Le Monde
El descrédito de los periodistas políticos
La iniciativa del canal TF1 de reemplazar a los periodistas políticos por un panel de electores en sus grandes emisiones de campaña, surgió sólo como una señal suplementaria del descrédito que afecta a la profesión
Raphaëlle Bacqué
Le Monde
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ES UNA EXPERIENCIA que los periodistas políticos viven casi todos los días, en sus reportajes, en el café, en las cenas privadas donde se habla de la elección presidencial francesa. La pregunta se plantea rápido: ¿Quién va a ganar?. Algunos minutos después llega la crítica: Ustedes, los de los medios parisinos, siempre se equivocan.
Entre este estatus de supuesto adivino y la reputación de mal experto, la trampa es siempre inextrincable. Renaud Dély, director adjunto de redacción de Libération, reconoce que se nos reprocha nuestra arrogancia, se nos hace sospechosos de querer orientar el voto y, a veces, al mismo tiempo, de no hacerlo lo suficiente. Recuerda que al día siguiente de la eliminación de Lionel Jospin por Jean-Marie Le Pen, los lectores de Libération hacían a su diario reproches del tipo: Ustedes no nos dijeron que Le Pen podía ganar. Si lo hubiesen hecho, no habríamos votado por Besancenot, Laguiller, Chevènement, Taubira, etc..
Peor todavía fue durante el referendo sobre el tratado constitucional europeo de 2005. Los periodistas y los medios fueron globalmente acusados de arrogancia, de ignorancia de las realidades cotidianas, de militancia a favor del tratado. Así fue como el descrédito que afectaba a los dirigentes políticos golpeó a los medios y la irrupción de Internet hizo el resto. Los reporteros no son insensibles a esta crítica que ahora les golpea como una bofetada. El veterano Laurent Bazin subraya que hay que reconocer que nos equivocamos regularmente, pero la crítica que se nos hace es todavía más profunda: los ciudadanos tienen la sensación de que los periodistas y los políticos se concertaron para hablar sólo de las cosas que les interesan a ellos.
El fenómeno ya era perceptible hace al menos diez años. Desde entonces se amplificó. Hoy, una parte de los electores vota contra el candidato al que perciben como el favorito de los medios. La creación de este foro constante que es Internet, ha hecho de esta disidencia algo mucho más intrusivo y directo al ofrecer a todos la posibilidad de ser un editorialista en potencia. De pronto, los ciudadanos pueden juzgarnos como juzgan a los políticos , constata Bazin.
Cada quien constata así la agresividad de los couriers y los debates entre internautas sobre la política. Christophe Barbier, director de redacción de LExpress dice que la sospecha se ha vuelto hoy muy violenta. Lo que a menudo me impacta es que la gente no se contenta con criticar o sospechar que uno está por Sarkozy o por Royal. Quieren también debilitar a los periodistas, exigen sanciones, vuestra renuncia o el despido. Sólo se tranquilizan cuando el redactor debate con ellos o es sancionado. Pero hay una novedad: la clase política se ha incorporado a esta crítica generalizada contra los medios. Después de haber controlado a la televisión, los políticos han sido dominados por ella. Han aceptado cualquier cosa con tal de disponer de dos minutos de pantalla y han terminado víctimas de periodistas audiovisuales sin cultura política, señala Nicolas Domenach, de la revista Marianne y editorialista de TV. Pero ocurre que la sociedad del espectáculo, habiendo terminado por desacreditar a la política, se encontró a su vez sometida a la exasperación de los ciudadanos.
En ese contexto de descalificación general, la iniciativa del canal TF1 de reemplazar a los periodistas políticos por un panel de electores en sus grandes emisiones de campaña, surgió sólo como una señal suplementaria del descrédito que afecta a la profesión. Todos citan también la declaración de Jacques Chirac en un panel con jóvenes en TF1, durante el debate sobre el referendo europeo en 2005 (No los comprendo, confesó el Presidente a sus interlocutores), lo que sin duda ningún periodista habría podido revelar.
Pero muchos temen que el método no sea más que una manera de evitar el cuestionamiento.
En suma, asegura Christophe Barbier, la democracia participativa aplicada a los medios puede que sólo sea una manera de escapar de la confrontación. Los dirigentes, aguerridos en los mecanismos de la televisión, enfrentándose a ciudadanos que siguen siendo novatos con el instrumento. Michael Darmon, periodista de France 2, dice: En Francia, los políticos tienen el debate a flor de labios. Pero deslegitiman el cuestionamiento cuando se les hace incómodo.
Los periodistas por último han advertido que la crítica a la que están sometidos los ha hecho más ambiguos. Renaud Dély constata: Hemos asumido el hecho de que podemos equivocarnos y ahora consideramos detenidamente todas las hipótesis. Así es como vemos que hay diarios que titulan un día (caricaturizo apenas) Ségolène despega y tres días después Ségolène se hunde. ¿Es un avance o una confusión suplementaria?.
RODRIGO GONZALEZ FERNANDEZ
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