El candidato presidencial demócrata Barack Obama se guarda un golpe de los de matar dos pájaros de un tiro: "trabajos ecológicos". Suena a apuesta segura. De un solo golpe promete poner fin al desempleo y salvar al planeta del cambio climático. O eso dice.
"Invertiré 150 millones de dólares a lo largo de la próxima década en fuentes de energía baratas y asequibles energía eólica y energía solar y la próxima generación de biocombustibles; una inversión que traerá industrias nuevas y cinco millones de puestos de trabajo que estarán bien remunerados y que nunca podrán ser deslocalizados", decía ante la Convención Nacional Demócrata.
Guau. 5 millones de puestos de trabajo nuevos. Todo ese trabajo construyendo generadores eólicos y fabricando biocombustibles son los "trabajos ecológicos" que nacerán cuando el inteligente Gobierno cree las industrias que producirán la energía y los vehículos que dejarán obsoletos los combustibles fósiles.
Los políticos siempre prometen que sus programas crearán empleo. Se utiliza para justificar la construcción de lujosos estadios para los ricos propietarios de los equipos deportivos. El representante por Alaska Don Young afirmaba que el infame "puente a ninguna parte" crearía empleo. La falacia es la misma en cada uno de los casos: incluso en el caso de que el programa cree empleo construyendo puentes o generadores eólicos, necesariamente evita que se creen otros puestos de trabajo. Esto se debe a que el gasto público simplemente está desviando el dinero de los proyectos privados a proyectos gubernamentales.
El Gobierno no genera ninguna riqueza. Solamente la desplaza mientras se lleva una parte por las molestias. De forma que cualquier puesto de trabajo creado aquí se genera a expensas de los puestos de trabajo que se habrían creado allá. Hacer la vista gorda ante este hecho se conoce como la falacia de la ventana rota. El economista francés Frederic Bastiat señalaba que el cristal roto de una tienda creará trabajo para el vidriero, pero ese trabajo se realiza a expensas del trabajo que el cocinero o el sastre del dueño de la tienda habrían desempeñado si éste no hubiera tenido que gastarse el dinero en cambiar la ventana.
Crear puestos de trabajo no es difícil para los funcionarios públicos. Los faraones creaban miles de puestos de trabajo construyendo pirámides. Nuestro Gobierno podría crear puestos de trabajo pagando a la gente para que cavara zanjas y a continuación las rellenara. ¿Se estaría creando riqueza realmente? Por supuesto que no. Se estaría destruyendo. Es igual que argumentar que los huracanes crean empleo. Después de todo, la destrucción se acompaña de la reconstrucción. ¿Pero alguien cree en serio que reconstruir edificios destruidos genera riqueza?
Examinemos el plan de Obama. Su página web reza:
Obama invertirá estratégicamente 150.000 millones de dólares durante los próximos 10 años para acelerar la comercialización de los coches híbridos, promover el desarrollo de energías renovables a escala comercial, estimular la eficiencia energética, invertir en centrales de carbón con bajas emisiones, impulsar la próxima generación de infraestructuras de biocombustibles y combustibles tradicionales e iniciar la transición hacia una nueva red eléctrica digital. El plan también invertirá en mano de obra altamente cualificada de Estados Unidos y en los centros de fabricación para garantizar que los empleados estadounidenses cuentan con las habilidades y las herramientas que necesitan para ser pioneros en las tecnologías ecológicas que serán demandadas en todo el mundo.
Observe la palabra "estratégicamente". Está ahí para sugerir que Obama sabe cómo "invertir" mejor los 150.000 millones de dólares. (Por supuesto no es dinero suyo, y él no va a correr ningún riesgo con su dinero, de manera que, desde su perspectiva, realmente no será inversión.) ¿Pero sabe cómo lograr que las cosas que menciona reciban ese dinero? ¿Se lo dará a los amigos que han donado a su campaña? ¿Nombrará a Al Gore para que elija a los receptores? Los grupos de presión ganarán una fortuna conduciendo a los inversores y promotores "ecológicos" hasta los 150.000 millones de dólares.
Los políticos tienen un historial desastroso intentando realizar "inversiones estratégicas". La Corporación de Combustibles Sintéticos del presidente Jimmy Carter costó al contribuyente al menos 19.000 millones de dólares, pero no nos dio ninguna alternativa a las gasolinas. En los años 50, el presuntamente omnisciente Ministerio de Comercio Internacional e Inversión de Japón rechazó la petición de Sony de exportar transistores y estaba seguro de que el país debería tener un único fabricante automovilístico.
Ni Gore ni Obama pueden saber cómo debería invertirse mejor el dinero. Invertir tiene que ver con predecir el futuro, y el futuro siempre es incierto. Sabemos a través de la experiencia que la gente que corre riesgos con su propio dinero que se enfrenta a la posibilidad de tener beneficios o pérdidas y una probable bancarrota suele hacer pronósticos mucho mejor que quienes se juegan el dinero de los demás. Basta comparar a Corea del Norte con Corea del Sur.
Otro motivo de que los mercados descentralizados sean preferibles a la planificación central gubernamental es que los seres humanos son falibles. Los errores son inevitables. Algunas inversiones serán un error. Los errores en el mercado tienden a darse comparativamente a una escala pequeña. Si una compañía invierte en coches híbridos y sale mal, sólo una cantidad de personas relativamente pequeña va a sufrir las consecuencias. Los activos de la firma en quiebra pasarán a manos más capaces.
Pero las decisiones del Gobierno, el federal en particular, nos afectan a todos nosotros. Cuando el Gobierno comete un error, la burocracia no puede quebrar. En su lugar, utilizará su fracaso para justificar el incremento de asignaciones económicas en el siguiente presupuesto.
Si los "trabajos ecológicos" tienen tanto sentido, el mercado los creará. Serán creados por obra de empresarios privados y capitalistas de riesgo impacientes por beneficiarse de ganar inversiones. Las mejores ideas ocuparán los primeros puestos y las energías ecológicas reemplazarán gradualmente al petróleo y el carbón.
Si los políticos hablaran en serio cuando dicen que crearán puestos de trabajo y tecnologías más limpias, se harían a un lado y dejarían trabajar al libre mercado.