Presidenta Michelle Bachelet: "Lo que más desprecio es la lealtad entendida como incondicionalidad"
A principios de este mes, cuando la Concertación vivía un ambiente de crisis por las dos listas en las elecciones de concejales, la Mandataria concedió una extensa entrevista a El País. En ella aborda desde su relación con su padre y el mundo militar, hasta sus planes para cuando deje La Moneda.
Gabriela Cañas
No hago más que escuchar que Bachelet está acabada, que a este gobierno no le queda nada por hacer. Que su mandato acabe en 2010 sin posibilidad de reelección fomenta esa percepción, supongo.
Hoy cuento con el 48% de aprobación de la gente, pero es verdad que ha habido momentos duros y difíciles. En todo caso, yo voy a gobernar hasta el último día de mi mandato y seguimos haciendo miles de cosas en infraestructura y mejoras sociales.
-¿Qué explicación da entonces al desencanto de los chilenos?
Los latinobarómetros demuestran que los ciudadanos chilenos siempre se sienten más infelices que los demás. Somos extraordinariamente exigentes. También creo que los medios de comunicación influyen negativamente en este sentido. Hay una disociación entre la experiencia personal y la percepción colectiva. Lo veía cuando era ministra de Salud. La gente decía que la asistencia sanitaria era pésima, pero si les preguntabas cómo les había ido las tres últimas veces que la utilizaron decían: excelente. Mi aspiración no es que los medios oculten los problemas, pero echo de menos el equilibrio. En cuanto a los políticos, cuando converso con otros presidentes me dicen: nadie es profeta en su tierra.
¿A qué se dedicará cuando termine su mandato?
No he tenido tiempo de pensarlo. Soy presidenta 24 horas al día. Voy a seguir trabajando, porque aún no habré cumplido los 60 y he sido siempre activa. Seguiré con mi vocación pública y sé que dedicaré más tiempo a mi familia. Desde luego, escribiré un libro. Ser la primera mujer presidenta es toda una experiencia a transmitir. Además, es sorprendente leer cómo se interpretan algunas cosas con códigos tan diferentes a la realidad.
¿Ha ido tomando notas?
No, pero tengo buena memoria. Y ese libro será bueno para Chile, para mujeres que ocupen puestos similares y también para los hombres, ¿por qué no? Es bueno que ellos se pongan de vez en cuando los zapatos de otros y sepan lo que significa ser mujer y nuestras dificultades al asumir un cargo; que sepan que a las mujeres nos valoran distinto. Si lloras, dicen de ti que eres blanda. Si no lloras, que eres demasiado inflexible... Como siempre te critican, hagas lo que hagas, yo he decidido mostrarme tal como soy... Es bueno que los hombres comprendan también que las mujeres respondemos de una manera diferente. Creo que todo esto no me lo puedo quedar sólo para mí. Se lo debo a la cosa pública, y yo tengo un tremendo sentido del deber. Es lo que me mueve en la vida. (...)
MUJER EN LA PRESIDENCIA
-Cuando fue ministra de Defensa pregonó ser mujer separada, agnóstica y socialista. ¿Fue sorpresa para usted lograr la presidencia en un país que los propios chilenos tildan de machista?
Tengo la sensación de que la gente lo que buscó y recompensó fue la percepción de una persona creíble, honesta y dispuesta a trabajar por ella. Y siento que el humor es una parte importante de la vida que puede aligerar tensiones. Así que en la primera reunión que tuve con el jefe de las Fuerzas Armadas le dije todo eso de que soy agnóstica y madre soltera. El mensaje era: 'Esto es así, sí, pero les puedo asegurar que vamos a trabajar bien'. Hay falta de credibilidad en los líderes políticos porque lo que la gente busca y necesita son personas que de verdad trabajen por ella. El hecho de que yo hablara de mi condición y creencias tan abiertamente reflejaba a una persona consecuente y honesta.
-¿Dice que ve falta de liderazgos políticos en el mundo?
Muchas encuestas, en muchos países demuestran que los ciudadanos no sienten que los políticos se ocupen de las cosas que les pasan en su vida. Los sienten discutiendo de abstracciones y peleándose el poder por el poder, más que el poder para hacer lo necesario. Y en ese sentido, creo que es lo que Chile necesitaba.
-¿Cómo no dejarse arrastrar por la "alta política" y no perder pie con la realidad?
Las mujeres, por nuestra experiencia desde que nacemos, estamos muy capacitadas para estar inmersas en la realidad. Porque nos toca hacernos cargo de muchas cosas, sobre todo sociales. (...) Yo, además, leo los diarios todos los días, veo internet, escucho a la gente, me escriben cartas y mails, y leo todo eso. Yo converso con mi familia, que es una familia crítica, nada autocomplaciente. Me relaciono con mis asesores y no les pido que me cuenten que las cosas están estupendas. Lo que más desprecio es la lealtad entendida como incondicionalidad. Al revés. Para mí, la palabra lealtad significa decir lo que está mal y lo que está bien. Así que es difícil no tener una mirada realista.
-La prensa local le critica mucho y parece que los mismos rasgos que la ayudaron a ganar son ahora mal percibidos.
