farc llegaron le dio la impresión de que todos eran poco atractivos, "unos memes la cosa más fea". Todos especialmente Jorge Briceño, alias el Mono Jojoy. Lo conoció cuando ella pasaba por la plaza caminando y alguien abrió la puerta de un carro y la golpeó, dejando sin equilibrio a sus 50 kilos de peso.
Ella casi le gritó que tuviera más cuidado. Él, por su parte, le dijo una frase que no se le olvida. Se incorpora, frunce el ceño y manotea para imitarlo mientras dice "no sabe con quién está tratando". Teniendo como testigo el pánico de sus vecinos que la miraban, doña Carmenza no dudó en contestarle: "claro que sí, con un ignorante". Marulanda se bajó del carro y no la volteó a mirar. Iba enojado, asegura ella.
Pero en ese momento el despeje estaba empezando y todo era dicha. Algún tiempo después, cuando las Farc crearon el barrio Ciudad Bolívar y los niveles de delincuencia común empezaron a aumentar, ella misma fue a hablar con un comandante que ya olvidó cómo se llama a exigirle que le pusiera orden a "esa gente".
"Él me dijo que ese barrio se les había salido de las manos hasta a ellos mismos, que ya no les hacían caso", y no hizo nada. Desde ahí empezó a desear que el despeje se acabara, al menos para tener otra autoridad en dónde quejarse por lo que estaba pasando.
Pero ese no fue el único problema que les trajo Ciudad Bolívar, según cuenta. Después de que ellos y otros cientos de habitantes nuevos llegaran al pueblo, a ella sólo le llega agua dos horas al día, y eso que desde el 2012 le llega a diario, porque antes ni siquiera eso.
El secretario de Gobierno, Óscar Enrique Prieto, asegura que el crecimiento desmesurado y no programado de la población ocasionó el problema con el acueducto, que tiene capacidad para abastecer a 20.000 habitantes, pero que en la práctica debe llevarle agua a 36.000.
"Tenemos un acueducto que ya debería ser renovado. Ahora al menos tiene un tratamiento inicial, y llega al 98 por ciento de la cabecera municipal. Si usted lo compara con ciudades grandes dice no esta gente está muy atrasada y sí, quizá", dice ahora, asegurando que uno de los grandes proyectos del nuevo alcalde, Domingo Pérez, es que el agua corra en las casas todo el día, todos los días.
Doña Carmenza no quiere conmemorar que hace 10 años se acabó la zona de distensión y su municipio volvió a ser tomado por las Fuerzas Militares. Está cansada de las acusaciones de quienes ignoran la realidad de su pueblo, de que los sigan tildando de amigos de la guerrilla, de ser señalados como laxos con la ilegalidad.
Para ella lo importante es que a la gente le llegue agua todo el día, todos los días, que los niños puedan estudiar en el colegio y salir con un proyecto claro para el resto de sus vidas, y especialmente que se pueda andar a cualquier hora en cualquier lugar sin tener miedo a ser robado. Ya no piensa en la paz del país.