Kjorven es director en el PNUD y promueve la próxima conferencia internacional sobre desarrollo sustentable Río+20. Sostiene que las políticas ambientalistas sólo tendrán consenso si son articuladas con la justicia social. El cambio climático.
"Las políticas ambientales sólo lograrán consenso si se articulan con políticas para la justicia social", sostiene Olav Kjorven, director del Departamento de Políticas para el Desarrollo del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD). El destacado funcionario internacional asegura que la conferencia Río+20, sobre desarrollo sustentable, que se efectuará en junio próximo, "puede hacer posible establecer una agenda diferente". Admite los graves problemas ambientales que enfrenta la humanidad –el crecimiento en la emisión de gases de efecto invernadero, la "crisis de extinción de especies", la sobreexplotación pesquera, el desmanejo del agua dulce–, pero señala cambios positivos en lugares previsibles –como Noruega– y menos previsibles –como China o México–. Destaca también logros en el orden de la sociedad civil, tanto en el aspecto social –los ocupantes de Wall Street, los movilizados en países árabes– como en el ambiental: la creciente conciencia, en las religiones, de que es responsabilidad de los creyentes velar por la integridad de la Creación... también en términos ambientales.
–En los últimos años, sucesivas conferencias internacionales sobre cambio climático no registran avances significativos, mientras los plazos se acortan cada vez más. ¿Podría revertirse esta situación en la Conferencia sobre Desarrollo Sustentable Río+20, este año?
–Es frustrante ver que el progreso de una reunión a otra es tan lento, que es tan difícil lograr acuerdos fuertes. También debemos reconocer que se trata de cuestiones complejas, asuntos políticos, donde los países tienen diferentes intereses. Sin embargo, desde la Conferencia de Río hace 20 años hasta hoy, hemos visto progresos. El ejemplo más conocido es el del control de la emisión de sustancias químicas que afectaban la capa de ozono. Sobre la base de este éxito, en los últimos años la cooperación internacional logró resultados también en el control de otras sustancias. Otro sector con progresos es el de los bosques: si bien hay mucha deforestación en el mundo, en distintos países hemos visto una reversión: es el caso de China; también México, hace poco, pudo revertir la tendencia a la deforestación. Costa Rica lo logró hace tiempo, y hoy tiene mucho más bosque que hace 20 años. En el caso de la pesca, la explotación descontrolada condujo al colapso de muchas especies, pero también hay ejemplos de sistemas de manejo que aseguran la sustentabilidad: así se lo logró en Noruega, mi país, y en otras partes del mundo. Respecto del consumo de agua dulce, algunos países han establecido políticas que aseguran el agua a largo plazo para la agricultura, la industria y el consumo humano.
–¿Qué otras áreas siguen pendientes?
–El caso más reconocido es el del cambio climático: las emisiones de efecto invernadero crecen cada vez más. En el orden de la biodiversidad, donde la situación es realmente grave, la crisis de extinción de especies ya empezó: si no actuamos rápidamente, en los próximos años presenciaremos un desastre. En 2010, en Nagoya, Japón, se celebró un compromiso internacional que, si se pone en marcha, permitirá revertir la tendencia, pero su cumplimiento depende de que se pueda avanzar la cuestión del cambio climático. En Río habrá que buscar caminos para resolver las cosas de manera integrada, y en el tiempo que resta hasta junio, cuando se celebrará esa conferencia, tenemos que trabajar desde Naciones Unidas para que aquellos buenos ejemplos se extiendan y diseminen. Porque es cierto que lo conseguido no es suficiente y en demasiados campos los resultados son cada vez peores.
–¿Qué medidas concretas habría que tomar?
–Creo que esta conferencia podrá ser ocasión para establecer una agenda diferente. El año pasado ha mostrado una espectacular movilización de la sociedad civil: lo hemos visto con los cambios en el mundo árabe y con la emergencia de un movimiento global sobre la cuestión de la desigualdad, con la ocupación de Wall Street y movimientos similares en el mundo. Por otro lado se registra una movilización de capital privado y de políticas públicas a favor de las inversiones en energías renovables y otras tecnologías para un futuro ambiental más sustentable. En China, por ejemplo, es increíble lo que está pasando.
