05 de septiembre de 2011 • 06:40
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Además de otros factores de cambio en el escenario internacional, América Latina aprovechó esta distracción del coloso del norte y socio tradicional para estirar sus alas y buscar diversos rumbos en lo político, diplomático y, sobre todo, económico.
El resultado es que varios países de la región eligieron gobiernos menos maleables para el gusto de Washington, establecieron relaciones con otras naciones que en el pasado hubiesen sido consideradas demasiado "exóticas" y priorizaron el intercambio comercial con éstas, especialmente China.
Los expertos siguen debatiendo las causas y efectos prolongados de este giro, pero lo cierto es que la región reafirmó su sentido de identidad e independencia, muchos países revitalizaron sus economías y salieron relativamente ilesos de la crisis financiera de 2008 que continúa afectando a EE.UU. y Europa.
Heraldos
"El 11 de septiembre de 2001 marca más o menos el momento en que América Latina nació como una verdadera entidad independiente", declaró a BBC Mundo Larry Birns, director del Consejo sobre Asuntos Hemisféricos, COHA, un centro de análisis de tendencia izquierdista con sede en Washington.
Los heraldos de la nueva postura fueron los gobiernos de Lula da Silva en Brasil y Hugo Chávez en Venezuela, el primero ejemplarizado por su dramática campaña en pos de un puesto permanente en el Consejo de Seguridad de la ONU y, el segundo, por su desafiante populismo radical.
Siguieron la pauta -guardadas proporciones- gobiernos como el de los Kirchner en Argentina, Rafael Correa en Ecuador y Evo Morales en Bolivia, entre otros en Sudamérica, así como en Centro América lo hicieron Daniel Ortega en Nicaragua y Mauricio Funes de El Salvador.
Larry Birns reconoce que esta tendencia de la llamada "izquierda" latinoamericana pudo haber estado en gestación desde antes, pero las consecuencias del 11-S aceleraron su auge.
La consolidación de este cambio se ve en organismos multilaterales como Unasur, que excluyen a Estados Unidos y Canadá de sus gestiones diplomáticas en la región.
"La región está emergiendo como un importante epicentro de política exterior", asegura el director de COHA. "América Latina ya no es sólo un consumidor de eventos, sino un generador de éstos también".
Palpitando al ritmo de China
Donde más se nota la pérdida de hegemonía de EE.UU. en la región es en la economía, con el establecimiento de sólidos y crecientes lazos comerciales con otras potencias emergentes y bloques económicos.
Ahora, aunque la falta de atención de Washington a su tradicional "patio trasero" le ha costado el privilegio automático de ser el primer socio comercial de los países de América Latina, las razones son variadas y coincidentes.
Para empezar, los pactos comerciales de los años 90 como NAFTA (entre EE.UU., México y Canadá) y CAFTA (para Centro América) fueron solo parcialmente exitosos y, a finales de esa década y comienzos de los 2000, la región empezó una diversificación hacia Europa.
Luego, la iniciativa para crear una gran zona de libre comercio desde Alaska hasta la Patagonia conocida como ALCA nunca se materializó, al tiempo en que varios pactos bilaterales entre EE.UU. y otros países se debilitaron o no se han podido implementar.
Lo más significativo, sin embargo, fue cuando el sureste Asiático empezó a perfilarse como el nuevo polo de crecimiento.
"El ingreso de China en la economía mundial es posiblemente el evento más importante en este período económico que estamos viviendo", afirmó Augusto de la Torre, economista en jefe para América Latina y el Caribe del Banco Mundial.
Al comienzo, la emergencia de China produjo efectos adversos en las economías de México y Centro América porque los empezó a desplazar en los mercados de EE.UU. y se creía que esa iba a ser la tendencia en toda la región, explica de la Torre.
No obstante, la fase de desarrollo en la que se encuentra China -de un país de ingreso per cápita bajo a uno de mediano ingreso en ascenso- supone un proceso muy intensivo en el uso de las materias primas o "commodities".
Es así, continúa el alto funcionario, como los países de Sudamérica que presentan una estructura productiva complementaria a las necesidades chinas empiezan a ser jalados por el gigante asiático. Estos incluyen Brasil, Perú, Chile, Argentina, Venezuela, Colombia, Ecuador, Paraguay y Uruguay.
A esta ola se han integrado Panamá -como puente en el comercio internacional, aprovechando la posición geográfica de su canal- y Costa Rica -en la producción de componentes de microchips-.
¿No más repúblicas bananeras?
"Se empieza a notar que la actividad económica de estos países empieza a palpitar más con el ritmo de China que con el de Estados Unidos", señaló el economista del Banco Mundial, "hasta el punto en que China es ahora el socio más importante para algunos países como Perú".
