¿Sirve de algo un cortagotas? ¿Hay sacacorchos mejores que otros? ¿Qué decanter me compro? Te contamos cuales son los accesorios que no pueden faltar en tu casa.
1. Copas
Todos queremos un juego Riedel o Spiegelau, para estas marcas de primera línea son casi objetos de deseo… deseos incumplibles: comprando fuera de Argentina, el combo de 18 copas puede salir más de $1500. Pero no perdamos las esperanzas: todavía quedan algunos remanentes en el país, especialmente en la línea Overture o Riedel Restaurante, con precios interesantes. Hay que buscarlas, pero están, por ejemplo en vinotecas Frappé.
Ahora bien, si lo que buscás es un juego de copas en el que puedas reemplazar fácilmente las que se rompen apuntá a las nacionales, que son decentes y vistosas. Es el caso de San Carlos, cuyos copones están bien balanceados. Nos gustan los modelos Brando Malbec, el clásico copón Rics, y la de blancos Yaki. También Vitalia y R Cristal tienen lo suyo.
Para tener un kit completo tenés que pensar en media docena de copones de tinto, otra de copas para blancos y otra de copas flauta para espumantes. También debés comprar una o dos copas importadas para cata, con las que podés lucirte cuando haga falta. En esto, las Impitoyables son imbatibles: exóticas y refinadas.
2. Sacacorchos
Pocos objetos en mundo del vino hablan tanto de su propietario como el sacacorchos. Hay tantas variantes que incluso existen clubes de coleccionistas, en los que algunos se venden por miles de dólares. Con el arribo de los sommeliers, se pusieron de moda los de doble impulso, que por su mecanismo permiten una fácil extracción. Por otro lado están aquellos cuyo gusano viene cubierto de teflón: funcionan haciéndolos rotar en una sola dirección y no requieren ni esfuerzo, ni gran expertise. Los de Gaumen o cualquier clon chino van bien. Si querés un cru clasee, elegí un Gattorna hecho a mano. Pero si lo que buscás es alejarte de la imagen del mozo, conseguí un Screw Pull auténtico. Las imitaciones chinas son casi igual de buenas. Sea chino o americano, con estos le sacás viruta a la botella. Eso sí, olvídate de los rabbit, aquellos grandes sacacorchos cuyas manijas recuerdan orejas de conejo: se rompen fácilmente y no sacan los corchos de plástico.
3. Bombas extractoras de aire
Otro must. Existe un antes y un después de los primeros modelos que Vacuum-Vin lanzó al mercado la década pasada y que se conseguían fácilmente en tiempos convertibles. Con estas bombas de aire se puede sacar una porción de oxígeno de una botella y así conservar el vino más tiempo una vez abierto. Como todo invento genial, no tardó en ser copiado. Si sos de los que les gusta lucirse con las marcas, buscá el Vacuum-Vin y andá dispuesto a pagar más de $500 por una bomba de vacío de plástico y un par de tapones de goma. Más chic son los modelos de madera que tiene Saint Germain, caso curioso de fabricación nacional que supera al modelo europeo, pero lo iguala en precio. Tenerlos es lo "in". En cuanto a los clones chinos, funcionan y punto.
4. Cortagotas
Cualquiera diría que es una tontera invertir en esto, pero creénos: más bobo es lavar manteles. El disco cortagotas lo resuelve todo. Inventos hay muchos para evitar que la gota traicionera toque el mantel blanco, pero ninguno como esas láminas de plástico hidrófugo que se enrollan y se meten en el pico de la botella. Con dos, tirás media temporada. En Thames Gallery los venden incluso personalizados. Para los consumidores clásicos están los atajagotas: un anillo de metal fino con un interior de felpa para que absorba la gota cuando desciende por el cuello de la botella.
5. Termómetros
Un buen vino a temperatura justa es insuperable, de modo que un termómetro puede ser útil. Están los típicos, con una escala sobre la que avanza la marca en rojo, igual que el de la casa de tus abuelos; y los infrarojos, que toman la temperatura con sólo apoyarlos contra el vidrio. La ventaja de estos últimos es que no tenés que abrir la botella para saber la temperatura justa. La desventaja es que podés pasar por nerd. Quizás el punto medio esté en las fajas con indicador de temperatura por color, como las de Vinotemp: las ponés envolviendo el vino como una etiqueta y te tiran un dato aproximado.
6. Bolso porta botellas
Esto parece inútil hasta el día que llevás tu vino a la casa de unos amigos, agarrás un bache en Avenida Cabildo y escuchás cómo la botella se hace añicos y enchastra el auto. Entonces descubrís que un bolso para botellas es fundamental: van calzadas de tal forma que no se chocan y no botonean que llevás la bebida ahí escondida. Como en todo, los bolsos son objeto de la moda. Hay formales, de cuero o lona en color pastel, o unos más modernos, llamados tottes, de neoprene que además mantienen la temperatura un buen rato. Lo más chic es conseguir uno de la marca Built in NY, que algún amigo te pueda traer de la Gran Manzana: viene en colores llamativos y hasta a lunares, de una, dos y tres botellas (miralos en
www.builtny.com). Sino, Gattorna es la marca de los bolsos más clásicos y los podés encontrar en los asientos traseros de las 4x4 que andan por Recoleta.
7. Decanter
Cada vez que se habla de ellos estalla la polémica. Que si hay o no hay que decantar los vinos, que si son útiles o son moda, que si conviene o no usarlo sólo en vinos viejos. Sea como sea hay que tener al menos uno. Lo ideal es que sea raro y llamativo. Decanters hay muchos y de formas muy diversas: están los que parecen viejas ánforas, los más comunes con forma de trompo invertido, y hasta una gama de experimentales que semejan lámparas de Aladino. Obviamente, lo mejor pasa por las grandes marcas: un Riedel Flamingo, Swan o Tyrol son exquisitos pero carísimos, mientras que los de San Carlos "Duende" y Vitalia son más accesibles.