–¿Sí? Generalmente se atribuyen a ese país posiciones contrarias a la sustentabilidad ambiental.
–Si bien la contribución global de ese país a las emisiones de gases con efecto invernadero sigue creciendo, al mismo tiempo China está poniendo en marcha políticas muy fuertes hacia una economía más limpia, con un uso de energía más eficaz: es impresionante lo que hizo, en poco tiempo, en manejo de aguas y bosques. En esta línea va también la renovación del sistema de transportes, con trenes de alta velocidad, y la construcción de edificios con estándares de eficiencia ambiental muy elevados. Claro que, en una economía tan grande, los efectos de los cambios requieren mucho tiempo, quizás una década o dos. Todavía les queda mucho por hacer, pero muestran que es posible pensar de manera integrada.
–Usted mencionó también cambios en la sociedad civil: ¿podría dar ejemplos?
–Podemos mirar hacia Río como una ocasión para hacer valer lo que ya está pasando en la sociedad civil, en el sector privado y en muchos gobiernos, que en sus países establecen las bases para una transformación económica a futuro. Esto puede permitirnos capitalizar las cosas que han empezado a funcionar en estas dos décadas. Las religiones están actuando en términos que hace poco eran inimaginables. En la Iglesia Católica hay un reconocimiento de la responsabilidad del creyente con respecto a la Creación, en términos ambientales. Los católicos empiezan a hacerse cargo de la selva amazónica, no sólo en su dimensión secular sino como patrimonio espiritual. Y lo mismo está pasando en el Islam, el taoísmo, el hinduismo y otras religiones. Hay que trabajar mucho hasta la Conferencia de Río para consolidar esta mentalidad. Por eso es importante que representantes de los gobiernos se reúnan aquí, en Nueva York, para preparar esa conferencia.
–¿Cómo incide en esto la crisis económica mundial? En Estados Unidos, por ejemplo, hay datos de que las cuestiones ambientales tienden a quedar relegadas...
–Es un desafío que tenemos que vencer. No se puede impulsar una agenda verde si no se la vincula con una agenda para la equidad social, para el empleo, para la gente. Los votantes rechazarán toda agenda que se limite a cuestiones ambientales, sin beneficiar a la mayoría. Entonces, en Río, hay que lograr soluciones integradas: una agenda que sea, al mismo tiempo, para el planeta y para la gente. Por ejemplo, desde la perspectiva del cambio climático, es muy importante que los países reduzcan las subvenciones a las empresas petroleras que, al mantener artificialmente bajos los precios de combustibles no renovables, hacen más difícil el desarrollo de la energía renovable. Pero cuando se quita la subvención, el precio de los combustibles aumenta: en Nigeria, por ejemplo, la baja de esas subvenciones, muy ligada a la reducción del déficit presupuestario, dio lugar a demostraciones callejeras violentas. Es que la gente no hará suyas políticas incompletas: si aumenta el precio de los combustibles, hay que demostrar que se invierte en otra cosa: educación, protección social, sistema de pensiones. Hay que integrar la perspectiva ambiental con la perspectiva social.
–¿Cómo evalúa la situación de América latina y de la Argentina en particular?
–Es impresionante lo que la Argentina logró en el orden económico social durante los últimos años: subió el producto, bajó la tasa de desocupación, se redujo la pobreza y la desigualdad. Esto muestra que este país puede acceder a transformaciones rápidas, y esto también debería ser posible en el orden ambiental. No tengo datos específicos sobre medio ambiente en la Argentina pero, si logra combinar las políticas de justicia social con políticas que mejoren las condiciones ambientales, podrá configurar, como proyecto nacional, la creación de una sociedad más justa y también más sostenible.