Con la República arrumbada en el cuartito de los trastos viejos, los culpables de este incomprensible deshonor venden a la ciudadanía supuestos principios republicanos, los que acompañan con un palabrerío que constituye una interpretación libre y tergiversada del articulado de la Constitución Nacional.
Un hombre de la talla de Juan Bautista Alberdi, desde la ética y el pensamiento, supo interpretar el papel específico del Estado, sus deberes y obligaciones, así como su subordinación al interés primigenio del soberano, quien recíprocamente debería cumplir con los suyos dentro del marco legal que señala el Contrato Social.
Suprimiendo los derechos ciudadanos, el actual Ejecutivo se apoderó ilegítimamente de los poderes independientes, causando esta acumulación la destrucción del equilibrio, sustento básico del estado de derecho.
Apelando al engaño entre susurros y disparates, los impresentables agudizan sus ataques amparados en un partido oficial cuya legitimidad no tiene un basamento real, fundamentalmente por que sus máximos representantes dicen pertenecer al PJ, lo cual no responde a una clara definición de política partidaria.
Desde ese ámbito se ha instaurado la demonización del pensamiento de derecha, centro derecha, algo que se piense que es similar o afín con esta idea, pensamiento que es atacado desde un odio sistemático de los que ocupan cargos funcionales dentro de un estado que admite a Bonasso, Taiana, Garré, Luis Duhalde y se deja manejar por Horacio Verbitsky, Carlotto y Bonafini.
La suma de enemigos alcanza un número ilimitado, así como los disturbios provocados para enfrentar a distintos sectores del quehacer nacional.
Los incapaces dirigen desde una rebuscada visión de izquierda, movidos únicamente por resentimientos que muestran las mismas conductas que los llevaron a tomar las armas en otros años, cuando decían luchar por una patria mejor y realizaban ejecuciones en nombre del pueblo o a pedido de él,
Esas mismas disfunciones psicológicas han persistido en el tiempo y siguen utilizando las mismas frases surgidas de los mismos odios albergados durante tres décadas, sin entender ni admitir que la mayoría de la sociedad repudia y rechaza su pasado, lo mismo que la impunidad otorgada por una pseudo justicia a sus crímenes de lesa humanidad.
A las listas de adversarios se suman próceres, pensadores, militares, policías, clérigos, periodistas, etc., la diversidad es ilimitada y nuevos nombres se agregan continuamente, provocando el caos social.
La presión en aumento se puede percibir al entrar en un año eleccionario, se refuerzan los ataques desde el régimen pretendiendo desterrar, anular y castigar a quienes se presenten como oposición, aun cuando esta no tenga todavía una definición en sus candidaturas.
Solamente emitir una opinión desequilibra totalmente a los Fernández, sobre todo a Aníbal, que parece ser la voz del Presidente en su abstinencia sonora, la que es suplida por el cacareo de ese Ministro del Interior, emitiendo sus poco fortuitos enjuiciamientos públicos.
En el país de nada importa y todo se puede, las órdenes de la Rosada son palabra santa para la Justicia. La nueva cacería afectó a la Señora Isabel Perón y se estaría agregando un nuevo juéz tucumano a la misma que seguiría los pasos de Acosta y Oyarbide, quienes con favores, pagan los favores recibidos.
En estos días se han visto multiplicadas víctimas fallidas de la triple A, todas muy dispuestas al diálogo, que de golpe y al unísono han recordado providencialmente añejos episodios.
Recuerdos, testigos aparecidos que figuraban en listados de desaparecidos, dotados de una memoria prodigiosa y oídos biónicos, exiliados, amigos de amigos, futuros conocidos y otros por conocer, todos ellos dispuestos a dar sus testimonios en los juicios que son premura para el Presidente, dispuesto a nalguear a los magistrados para que aceleren sus procedimientos.
Ayudados por los vicios de los mañosos pero ímprobos caudillos que hicieron de la política su medio de vida, como devenidos partidarios de otras siglas políticas que alegremente se pusieron a disposición del poder absoluto, desestimando y ocultando la verdad.
Urge la autopreservación de la dignidad, así como una recuperación superadora del espacio ciudadano, meta obligada para sostener las bases que permitirán erigir una restaurada República. Esta difícil tarea será exclusiva obra del esfuerzo mancomunado de una conciencia patriótica, la que al momento de elegir deberá reflexionar a fin de revertir la historia.
Autor: Susana Sechi
Email: SusanaSechi@gmail.com
Link permanente al articulo