Hace unas semanas reapareció el optimismo en el mundo. Las caídas de actividad y empleo eran muy profundas, inéditas para el período de postguerra, pero había signos que indicaban que lo peor empezaba a quedar atrás. Al pasar los días, la esperanza parece desvanecerse. Si bien siguen apareciendo señales alentadoras, no son definitivas y nos siguen bombardeando informaciones negativas.
En EE.UU. el desempleo aumentó y la confianza de los consumidores titubea. Afortunadamente en Asia parece acelerarse el crecimiento, la producción industrial aumenta en muchas latitudes y las empresas se sienten más seguras y han dejado de ajustar a la baja sus planillas e inversiones. Creo que en el balance final, la recesión mundial realmente comienza a ceder. La orilla de tierra firme está más lejos que lo que creíamos, pero está a la vista.
Chile está en sincronía con el mundo. Es cada vez más claro, eso sí, que esta vez hemos sido de los afortunados. El cobre se recuperó hace ya un tiempo por sobre los US$ 2 la libra, cifra superior al último precio de largo plazo que usaba el Gobierno para definir sus gastos. En realidad, esto dice que la crisis mundial no debió afectarnos mucho. Pero aunque costó reconocerlo, en abril todavía era mal visto hablar de recesión, y es claro que estamos experimentando una, y muy profunda. El Imacec completó su séptimo mes cayendo y lo hizo en mayo a un ritmo del 4,4%. El desempleo superó el 10%, la creación de empleo es negativa y la autoridad nos informa que seguiremos viendo malos números. No es fácil mantenerse optimista en esas condiciones.
El Banco Central volvió a rebajar la tasa de política y adoptó iniciativas adicionales que parecen correctas, pero aún antes de estas medidas se veían algunos indicios de que el germen de la recuperación ya podría estar con nosotros. Las mejores expectativas son un indicador claro al respecto, pero más decidora es la actitud de las empresas que transitan de un violento frenazo del último trimestre de 2008 a un ánimo más calmado y tranquilo. Al igual que en el mundo, nuestra recesión también debiera ceder.
Visión de largo plazo
Como lo dijimos hace unas semanas, es el momento de mirar más allá de la emergencia. Desgraciadamente parece que no existe mucha disposición en nuestros líderes para hacerlo. El candidato Sebastián Piñera ha sido una excepción en estos días. Es difícil en nuestro medio para un candidato no oficialista detallar un programa de gobierno. Corre el riesgo de que políticos oficialistas hagan aquello que son expertos y ataquen toda idea creativa, deslindando su responsabilidad en los problemas luego de dos décadas gobernando.
El documento presentado por Piñera nos recuerda que la recesión actual hay que mirarla en el contexto de la tendencia previa a ella. Este Gobierno será el de menor crecimiento de la actual coalición, pasando de un promedio de cerca de 8% con Aylwin a menos del 3% de la Presidenta Bachelet. El crecimiento de la productividad de estos últimos cuatro años será negativo. La creación de empleo, a su vez, es magra. Y a propósito de protección social, ¡no hay peor desprotección que no tener trabajo!
Destaca que el desafío es retomar tasas de crecimiento elevadas y se pone una meta del 6% anual. Con ello el país podría superar los US$ 24 mil per cápita a paridad de compra el año 2018, y no más allá del 2030, como sucedería si seguimos al ritmo del actual gobierno. Se generarían un millón de empleos en cinco años y podríamos derrotar la indigencia y la pobreza en plazos de 5 y 9 años respectivamente.
Para lograr lo anterior la propuesta pone énfasis en la inversión, la creación de empleos y la productividad. Plantea medidas tributarias para evitar desincentivos a la inversión, como depreciación acelerada, tributación en base retirada y nuevos estatutos para las pymes. Dedica una parte importante de sus planteamientos al empleo, con énfasis en la capacitación y una mayor flexibilidad, como facilitar el trabajo desde el hogar, una transición voluntaria a un régimen de indemnización a todo evento y flexibilidad pactada en la negociación colectiva.
La agilización de la aprobación de la inversión en energía y reformas tendientes a mejorar el manejo de las empresas públicas, forman parte del conjunto de medidas que buscan incrementar la productividad y entre ellas se incluye la posibilidad de colocar hasta el 20% del capital de empresas como Codelco en el mercado de capitales. Esta última es una decisión que Chile debió haber adoptado hace ya tiempo. Brasil, con un gobierno de centroizquierda, se ha beneficiado de la mayor capacidad de financiamiento de que dispone Petrobras con una porción importante de su capital en manos privadas.
La recesión que hace poco reconocimos está en camino de superarse, pero seguirá con nosotros por un tiempo; el desafío es transformar a Chile en un país desarrollado y ojalá la visión de nuestros otros líderes se centre también en ello.
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Saludos
Rodrigo González Fernández
Diplomado en "Responsabilidad Social Empresarial" de la ONU
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