Trigo, arroz y maíz, lecherías, frutales, la zona centro sur vive un boom de alternativas productivas. Lo que le falta es aumentar el sistema de embalses y mejorar la capacidad de gestión empresarial para aprovechar las oportunidades.
Entre dos almas vive el agro de las regiones del Maule y del Biobío. Por el norte está rodeado de la mayor concentración de huertos dedicados a la industria de exportación, mientras que en su frontera sur está el corazón cerealero del país.
Conocidas como la zona bisagra entre el agro de la zona central y el sureño, hasta hace un lustro la VII y VIII Región vivían una situación comprometida. Sin el benigno clima de Rancagua, no podían tener una industria frutícola relevante; y en los rubros extensivos, los bajos precios del arroz o del trigo a duras penas permitían mantener números azules a fin de año.
De hecho, no eran pocos los que a comienzos de la década apostaban a que el sector forestal se terminaría por comer al agro, debido a la mala condición de este último y al fuerte dinamismo de la industria de la celulosa. Sin embargo, en los últimos años, la situación dio un giro en 180 grados. Ahora se ven caras felices en Linares, Parral, Chillán y Los Ángeles.
¿A qué se debe ese cambio? Básicamente a dos tendencias.
Por un lado, la canasta de productos posibles para hacer se amplió dramáticamente. "Más allá de las alternativas tradicionales, surgieron los berries, las semillas o la achicoria, por nombrar algunas", explica José Miguel Stegmeier, agricultor de Los Ángeles, VIII Región. A la lista hay que sumar el avance del maíz hacia el sur, cultivo anual tradicionalmente afincado en la Región de O'Higgins.
Y una parte importante del crecimiento de ese cereal se debe a otro sector boyante de la "bisagra de Chile": el lechero. Proyectos que incluyen la alimentación en base a ensilaje de maíz han impulsado megainversiones como Ancali, de Inversiones Bethia, la mayor del país.
Pero la apertura de opciones no se queda allí, pues incluso el vino está dando que hablar.
Aunque en la VII y VIII desde la llegada de los españoles existen plantaciones vinícolas, especialmente de la cepa país, el objetivo siempre fue la fabricación de vinos corrientes y de pipeño. Sin embargo, a medida que avanza la presente década, zonas como Loncomilla, Caliboro o Mulchén se están convirtiendo en un imán para inversiones destinadas a vinos finos de exportación.
Casos como el de Pedro Ibáñez, de Viñedos Córpora, que instaló sus reales en Negrete, a orillas del Biobío, y que apuesta al potencial de la zona para producir el célebre Pinot Noir, se están haciendo cada vez más comunes.
"En el Maule o el Biobío se puede lograr vinos con una identidad propia, algo que no siempre tienen los de la zona central. Las condiciones más extremas hacen que los vinos sean más livianos y menos alcohólicos, justamente lo que están buscando los consumidores internacionales más interesados en el vino", afirma Andrés Sánchez, de viña Tabontinaja y asesor enológico.
Pero el recuento no acaba. La llegada de la belga Orafti, en 2004, agregó la opción de la achicoria, planta de la que se extrae la inulina, compuesto que está destinado a uso alimentario y farmacéutico. Ya son cerca de 2.000 las hectáreas que trabajan para la empresa europea.
El segundo factor que ayudó a aceitar a la "bisagra" maulina y penquista es el alza de los precios de los commodities agrícolas. Para muestra un botón: mientras que el año pasado los molinos pagaron casi $9 mil el quintal de arroz, en 2008 la cifra subió a $22 mil. A eso hay que agregar alzas importantes en el trigo y el maíz.
"La sensación es que en general estamos en un momento bueno. Quizás la excepción sea la remolacha, cuyos precios internacionales no se han elevado. En todo caso, confío que eso se va a revertir en el futuro próximo", afirma Jorge Guzmán, presidente de la Federación de Productores de Remolacha.
Pero a la hora del análisis no hay que olvidar las tareas pendientes. Si bien hay elementos como el bajo dólar, el alza de la energía y de los fertilizantes, que no se pueden controlar, sí se puede avanzar en la creación de una red de embalses, especialmente en la VII Región, y la modernización de los pequeños productores para aprovechar las oportunidades que se abren en el nuevo escenario del Maule y el Biobío.
