Daniel Schweimler BBC, Cono Sur |
Los carabineros, o la policía armada de Chile, esperan a un lado de la calle, equipados con escudos antimotines y cascos de choque, y respaldados por la policía montada y un enorme "guanaco" (camión lanza agua).
Frente a ellos, aguardan los manifestantes enmascarados, con mochilas llenas de piedras.
Cuando las piedras comienzan a volar la policía arremete. El resultado: 170 arrestos y un policía herido.
Dos días después, en una protesta similar, cae herido -pero de muerte- otro miembro de las fuerzas del orden, provocando un escándalo y gran preocupación en un país que suele ser tranquilo.
La mayoría de los manifestantes chilenos marcha en forma pacífica, pero la violencia hace erupción con frecuencia, como ocurrió cuando se tomaron las calles para conmemorar el golpe de estado del 11 de septiembre de 1973, cuando el general Augusto Pinochet derrocó al presidente electo socialista, Salvador Allende.
Pero si no son políticas las causas, se trata del sistema de transporte, o un sistema educativo que se desmorona o la caída en picada de la popularidad de la presidenta socialista, Michelle Bachelet.
Un caos en orden
Chile es, por antonomasia, la historia del éxito en América Latina.
Desde que el Ejército dejó La Moneda en 1990, ha disfrutado de un gobierno democrático estable, una economía floreciente, bajos índices de desempleo y, tarde o temprano, sus problemas vecinales han ido resolviéndose.
¿Y entonces a qué se deben las protestas?
"Chile es un país muy próspero si se ven las cifras de la economía. Pero la vida para el pueblo es muy dura", dice uno de los manifestantes.
Chile ha visto su economía crecer año tras año en cerca del 5,5%. Relucientes edificios vanguardistas emergen por aquí y por allá en la capital, Santiago, y las calles están llenas de flamantes coches último modelo.
"Puntuales"
Pablo Halpern, un exitoso -y próspero- abogado se me une luego de un día de esquí en las montañas.
Él cree que los protestas no reflejan en forma precisa la situación de Chile.
"Aunque las imágenes son en muchos casos violentas, y las manifestaciones dañan las calles y las vidrieras de los comercios -y ese tipo de cosas parecen muy violentas- transcurren en un período corto y en áreas reducidas: el centro, cerca del Palacio Presidencial", explica.
"Comienzan a determinada hora y a las doce en punto de ese mismo día ya acabaron. Es en realidad un ejercicio en el que se da una mezcla de verdadera protesta política y descontento social en general", afirma.
Descontento generalizado
La distribución de la riqueza en Chile es una de las peores en la región. Sandro Imacache es una de esas personas que sienten que no se llevan una buena tajada de la expansión económica.
"En estos momentos el salario mínimo es muy bajo", dice parado detrás de la mesa de la recepción de un moderno edificio de apartamentos en la lujosa comuna de Las Condes, donde trabaja como conserje.
Esa cifra corresponde a US$208 mensuales, aunque el 15% de la fuerza laboral chilena gana menos, de acuerdo a la última Encuesta de Composición Socioeconómica Nacional.
"Con eso debo mantener a la familia y pagar el sistema de transporte inservible que tenemos. La vida aquí en Chile es muy cara: todo sube y nada baja", asegura.
"El sistema de transporte es una porquería y es muy caro. me lleva una hora y media llegar al trabajo -con tres cambios-, y sin contar las colas", dice.
Y agrega: "Los supermercados, los hospitales, todo sube. Antes pagábamos entre 30 y 40 pesos por una cebolla, y ahora salen entre 150 y 160... sólo una".
Brechas
Sandro "ve" la riqueza, pero no la alcanza. No puede permitirse el lujo de participar en las manifestaciones, pero forma parte de esa ola de descontento que crece en Chile entre quienes perciben que los han dejado atrás.
El analista político Carlos Fuentes cree que el gobierno no está encarando con suficiente celeridad el problema.
"Chile es uno de los tres países con mayor desigualdad en América Latina", señala.
"Creo que el problema ha estado ahí esperando que lo resuelvan durante mucho tiempo, y que la brecha entre ricos y pobres es demasiado amplia, y eso se puede ver en Santiago incluso: si viaja al norte y al sur de Santiago ve las diferencias", dice Fuentes.
"Puede notar que esas frustraciones de la gente han sido encauzadas en las últimas manifestaciones -los estudiantes, por ejemplo, que no pueden entrar a la universidad porque la calidad de la enseñanza no es buena", indica.
Frustración
A pesar de ello, Chile es uno de los países más prósperos y estables de América Latina.
Pero mientras la mayoría de los chilenos están conformes con la manera en que se están dando las cosas, también hay una ola creciente de inconformidad y frustración por la riqueza que no se comparte.
Y a menos que el problema se solucione -y más vale que cuanto antes-, las marchas crecerán, en participantes e intensidad.
Rodrigo González Fernández
DIPLOMADO EN RSE DE LA ONU
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