Liliana García Arroyo/Especial para En Rojo
El tema de la empatía lleva ya algunos años estudiándose en las neurociencias y no es para menos, pues la violencia en países "desarrollados" (presumimos que en tecnología) se manifiesta en actos frecuentes y atroces. Al presente el empuje principal en las neurociencias lo provee el estudio de las neuronas llamadas "espejo", descubiertas hace dos décadas por un equipo de científicos encabezado por el italiano Giacomo Rizzolatti. Debido a nuestra relación con el país más "desarrollado", Estados Unidos, son los actos que ocurren en esa nación los que tienden a representar mayor impacto para nosotros, pues es allá que se formula la política pública para lidiar con nuestra realidad. Para digerir esto es preferible empezar con buenas noticias. Según The Baylor Lariat, del 23 de febrero del 2012, en un estudio con 150 estudiantes de la Universidad de Baylor, se encontró que luego que observaron videos donde se realizaba algún tipo de acoso ("bullying") la capacidad para realizar tareas se afectó por un tiempo. En otras palabras, el abuso no les es indiferente y produce un efecto adverso en el intelecto. Ahora bien, el que se observe algo con disgusto no necesariamente implica que se va a intervenir y en eso abundaremos más adelante.
Primero vamos a definir el término. La empatía se refiere al afecto o emociones que tienden a llevar a una persona a involucrarse en situaciones de otro, dichas emociones o afecto las provoca la situación, el énfasis es la situación más que la persona. Aquí es importante distinguirla de la "simpatía". La simpatía se refiere a una afinidad o "buena vibración" que una persona inspira a otra y que tiende a ser mutua. La paternidad del término empatía todavía se debate pero por lo general se atribuye a los alemanes Theodor Lipps y Sigmund Freud y al británico Edward Titchener traer la palabra del ámbito estético donde había estado en siglos anteriores, al ámbito sicológico. Freud postuló varias polaridades para desarrollar su teoría de personalidad, probablemente una de las más útiles es la tensión entre egoísmo y altruismo según elaborado en su obra El malestar de la cultura. No vamos a entrar en más definiciones pero sí debemos recalcar que la noción de estos polos en tensión nos parece válida y puede muy bien ser la clave para la inacción aun frente a situaciones que nos conmueven. No se trata pues de que toda inacción tiene su raíz en la indiferencia…
La prensa internacional se ha conmovido y con mucha razón, con la muerte de Trayvon Martin, joven afroamericano de diecisiete años asesinado de un disparo por un hombre de 28 años, George Zimmerman, en una comunidad del estado de la Florida en lo que parece a todas luces un crimen racial. La indignación por el asesinato se complica con el manejo de las autoridades del estado de la Florida, quienes ni siquiera han arrestado a Zimmerman. Este hombre era vigilante voluntario en un programa de la comunidad el cual corre bajo el amparo de una ley estatal que adoptara el estado de Florida en el 2005. Dicha ley contó con la aprobación de ambos partidos de Estados Unidos y la firma del Gobernador Jeb Bush. Aquí nos debemos de detener un poco. La susodicha ley la lideró Florida y ya ha sido adoptada por otros estados y mondo y lirondo, autoriza a atacar o disparar por la mera sospecha que otra persona le inspire. La misma exime de lo que anteriormente era un requisito antes de invocar defensa propia, huir o alejarse del lugar al presentir una amenaza (Shot to death in Florida, The New York Times, 21 de marzo del 2012). Uno de los padres de Zimmerman es hispano pero obviamente la empatía por la situación de desventaja racial del joven Trayvon Martin nunca entró en la ecuación emocional de Zimmerman. Volveremos sobre esto.
Recientemente se dilucidó en la corte del estado de Nueva Jersey el caso de un estudiante universitario, Dharun Ravi, por delitos de crimen de odio que llevó al suicidio a otro joven universitario de dieciocho años, Tyler Clementi. Clementi y Ravi de 20 años y de nacionalidad de la India, apenas tenían comunicación a pesar de ser compañeros de cuarto y cada uno había dejado comentarios negativos del otro en las redes sociales. Sin embargo, nunca se habían peleado o insultado. Con la cooperación de otra estudiante de origen asiático, Ravi filmó a Clementi besándose con otro joven, sin camisa, y subió el vídeo al internet. Pocos días después de Clementi enterarse de esto se lanzó de un puente pero antes dejó un breve mensaje en las redes. Ravi fue declarado culpable de varios delitos y espera sentencia en mayo. Aquí nos asombramos de cómo la joven pudo hacer colusión con Ravi, y ni siquiera durante el tiempo de la elaboración del plan recapacitó. La impunidad con que se sintieron ambos debió haber sido extraordinaria. Lo que más mueve a reflexionar además de la colusión entre los dos jóvenes perpetradores de esta atrocidad es la impermeabilidad de elementos culturales presumiblemente más tradicionales, los cuales no frenaron (1) la disposición a dañar (2) la utilización de la modernidad tecnológica como vehículo y (3) la ausencia total de pudor hacia la intimidad sexual. ¿Será esto el llamado "melting pot"?
El caso del joven Trayvon involucró toda una historia de discrimen racial, larga y terrible que caracteriza a Estados Unidos. Sin embargo, al momento del asesinato, Zimmerman actuó solo. De hecho en una de las llamadas que hizo a la operadora, ésta le pide que no siga al joven que resultó ser Trayvon. Lo único que hubiera podido evitar este asesinato era que la tal ley nunca se hubiera aprobado pero para eso se necesitaba que la gente con capacidad de empatía (claro que existen en Estados Unidos) y que sabían predecible su uso racial, se hubieran opuesto. En Estados Unidos, el "remedio" para acortar las distancias de clase que coincidían con el grupo racial, fueron las "cuotas" en las universidades las cuales se implementaron en las décadas pasadas. Fui testigo del odio que eso generó en los blancos pobres cuando yo era estudiante doctoral en Filadelfia. Los programas de radio tipo "talk show" evidenciaban mucha participación de los blancos pobres desaprobando estas medidas. Para acortar distancias de clase, el único modelo, ¡por Dios!, es el de Cuba.
En un ambiente como el que es frecuente en Estados Unidos, la experiencia desde la cuna es de vigilar a los otros, que finalmente son todos porque hay que competir todo el tiempo por lo tanto el cerebro no utiliza los circuitos que posibilitan la empatía. Sencillamente se desconoce la experiencia. Pero aun para aquellos y aquellas que la han sentido y han desarrollado su cerebro lo suficiente, los sentimientos pueden no traducirse en acciones porque las acciones tienen un costo social e inmiscuirse para ayudar a otro en una situación de abuso no es bien visto en una sociedad compulsivamente competitiva, con cuchucientas horas de entretenimiento violento y donde la tajada del presupuesto militar es una monstruosidad. En su libro The compassionate brain, el investigador alemán Gerald Huther, luego de establecer una base teórica sólida para el rol de la empatía en el desarrollo neurológico, pondera sobre el proceso de transitar hacia lo humano: es un proceso frágil, en riesgo de distorsión, donde un funcionamiento erróneo puede declararse normal. De eso se trata.
La autora es sicóloga.
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