Por
Francisco Rubiales Después de haber publicado mi trilogía sobre la democracia moderna ("
Democracia Secuestrada", Almuzara 2005; "
Políticos, los Nuevos Amos", Almuzara 2007; "
Periodistas Sometidos, los Perros del Poder", Almuzara 2009) prometí dedicarme a la narrativa y no escribir más libros de pensamiento político, pero estoy a punto de traicionar mi promesa porque tengo en mi cabeza, pergeñado hasta el detalle, un nuevo libro cargado de fuerza e ilusión, titulado "
Democracia Severa", cuyo subtítulo es "
El Estado bajo arresto".
He caído en la tentación y es probable que traicione mi promesa. No he podido evitarlo porque creo haber visto la luz con una claridad diáfana. He descubierto que la actual democracia no sirve y no tiene solución, aunque sea parcheada cien veces, porque carece de la fuerza necesaria para mantener el Estado bajo control, lo que la convierte en una presa fácil para los predadores y los canallas. Tras analizar los fallos y la forma cómo los totalitarios y tramposos han hecho saltar todos los controles y cautelas del sistema, he configurado una "Democracia Severa", férreamente controlada por los ciudadanos, un sistema que, sin perder ni un ápice de libertad y manteniendo su valioso espíritu de propiciar la convivencia, dentro de la discrepancia, renuncia al imposible objetivo de controlar al Estado y opta por el más seguro y drástico método de arrestarlo y mantenerlo entre rejas.
La Democracia Severa es el primer sistema ideado por el hombre que asume las terribles experiencias históricas y se atreve a tratar al Estado como un antisocial peligroso, merecedor de cadena perpetua.
El estudio parte del principio de que el Estado, ideado para que organizara y garantizara la convivencia, el orden, la paz y la justicia, ha demostrado ser el gran predador, el gran fracaso de la raza humana, injusto, manirroto y hasta asesino. Tan solo en el siglo XX, que pasará a la Historia como el Siglo del Estado, asesinó con sus propias manos más de 100 millones de ciudadanos, sin contar a los que murieron en los campos de batalla, entrando en el siglo XXI como un monstruo indecente y fuera de control, con sus enormes recursos y fuerzas preparadas para defenderse de sus propios ciudadanos, a los que ya identifica como sus peores enemigos.
El ciudadano del siglo XXI, cansado de perder una y otra vez las batallas de la libertad y de la decencia, debe olvidar todo el respeto reverencial que ha mantenido ante el Estado a lo largo de la Historia y lograr, de una vez por todas, que cumpla las funciones para las que fue creado. Consciente de que el Estado es siempre víctima de sus irrefrenables tendencias despóticas y asesinas, debe arrestarlo y mantenerlo siempre encadenado, bajo controles y cautelas inviolables, bajo la vigilancia de una guardia ciudadana incorruptible.
La tesis central del libro es que la actual democracia, demasiado débil para mantener al Estado bajo control, ha sido secuestrada y prostituida por los predadores de siempre, obsesionados por el poder, hasta convertirla en una vergonzosa oligocracia de partidos políticos y de políticos profesionales, sin ciudadanos y sin que haya sido respetada ni una de las leyes básicas del sistema. Ante ese secuestro criminal del sistema, el ciudadano debe reaccionar e imponer una "Democracia Severa", un sistema blindado e inviolable, a prueba de políticos, que en lugar de someterse a controles y cautelas opta por arrestar al Estado y por mantenerlo encerrado, bajo vigilancia continua. Los que acepten altos cargos en la Democracia Severa también deberán asumir los riesgos inherentes y la posibilidad real de ser castigados con especial dureza, si traicionan las reglas y defraudan la confianza ciudadana.
Tras analizar y demostrar cómo el Estado ha burlado todos los controles y ha violado todas y cada una de sus leyes básicas, desde la "División de Poderes" al "Imperio de la Ley", el "Protagonismo Soberano del Ciudadano", las "Elecciones Libres" y la "Misión Fiscalizadora de la Prensa Libre", entre otras, el libro se adentra en la descripción y justificación de los nuevos controles y cadenas ideados para someter de una vez al Estado, esta vez reducido a su nivel más bajo en la Historia, tratado como un delincuente que sólo puede permanecer bajo arresto.
La columna vertebral de la Democracia Severa es la asunción por parte de los ciudadanos de verdades que ahora nadie se atreve a asumir, como son que "el poder corrompe", que "los partidos políticos son el principal obstáculo para la democracia", que "el Estado tiende a convertirse en depredador" y que "los políticos profesionales deben ser erradicados y combatidos como la peste bubónica", entre otros muchos.
El núcleo de la "Democracia Severa" serán los "Cónsules del Pueblo", representantes populares no adscritos a partido político o facción alguna, elegidos directamente por los ciudadanos en la Sociedad Civil, entre los integrantes de una lista en la que solo figurarán personas de probada honradez, decencia y preparación, eficaces y demócratas por encima de toda sospecha. Los cónsules, que serán controlados a su vez por asambleas ciudadanas, tendrán autoridad suficiente para examinar a los candidatos a ocupar altos cargos, con los que serán altamente exigentes, y deberán vigilar permanentemente su labor. La duración de los cargos públicos, tanto de los Cónsules del Pueblo como de los elegidos para desempañar misiones de importancia, nunca podrá sobrepasar un año, improrrogable.
Un capítulo completo del libro estará dedicado a razonar la necesidad vital de erradicar los partidos políticos, como están concebidos en la actualidad, despojándolo de sus poderes casi ilimitados y sometiéndolos al imperio y a todo el rigor de la ley. Otro capítulo explicará el nuevo y revolucionario papel que la "Democracia Severa" reserva a la Sociedad Civil, organizada, con representantes propios y con papeles decisivos en la nueva democracia.
Hay otro capítulo completo dedicado al análisis de los actuales partidos políticos y de cómo esos partidos, creados para potenciar la participación del pueblo en la política, se han convertido en peligrosas organizaciones de mediocres, con tintes mafiosos, cuya gran obsesión no es ya el servicio a los ciudadanos ni la defensa del bien común, sino el control del poder y la manipulación de los ciudadanos, a los que también identifica como adversarios.
Después de una crítica amplia y documentada a la "Democracia Blanda" y a la "Democracia Fuerte", ambas incapaces de haber controlado a los enemigos de la libertad, de la justicia, de la convivencia y de la paz, el bloque final del libro afronta la descripción y defensa de la Democracia Severa, una evolución revolucionaria, pero también racional y atrevida, de la actual democracia, a la que fortalece y transforma en su núcleo ciudadano y a la que dota de los instrumentos necesarios para que el Estado y sus predadores permanezcan, de una vez por todas, bajo controles ciudadanos invencibles y garantizados.
Si el inolvidable Sir Winston Churchill, que consideraba la Democracia Blanda como "la peor forma de gobierno, aunque mejor que todas las demás", hubiera conocido la "Democracia Severa", la habría considerado como "La única jaula de la que el monstruo del Estado jamás podrá escapar".