La eutanasia, del griego eu, bueno, y thanatos, muerte, es un término que designa tanto el homicidio cometido a pedido de un paciente terminal que ya no quiere vivir, como el suicidio asistido. En su concepto más amplio, define a todas las acciones, por acción u omisión, que aceleren la muerte de pacientes terminales, con su consentimiento o sin él. Para lograr que todos los pacientes que quieren acabar con su vida debido a lo penoso de sus circunstancias tengan una muerte digna (Ortotanasia), hay un largo camino por recorrer en Europa.
Eutanasia, muerte asistida y muerte autodeterminada
Sólo dos países europeos, Holanda y Bélgica, aceptan el homicidio asistido bajo circunstancias específicas. En Alemania, se permite la eutanasia directa pasiva, es decir, el abstenerse de activar mecanismos que prolonguen la vida del enfermo, o la interrumpción del tratamiento con constancia de una declaración escrita de la voluntad del paciente, según un veredicto del Tribunal Federal Alemán de junio de 2010, así como también la eutanasia indirecta, con narcóticos, por lo general, morfina, para paliar los dolores y que, a su vez, aceleran el deceso.
Pero la eutanasia activa, es decir, el homicidio solicitado por un paciente, es ilegal, como también lo es la colaboración en el caso de proveer una dosis letal de un fármaco a un enfermo que no esté agonizando.
Si el paciente puede suministrarse a sí mismo la dosis letal, no se trata de un homicidio, y el que colabore obteniendo la sustancia no será penado. Pero, en el caso de una persona con parálisis total, quien la ayude a morir estará cometiendo homicidio y será castigado por la ley. Este es el caso que se presenta a demanda ante la Corte Europea de Derechos Humanos, con sede en Estrasburgo, que delibera hoy, 23.11.2010, sobre el 'derecho a la muerte autodeterminada', que, según el demandante, le fue denegado a una mujer alemana que estaba paralizada del cuello para abajo.
Finalmente, el deceso de la mujer se produjo en forma de suicidio asistido con ayuda de la fundación suiza Dignitas. Ahora, el esposo de la mujer fallecida lucha por conseguir la legalización de la muerte asistida en Alemania. "Ese es el legado de mi esposa", dice.
La vida le cambió en un segundo
A veces, la vida ya no merece ser vivida. Es el caso de la esposa del alemán, Ulrich K., que trata de describir las penurias por las que pasó su fallecida cónyuge: "Sufría muchísimo de espasmos y tenía problemas para estar sentada en su silla de ruedas, lo cual era muy importante para ella, ya que así podía mirar a las personas a los ojos." Pero ya no podía hacerlo, ya que, debido a los espasmos, hubo que sacarla de la silla de ruedas, explica Ulrich K.
Y así transcurrieron los años en la vida de la esposa de Ulrich K. Dependiente de aparatos para respirar, rodeada de tubos, teniendo que ingerir alimentos líquidos, por nombrar algunos de los aspectos del vía crucis.
La mujer tuvo que soportar ese estado deplorable desde 2002, año en que su vida cambió en el lapso de un segundo. Por falta de atención, tropezó y cayó sobre la acera al frente de su casa, mientras transportaba varias bolsas llenas con las compras que había hecho. El golpe fue tan desgraciado que afectó su columna vertebral, quedando paralítica del cuello para abajo y convirtiéndose así en una enferma que requería de cuidados extremos.
"Había que lavarla mientras estaba acostada, porque no se la podía desconectar de la respiración asistida", explica Ulrich K. "Teníamos que colocarle un tubo muy largo para que pudiera respirar. Era terrible, especialmente por las noches", recuerda el esposo.
Ulrich K. describe hoy las penurias por las que pasó su mujer ante la Corte Europea de Derechos Humanos. Su objetivo es hacer comprensible que lo único que deseaba su esposa era morir. Y no la dejaban.
Bildunterschrift: En la Corte Europea de Derechos Humanos se debate la eutanasia.
De la independencia a la dependencia total
"Mi mujer era muy independiente, y tenía una gran autoestima. Por eso, el hecho de que tuviéramos que atenderla constantemente era tremendo para ella. Y no lo quería seguir tolerando", señala Ulrich K.
En 2004, ya desesperada, su esposa había solicitado obtener una dosis letal de un narcótico muy poderoso ante la Federación Alemana de Medicamentos, pero esa institución se la denegó. El matrimonio K. decidió entonces presentar una demanda ante los tribunales alemanes, pero fracasó en todas las instancias.
"En su desesperación, mi esposa me dijo cierta vez: 'si no logro un suicidio asistido, ¿podrías ahogarme con un almohadón o algo por el estilo, para no tener que seguir soportando esto'?", cuenta Ulrich K.
En el código civil alemán, el parágrafo 216 pena la muerte asistida por pedido expreso del fallecido con seis meses a cinco años de prisión. Y tanto la Iglesia Evangélica como la Iglesia Católica prohíben la muerte asistida o eutanasia activa.
Bildunterschrift: A menudo, las dosis letales para la muerte autodeterminada son denegadas.
La eutanasia en los crímenes del nazismo
En Alemania, la eutanasia es un término cargado de matices que sigue siendo objeto de debate, ya que siempre se recuerdan los asesinatos masivos de más de 100.000 discapacitados y enfermos cometidos por los nazis, en lo que ellos llamaron su "programa de eutanasia". Para los nazis, las personas enfermas y con problemas físicos o psíquicos eran vidas que no eran dignas de ser vividas. En el caso del nazismo, la eutanasia fue una excusa para cometer crímenes de lesa humanidad.
Claro que el derecho penal, la moral y la historia siempre deben estar presentes. Pero, en el caso de Ulrich K., como en otros parecidos, se trata de buscar alivio a los indescriptibles suplicios por los que pasa una persona cuando la única salida es la muerte.
"En agosto de 2004, hablamos con médicos y enfermeras sobre cómo podría acabar con su vida en casa". Una de las alternativas legales era dejarse morir de hambre o de sed. Ulrich K. no quiso aceptarlo y decidió entonces dirigirse a la Fundación Dignitas, en Suiza. Con su ayuda, la esposa de Ulrich K. halló el alivio que necesitaba y ahora descansa en paz.
A cinco años del deceso de su esposa, Ulrich K. se presenta hoy ante la Corte Europea de Derechos Humanos para lograr que en Alemania sea posible, en determinados casos, obtener un medicamento que permita el suicidio asistido. No será una lucha fácil, ya que, en casos similares, los jueces dictaminaron que no se puede obligar a los Estados a permitir la eutanasia.
Autor: Martin Durm/ Cristina Papaleo
Editor: Pablo Kummetz
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