En un estudio realizado por un equipo internacional que aunó los esfuerzos de muchos científicos se ha llegado a la conclusión de que existen dos medidas posibles, relativamente simples y baratas, de reducir las emisiones a la atmósfera de dos sustancias contaminantes muy comunes.
Aplicándolas, se podría reducir de manera notable el calentamiento global y mejorar la salud humana y la agricultura en las próximas décadas.
En lugar de concentrarse en las emisiones de dióxido de carbono (CO2), que es el principal culpable del cambio climático, la estrategia propuesta por estos científicos sería concentrarse en aplicar procedimientos para reducir las emisiones de metano y hollín de los procesos industriales y agrícolas, usando tecnologías existentes que ya han sido probadas. Ellos estiman que esto recortaría medio grado centígrado el nivel de calentamiento pronosticado para mediados de este siglo. Las proyecciones sobre el futuro calentamiento varían, pero como promedio apuntan para el año 2050 a un incremento de aproximadamente 1,34 grados centígrados con respecto a las temperaturas actuales.
Los recortes reducirían además las muertes prematuras ocasionadas como consecuencia de la contaminación atmosférica, y acabarían también potenciando el rendimiento de los cultivos, según el equipo de Drew Shindell, investigador del Instituto Goddard de la NASA para los Estudios del Espacio (GISS, por sus siglas en inglés) y el Instituto de la Tierra (dependiente de la Universidad de Columbia en la ciudad de Nueva York).
Por supuesto, si a esta estrategia se le sumase la de recortar las emisiones de dióxido de carbono, el resultado podría ser mucho mejor.
El dióxido de carbono, un producto emitido en grandes cantidades por actividades humanas como la quema de combustibles fósiles y biomasa, es el principal causante del calentamiento global. Sin embargo, no se está haciendo mucho para recortar sus emisiones, dado que los retos políticos, económicos y tecnológicos para conseguirlo son enormes.
El principal problema con el CO2 es que, una vez en la atmósfera, puede permanecer en ella durante siglos.
Emisión de contaminantes. (Foto: U.S. Chemical Safety Board)
El metano y el hollín también contribuyen, pero son eliminados de manera natural más rápidamente, y además, argumentan los autores del nuevo estudio, ya hay estrategias disponibles para ocuparse de ellos con carácter inmediato.
El metano es un componente inflamable del gas natural, un subproducto natural de procesos de digestión y de descomposición, y un gas de efecto invernadero. Aunque menos presente en la atmósfera que el CO2, comparado con éste a igual peso es mucho más potente en su efecto invernadero. También reacciona con otros gases para formar el ozono superficial, una sustancia que a ras de suelo constituye un contaminante importante pues daña cosechas y perjudica a la salud humana.
El hollín proviene de la combustión incompleta de la madera, el carbón y otros combustibles. Absorbe la radiación del Sol, y también puede alterar los patrones de las precipitaciones. Por otra parte, agrava diversas enfermedades respiratorias y cardiovasculares.
Tal como señalan los autores del nuevo estudio, tarde o temprano habrá que hacer frente a las emisiones del CO2, pero comenzar ya a ocuparse de esas otras sustancias contaminantes, aprovechando que es ahora más fácil, puede ser una especie de atajo para refrenar el calentamiento global y evitar que alcance niveles aún más peligrosos que el actual.
Estos recortes en las emisiones de metano y hollín evitarían entre 700.000 y 4,7 millones de muertes prematuras por año debidas a la contaminación atmosférica al aire libre, y un aumento del rendimiento de los cultivos de entre 30 y 135 millones de toneladas anuales, a causa de las reducciones del dañino ozono superficial en la década del 2030 y más adelante. Expresado en términos de economía, los científicos calculan que los beneficios globales de la reducción del metano serían de entre 700 y 5.000 dólares estadounidenses por tonelada, mientras que el costo típico de la reducción de esas emisiones estaría por debajo de los 250 dólares por tonelada.
Además de Shindell, en esta investigación han trabajado 23 especialistas de América del Norte, Europa, África, Oriente Medio y Asia.