Sueldo mínimo y ética: es hora de avanzar
Por Pedro Muñoz, senador por la Región de Magallanes
Senador Pedro Muñoz, Región de Magallanes
El Obispo de Rancagua, Monseñor Alejandro Goic, ha remecido el ambiente político, económico y social del país al solicitar a quienes pueden pagar sobre el actual sueldo mínimo hacerlo y hablar, entonces, de un salario ético.
No es primera vez que la Iglesia interviene en nuestra historia en esta materia suscitando gran impacto. Lo hizo también a mediados del siglo pasado el entonces Obispo de Talca, Manuel Larraín y, también, unos años después San Alberto Hurtado, al consultarse con gran acierto si era Chile un país católico, frente a tanta desigualdad y postergación. Después fue el Cardenal Raúl Silva Henríquez quien señaló con singular claridad "Todos queremos vivir en Paz
pero no nos hagamos ilusiones. La Paz sólo es posible si existe la justicia social. Y una expresión de justicia es la distribución equitativa de los bienes y de las tierras
" "El verdadero orden social agrega - es el de la justa distribución de las riquezas, porque no puede haber orden social, donde existen unos pocos privilegiados y una multitud de explotados." Dichas expresiones revivieron hace algunos años cuando la Conferencia Episcopal denunció la persistente y escandalosa desigualdad que aflige a nuestra sociedad
¡ Cómo no recordar todos estos llamados en medio de la discusión actual sobre la dignidad del trabajo y la ética, suscitada por Monseñor Goic
Sus opiniones han abierto un interesante espacio para la reflexión que debe ser acogido con la disposición al diálogo de representantes de los trabajadores, del empresariado y de especialistas en el tema.
Ello ha sido asumido por el Gobierno a través de la conformación del Consejo Asesor Presidencial para la Equidad Social, cuya creación resulta muy positiva y que esperamos entregue resultados positivos acerca de esta materia, en un momento especial para Chile en su historia, cuando presenta una sólida posición económica.
Acaso eso sea lo que ha cambiado desde los llamados anteriores de Monseñor Larraín, el Padre Hurtado o el Cardenal Silva Henríquez. Hoy Chile puede más, su economía es más dinámica y sólida y sus resultados macroeconómicos mucho mejores.
Por ello muchas prácticas tolerables en épocas de dificultades no lo son hoy. Las mismas cifras que los grandes grupos económicos se encargan de publicitar a la hora de presentar sus balances, promover el valor de sus activos y alentar a inversionistas son las que hacen difícil comprender algunas actitudes.
No se requiere esfuerzo para encontrar ejemplos de abusos, atropellos o actitudes reñidas con la ética que sería bueno erradicar. Veamos algunos ejemplos.
Nuestra legislación contempla un sueldo mínimo. Ello debe ser precisamente eso, un salario básico, regulador del mercado del trabajo y que refleje un esfuerzo medio del trabajador. Sin embargo, para muchos hombres y mujeres es un salario máximo, que se configura incluso ilegalmente -en base a gratificaciones y horas extraordinarias o fundamentalmente a comisiones.
Vale decir, muchos trabajadores chilenos alcanzan los $ 144.000 con comisiones y horas extraordinarias, o sea, al máximo de su productividad y esfuerzo físico. Ello no es razonable ni ético.
Tampoco lo es que empresas de gran éxito en el ámbito del retail, de la agroindustria, de la salmonicultura y de otros rubros, que acumulan gigantescas utilidades, utilicen más de cien razones sociales diversas para disminuir los derechos de los trabajadores y para mermar la distribución de sus utilidades a través de gratificaciones.
Hace algunos días, en medio de una movilización que concitó gran interés en la opinión pública, conocimos que el pliego completo de peticiones de los trabajadores representaba sólo un quinto de las utilidades trimestrales de la empresa. Vale decir, todo el mejoramiento solicitado significaba un 5% de sus ingresos anuales.
Asimismo, no es ético, que el Estado no de el ejemplo en esta materia y mantenga prácticas irregulares como ingresos subcotizados o un número importante de funcionarios que desarrollan labores habituales en la precariedad, sujetos a contratos a honorarios.
Lamentablemente, para algunos estas demandas son sólo agitación y se ocupan de requerir la aplicación del estado de Derecho y el cumplimiento de las normas. Que bueno y ético - sería tener la misma actitud cuando la ley se vulnera no pagando las cotizaciones previsionales, destruyendo sindicatos con prácticas antisindicales, obligando a jornadas adicionales bajo la amenaza del despido.
Creo, entonces, que tenemos un gran desafío. Se ha dicho con bastante razón que nuestro país y sus indicadores económicos es un gigante con pies de barro. El éxito de Chile y de muchas de sus principales actividades no puede sostenerse con sueldos miserables y atropellos. Esperamos que el Consejo Asesor creado por la Presidenta Bachelet dé sus frutos y nos acerquemos a una sociedad más justa, como la que se viene reclamando desde hace tantas décadas.