El último «show» del presidente
AP. George Bush se sube en una silla para poder ser un poco más alto que su contertulio
PEDRO RODRÍGUEZ CORRESPONSAL. WASHINGTON.
La mezcla de Hollywood y Washington engendra montajes como la cena celebrada este fin de semana por la Asociación de Corresponsales de la Casa Blanca. Una gala que durante los últimos 93 años ha terminado por transformarse en lo más parecido a la noche de los Óscar en la capital federal, es decir un derroche de glamour, fama, poder y un humor muy, muy, pero que muy americano. Todo con la excusa de presentar unos premios periodísticos y reunir dinero para unas becas. Aunque el verdadero objetivo parece consistir en poner a prueba la gracia de los ocupantes del despacho oval frente a centenares de invitados en el cavernoso salón de baile de un céntrico hotel de la capital a cuyas puertas estuvo a punto de perecer Ronald Reagan.
Para George W. Bush, con 266 días restantes de mandato, la cena del sábado por la noche (madrugada en España) ha sido su última aparición como presidente de Estados Unidos ante este peculiar foro para el que la Casa Blanca suele contratar los servicios de guionistas profesionales. En durísima competencia con Bill Clinton, Bush se ha venido defendiendo bastante bien en esta tradición iniciada por su antecesor Calvin Coolidge. En 2007, se atrevió a hacer bromas sobre el vicepresidente Cheney. En 2006, triunfó presentándose con su calcado «alter ego», el imitador Steve Bridges. Y el año anterior Laura Bush se convirtió en la estrella de la noche al declararse una «mujer desesperada».
Conspicuas ausencias
Esta vez, Bush ha recurrido a videos de sus anteriores «shows» pero también ha aprovechado para meterse un poco con todos los aspirantes a sucederle en enero de 2009 pero ausentes de manera conspicua del máximo acontecimiento social de la temporada en Washington. Empezando por destacar que «el senador McCain no está aquí, probablemente quiere distanciarse un poco de mí». Aunque según Bush, no es el único que quiere mantener las distancias porque incluso «Jenna también se está mudando», en referencia a la inminente boda de su hija prevista para el sábado 10 de mayo.
El presidente, utilizando llamativas controversias en la campaña de los demócratas, también indicó que la senadora Hillary Clinton no había podido acudir a la cita porque había «fuego de francotiradores» a la puerta y que el senador Barack Obama tenía como excusa el estar en «la iglesia». Referencias a las exageraciones bélicas de la ex primera dama sobre un viaje a Bosnia en los años noventa y los problemas del candidato afroamericano con los rechinantes sermones de su parroquia en Chicago.
Notorio por su hábito de irse siempre muy pronto a la cama, el presidente también se disculpó irónicamente ante su audiencia por presentarse un poco somnoliento. La razón, según Bush, es que el famoso «teléfono rojo» de la Casa Blanca no deja de sonar todos los días a las tres de la madrugada. Broma inspirada por el anuncio utilizado por la campaña de Hillary Clinton para defender sus cualificaciones frente a la supuesta inexperiencia de Obama.
¿Signo del Apocalipsis?
La mezcla variopinta de invitados también inspiró al presidente para destacar el hecho de que en la misma habitación se encontraban la modelo y a veces actriz Pamela Anderson (con un escote que rivalizaba con el gran cañón del Colorado) y el político mormón Mitt Romney: «¿No es esto uno de los signos de la llegada del Apocalipsis?». Y es verdad que algo desconcertante resultaba la mezcla entre los asistentes de figuras como Condoleezza Rice, Jenny McCarthy, Henry Kissinger y Ben Affleck.
A modo de apoteosis final, el presidente no dudó en hacer algo que según él había querido hacer desde hace mucho tiempo: tomar la batuta y dirigir la banda de música de los «Marines». Agrupación uniformada que ameniza las veladas en la Casa Blanca, y que bajo la intensa gesticulación del presidente interpretó una serie de patrióticas melodías compuestas por el legendario John Philip Sousa. Y por un fugaz momento no pareció importar mucho que Bush sea el ocupante de la Casa Blanca con mayores niveles de impopularidad desde que la firma de encuestas Gallup empezó a preguntar esa cuestión hace setenta años.
Saludos
Rodrigo González Fernández
DIPLOMADO EN RSE DE LA ONU
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