Pero el comercio de materias primas es una espada de doble filo, pues ha sido para América Latina "tanto la fuente de su prosperidad como la de sus angustias", según de la Torre.
Para evitar el vaivén de bonanzas y colapsos económicos que han tipificado los países de la región como "repúblicas bananeras" se necesita una política económica dedicada a la diversificación, competitividad y establecimiento de "conectividades" que permita un crecimiento a largo plazo y en variadas direcciones.
El diagnóstico del Banco Mundial es que, con algunas excepciones, ha mejorado la capacidad de las sociedades latinoamericanas para administrar sus recursos debido a la mejora de sus instituciones.
En este sentido Augusto de la Torre destaca a Chile, que ha sabido manejar los ingresos del cobre de "una manera muy sabia y prudente", ahorrando en fondos de estabilización que fueron desembolsados para mantener la economía activa cuando vino la crisis financiera global.
Igualmente Brasil, que ha tiene por una riqueza mineral enorme, muestra buenas perspectivas de administrar bien esas riquezas por la madurez de sus instituciones.
Esto no está del todo garantizado y analistas como Larry Birns de COHA aluden problemas serios de liderazgo, cifras récord de criminalidad y una corrupción endémica a nivel gubernamental que aún se deben superar.
Riqueza de conocimiento
Pero, para un beneficio a largo plazo, quizás lo que más hace falta es cómo transformar la riqueza derivada de las materias primas en una "riqueza del conocimiento", como la tilda de la Torre.
Sería seguir el ejemplo de Japón -después de la Segunda Guerra Mundial- ,y ahora de China, de extraer de su comercio con países avanzados las nuevas tecnologías y avances científicos inherentes en lo que compran y venden.
"Cuando a China va el iPod para que lo ensamblen", explicó el economista, "hay una gran cantidad de ingenieros chinos que están estudiando cómo diablos se hace esto para ellos hacer lo mismo y mejor".
La metodología crea un ciclo ascendente de mayor preparación y destreza en la fuerza laboral y capital humano que, a su vez, genera productos más sofisticados e impulsa al país a otros niveles de comercio.
Pero esa fue una relación comercial que América Latina no aprovechó cuando los vínculos económicos con Estados Unidos estaban en su máxima intensidad.
"Todavía no desarrollamos las capacidades de absorción de tecnología, de innovación, de aprendizaje y no ponemos nuestras políticas nacionales al servicio de estas cosas de manera tan vigorosa como lo hacen los asiáticos", indicó Augusto de la Torre.
Naturalmente, lo que puede absorber América Latina de China todavía es limitado porque el grado de desarrollo del país asiático no está al nivel de una potencia industrializada.
A pesar de eso, la curva de aprendizaje en China es muy empinada. Mientras continúe así y la relación con América Latina siga intensificándose, la región la podría aprovechar para generar nuevas redes de actividad económica.
Nueva relación con EE.UU.
¿Dónde queda, entonces, la relación con Estados Unidos?
Todos los analistas reconocen que ha habido un distanciamiento, pero el pronóstico general es que los vínculos continuarán siendo fuertes, tanto en lo político como lo económico, aunque con otra perspectiva.
"América Latina quiere ampliar sus opciones", manifestó Geoff Thale, director de programas de la Oficina en Washington para América Latina, WOLA, una ONG que promueve las relaciones equilibradas entre EE.UU. y sus vecinos.
"Muchos países aprendieron las lecciones de su dependencia política y económica con Estados Unidos y quieren diversificar sus relaciones", expresó Thale.
No obstante, el analista recalca que los vínculos continúan siendo clave y mutuamente beneficiosos.
"En 2003, en los peores momentos entre Venezuela y Estados Unidos, no se cortó ni un instante el suministro de petróleo porque ambos dependen de eso", recordó a BBC Mundo.
Thale asegura que, a pesar de la retórica, todos los gobiernos de América Latina, tanto de derecha como de izquierda, quieren tener una buena relación con el gran vecino.
Pero destaca que con el proceso de diversificación de mercados los vínculos económicos y políticos se podrían relajar a mediano plazo, lo que estima que sería desventajoso para EE.UU.
Para volver a engancharse, opina el director de programas de WOLA, Washington tendría que volver su atención a la región e invertir más capital político en ella.
El cambio está dado y algunos sospechan que es irreversible.
Larry Birns, director de COHA, considera que los lazos están ahí, pero no tan elásticos.
"Una cosa es cierta: el estatus quo que se daba por sentado, aquello que existía antes de 2001, ese mundo ya no existe", concluyó
Saludos
Rodrigo González Fernández
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