El
artículo pretende demostrar que al menos la mitad de las personas que ingresan a la política son realmente psicópatas sin diagnosticar y que en los niveles más altos del gobierno (Congreso, Senado, gobernadores, etc.), al menos el 80 por ciento de los altos cargos son ocupados por psicópatas.
El estudio analiza la situación en los Estados Unidos, un país que, a pesar del deterioro de su clase dirigente, es considerado todavía como un ejemplo de democracia y de seriedad en la administración y gestión del poder, donde la corrupción es reprimida sin piedad y donde los controles al poder y las normas básicas de la democracia funcionan. Es lógico pensar que si trasladamos el análisis a un país como España, donde la democracia es violada a diario, donde los corruptos suelen disfrutar de impunidad y donde los partidos políticos se asemejan a mafias intocables, el porcentaje de psicópatas al mando sea superior a ese ya terrible 80 por ciento norteamericano.
Lo mejor es transcribir algunos párrafos del artículo para entender su alcance y argumentos:
"La mayoría de nosotros "gente normal" somos capaces de contener nuestros lados oscuros y logramos que lo "bueno" predomine sobre lo "malo". Luego hay otro grupo de personas que son en general más malas que buenas, aunque todavía no totalmente malas. Esas son las personas de las que hablamos como, "Es un verdadero "sinvergüenza" o es un tipo "sin piedad", pero agregamos que "tiene un lado bueno." Estos tipos todavía se pueden recuperar o por lo menos pueden soportarse".
"Pero luego está el verdadero psicópata; un diablo sin corazón, sin alma, un desvergonzado que sonríe en tu cara, te encantará y te halagará mientras él (o ella) te clava el cuchillo en la espalda. A menudo es carismático, simpático y lleno de energía. Él miente sin esfuerzo. Él se acercará a cualquiera en su órbita que pueda servir para promover sus ambiciones o alimentar su ego con "suministro narcisista". Manipula. Engaña. Chupa la savia de ti y luego, cuando ya no eres de ningún valor para él, te descartará como a un limón estrujado".
"Para lograr sus fines nefastos, el psicópata narcisista jugará cada tarjeta emocional de su arsenal manipulador; alternando entre arrebatos de ira y abuso verbal, con adulación vacía, falsa simpatía por los demás, falsa compasión por sí mismo, falsa sonrisa o risa, llanto falso, humildad falsa, falsa caridad y piedad falsa".
"Cuando estos lunáticos egocéntricos están confinados en empleos y profesiones ordinarias, pueden causar un gran daño a sus empleadores y contactos inmediatos, pero la sociedad en general sigue estando relativamente no afectada. El problema es que los psicópatas, particularmente los semi-inteligentes, instintivamente gravitan hacia posiciones de poder, y luego usan sus arteras "psico habilidades" para avanzar por encima de los buenos".
El articulista se pregunta por qué existe una tan elevada concentración de psicópata en la alta política y responde que por la misma razón que existe una gran concentración de hombres altos en el baloncesto profesional, donde la mayoría miden casi dos metros o mas. y concluye que "la política atrae a los psicópatas como el baloncesto a los hombres altos.
La misma tesis la sostiene el político y psiquiatra David Owen, que fue ministro de Sanidad y de Exteriores británico, según el cual muchos de los que hoy nos gobiernan son peligrosos enfermos mentales. La enfermedad explicaría muchos de lo que al pueblo le resulta inexplicable, incluyendo las mentiras, los fracasos, las medidas contra el ciudadano, la injusticia y la insensibilidad de los políticos ante el dolor y los estragos que causan a la sociedad y a las naciones que gobiernan.
¿Por qué ese comportamiento extraño e insensible de los políticos ante el sufrimiento que ellos mismos provocan o que no saben mitigar? La respuesta es que muchos de los políticos que hoy gobiernan son auténticos enfermos mentales, necesitados urgentemente de tratamiento psiquiátrico intenso. Lo que observamos con sorpresa en muchos políticos son, precisamente, los síntomas más claros del "Síndrome de la Arrogancia", la enfermedad mental que David Owen define y que reclama sea incluida, con un número propio, en el Código Internacional de Enfermedades (CIE).
Tras desempeñar cargos como el de ministro de Sanidad (1974-1976) y el de Asuntos Exteriores (1977-1979) en el Reino Unido, Owen, médico de profesión, se concentró durante siete años en la medicina y en la investigación del cerebro humano. Durante este tiempo, el inglés desarrolló una tesis sobre este "Síndrome de 'Hybris'", para él un desorden de personalidad cuyos síntomas serían el aislamiento, el déficit de atención y la incapacidad para escuchar a cercanos o a expertos. David Owen (In Sickmess and in Power, 2008) explica que el dominio del poder
ocasiona cambios en el estado mental y conduce a una conducta arrogante, por lo que las enfermedades mentales necesitan una redefinición que incluya el Síndrome de la Arrogancia en el elenco mundial de enfermedades mentales.
A algunos políticos, el poder les hace perder la cabeza, los convierte en arrogantes y soberbios y les aleja de la realidad, situándolos en una peligrosa alienación que les hace perder la noción de la realidad. Pero a otros los convierte en verdaderos y peligrosos enfermos mentales, incapacitados, según Owen, para tomar decisiones y gobernar. Cuando acceden al poder se creen dioses o sus enviados en la Tierra, propician el culto a la personalidad y muchas veces se tornan crueles. Algunos creen que esa enfermedad se da únicamente en las tiranías, pero lo cierto es que también se desarrolla en las democracias, afectando a personas que han sido elegidas en las urnas. El síndrome, en los dirigentes que gobiernan las democracias, al no poder comportarse como dictadores crueles, tiene otros rasgos y manifestaciones: se sienten eufóricos, no tienen escrúpulos, no son conscientes de sus errores y fracasos y son capaces de dormir a pierna suelta (como Zapatero) sin que ni siquiera les afecte el rechazo masivo de los ciudadanos o su inmensa y aterradora cosecha de fracasos, dramas y carencias que, para cualquier persona con salud mental, resultarían insoportables. Su alienación es de tal envergadura que cometen un error tras otro, porque la capacidad de análisis no les funciona y sus decisiones y medidas son producto del desequilibrio, la soberbia y la confusión extrema.