A continuación, algunos de los elementos claves que marcan su actual momento.
Cereales recuperan terreno
No ha fallado ninguno. Incluso, el más remolón, el arroz, también se sumó al auge de precios que viven los cereales. Por eso celebran desde Talca a Los Ángeles.
En los últimos años, a pesar de que los precios no eran de los mejores, el maíz ya había iniciado una colonización de la VII y VIII Región. Debido al crecimiento de la superficie frutícola y vitivinícola en la Región de O'Higgins, tradicional centro maicero, empresas graneleras como Copeval y Coagra comenzaron a instalar centros de secado cada vez más al sur, lo que estimuló la plantación.
Pero ahora, con el alza del trigo, un cultivo de menores costos, el maíz enfrenta una dura competencia. "Aunque el precio del trigo ha bajado respecto del peak de febrero, sigue siendo una alternativa interesante. Por otro lado, el maíz mantiene valores estables. En todo caso, veo a esos cultivos firmes. De hecho, nuestro principal problema es decidir a qué apostar la próxima temporada, pues las señales externas cambian de un mes a otro", afirma Fernando Serrano, presidente del Consorcio Agrícola del Sur.
Boom ganadero
Un detalle esclarecedor: mientras Osorno tiene 109 mil cabezas de ganado, Los Ángeles tiene 87 mil animales. Sin embargo, pocas personas podrían relacionar a esa última comuna con la producción de carne o leche.
Ese bajo perfil viene de que las inversiones en la VIII Región son relativamente recientes. El empresario Carlos Heller decidió lanzar la megalechería Ancali, de 4 mil madres, hace tres años. A fines de 2007, un grupo de empresarios de la zona, entre ellos Juan Pablo Aruta y Jorge Guzmán, presentó un proyecto de 1.500 madres, mantenidas en drylot. Ambos proyectos tienen un elemento en común: aprovechan la posibilidad de producir en las cercanías el maíz para ensilaje, que permite alimentar las vacas.
Otra arista del renacimiento ganadero va de la mano de los corderos. Carnes Ñuble, la empresa recientemente controlada por Jorge Matetic, lleva adelante un importante programa exportador desde Chillán. Ese esfuerzo permitió elevar la población ovina de la VIII Región, la que ya suma 173 mil animales.
Faltan embalses
A la hora de señalar cuál es el principal problema que enfrenta la zona, no hay dos opiniones: se requieren con urgencia nuevos embalses.
La sequía que se vivió hasta unas semanas dejó por las cuerdas a los agricultores del secano. De hecho, buena parte de los 22 mil millones de pesos que repartió el gobierno en país fueron a dar al Maule y el Biobío. Sin embargo, ahora las lluvias inundaron campos y poblados. La conclusión, si se quiere tener un agro moderno en la zona no se lo puede dejar tan indemne frente a los caprichos de San Isidro.
"Como todavía hay riego gravitacional, el más tradicional, el gasto de agua es enorme. Por eso se requiere aumentar la seguridad de riego mediante embalses", afirma Fernando Larraín, presidente saliente de la Federación de productores de Linares.
Modernizar la gestión
¿Cuál es principal desafío para un agricultor cuando tiene varias buenas oportunidades? La respuesta es muy simple, saber aprovecharlas.
El problema es que por muchos años los agricultores de la zona se acostumbraron más a sobrevivir que a cavilar como navegar a favor de los vientos de la globalización.
"Puede ser que seamos de los últimos en el agro en beneficiarnos de la apertura comercial del país. La Unión Europea bajó sus subvenciones agrícolas y China está demandando alimentos con gran fuerza. Frente a esos fenómenos, existe una brecha conocimiento y gestión entre los productores, especialmente los más pequeños", afirma José Miguel Stegmeier.
La VII Región presenta el 17 por ciento de población bajo el nivel de pobreza, una de las mayores cifras del país. Buena parte de esas personas viven en zonas rurales de secano desarrollando pequeñas actividades agropecuarias.
Por el bajo volumen de los campesinos maulinos se requiere un trabajo estatal que privilegie tanto la asociatividad como la modernización de la gestión, apuntándola hacia la reconversión a rubros con buenas perspectivas en los mercados externos.
Eduardo Moraga Vásquez.
Revista del campo