Por un lado, la gente me dice: "No cambie. Por favor, no cambie. Usted es cercana. Nos ve. Existimos". Yo saludo, converso, abrazo, beso. Me río. Y la gente lo aprecia profundamente. Tengo la sensación que mi estilo de liderazgo fue menos comprendido en el mundo de la política más convencional. Porque la gente me eligió sabiendo cómo soy. Pero tal vez la gente siente que estoy más distante, porque muchas veces tengo que ocuparme de asuntos muy abstractos.
-¿Significa algo para usted que en Latinoamérica haya ahora en la cúspide dos mujeres (Bachelet y Cristina Fernández), dos sindicalistas (Lula y Evo Morales), un obispo (Fernando Lugo), dos médicos (Tabaré Vázquez y Bachelet) y... un militar (Hugo Chávez)?
En Brasil, el pasado mes de mayo, cuando asumí la presidencia pro tempore de esta Unión de Naciones Suramericanas (Unasur), nos reunimos Evo, Lula y esta Presidenta. ¿Quién hace cinco años hubiera imaginado que en una testera como ésta estaríamos un indígena, un líder sindical y una mujer? Esto demuestra que América Latina es otra. (...)
-¿Cree que puede ser el gran momento de América Latina? Todos los artículos que leo son muy pesimistas al respecto...
A América Latina se le dijo en los años 80 que su nivel de pobreza y subdesarrollo eran producto de no haber hecho las reformas económicas necesarias. Las hicieron y están registrando crecimientos económicos importantes y sostenidos, pero la pobreza se mantuvo igual o se incrementó. A mi juicio, lo que sucedió es que las políticas económicas no llevaron de la mano las políticas sociales para mejorar las condiciones de vida de sus habitantes. (...) (En Chile) ahora tenemos que luchar por tener un desarrollo sostenible. Hemos creado por primera vez un Ministerio de Medio Ambiente. Queremos seguir teniendo crecimiento económico, pero no a cualquier precio. Queremos equidad y justicia social. Con la reforma de la previsión que hemos hecho, a partir de este mes el 40% de los ciudadanos más pobres va a tener una pensión mínima solidaria o van a ver aumentada la que tienen.
Es el camino de los estados de bienestar europeos
Bueno, no podemos compararnos con Europa. Nosotros venimos de estados neoliberales brutales. (...)
Su padre, Villa Grimaldi y Jaime López
-Es impresionante la carta que les escribió su padre (el general Alberto Bachelet) desde su cautiverio antes de morir: "Me quebraron por dentro en un momento, me anduvieron reventando moralmente". ¿Cómo vivió esa pérdida?
Era difícil vivirlo sólo desde la óptica personal, porque lo estábamos viviendo de forma colectiva. La gente desaparecía, aparecía muerta. La sensación era que en Chile estaba pasando un horror que en lo personal afectaba a mi familia. Muchos otros estaban viviendo dolores muy profundos.
-¿Y eso es consolador?
No lo sé. Era más bien una sensación de desamparo global. Desamparo en lo familiar. Bueno, yo estaba con mi madre, una mujer muy fuerte. Yo también soy una persona fuerte. Nos preguntábamos cuánto iba a durar eso. Y en lo personal fue muy triste, doloroso, porque yo era muy regalona de mi padre, la única niñita en casa y esa cosa tradicional de ser la niñita del papá. Teníamos una relación muy estrecha y cariñosa. Mi padre era muy protector. Y, claro, tuve todo el dolor de la pérdida, que luego reviví en muchos momentos de mi historia.
-¿Por ejemplo?
Cuando tuve hijos. Me hubiera gustado tanto... Mi padre era entretenido. Así como era estricto, era un padre que jugaba con nosotros. Era deportista. Lamenté muchas veces no sólo no haber contado con él como hija; también que mis hijos perdieran esa oportunidad de tener ese abuelo que hubiera sido tan entretenido e interesante. Bueno, han tenido una abuela entretenida e interesante. (...)
-Lo de Villa Grimaldi también fue terrible para usted. ¿Cómo pudo superar y perdonar todo eso?
No sé si mi capacidad de resiliencia, como le llaman los expertos, tiene que ver con mi padre o mi madre. Probablemente con los dos. (...) Lamentando profundamente lo pasado, uno mira cómo puede ser un actor relevante en garantizar que este país sea mejor para todos en el futuro. Y esa actitud más constructiva, más propositiva (no quisiera calificarla), me nace naturalmente... Hubo un momento en mi vida en que yo no estaba en esta actitud. Tenía dolor, rabia, ira. Pasé por todas las etapas, en lo personal y en lo colectivo. Pero primero hice mi duelo propio, enterré a mi padre, y después todo ese dolor se fue transformando en otra fuerza. (...)
-Usted ha asumido los sentimientos negativos que sufrió por el régimen de terror. Reconoció no haber sido comprensiva con aquel novio suyo, Jaime López, que bajo tortura delató a sus amigos.
Hubo momentos de ira, de rabia, de dolor, y también de polarización de los afectos y de la capacidad de mirar las cosas. Pasados los años, hay que ser capaces de entender el proceso de una manera distinta. Hay cosas que no voy a justificar aunque pasen 400 años. Hay gente que hizo cosas terribles. Nunca les daré el beneplácito de admitir que no fueron lo que fueron: asesinos, traidores... Pero en el caso de este chico... Tenía 23 años y estaba asumiendo lo que otros no hicieron (se habían ido, se habían escondido). Ahora tenemos la posibilidad de poner en su justo término las cosas.