El Brexit es una gran oportunidad brindada por el admirable pueblo británico
Nota
El pueblo británico pocas veces se equivoca y casi siempre acierta. Basta escudriñar en la Historia para descubrir que fueron los primeros en decapitar a un rey absoluto, los únicos que no sucumbieron al totalitarismo en Europa y los que mantienen con más rigor la pureza de la democracia, pervertida y prostituida en el continente y en buena parte del planeta. Ahora, cuando los británicos dicen "NO" a la Europa de los políticos y los burócratas, de la que han sido expulsados los ciudadanos y la democracia, lo más prudente es mirarlos con respeto y reflexionar por si son ellos los que tienen razón.
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La salida británica de la Unión es una herida grave al proceso de integración europea, pero también es una providencial llamada de atención ante los errores cometidos por Europa y una oportunidad para rectificar y volver a hacer de la Unión un sueño ilusionante al servicio de los ciudadanos.
Muchos europeos, sin sentido alguno de lo que es democracia, han criticado a Cameron por convocar un referéndum sobre la permanencia o no en Europa de los británicos, como si apelar a los ciudadanos fuera un delito, cuando es la pura esencia de la democracia. Lo que ocurre es que mientras en Europa continental la democracia ha sido castrada y prostituida, sustituyendo el criterio del pueblo por la dictadura de los políticos, en Gran Bretaña esa soberanía del pueblo en democracia todavía, por fortuna, se mantiene viva.
En Europa los políticos mantienen criterios y decisiones en contra de la voluntad popular, una y otra vez. El pueblo, frustrado y resentido, los odia cada día más y se venga en las urnas castigando a los gobiernos y apoyando opciones extremistas y populistas, algunas de ellas antidemocráticas cargadas de peligro. La democracia pierde posiciones y las puertas se entreabren para aventureros y déspotas con argumentos nacionalistas y populistas.
Los europeos no quieren que los partidos políticos sean financiados con el dinero de los impuestos, pero algunos países, entre ellos España, mantienen esa política contra la voluntad popular. Si la sometieran a referendum, como es su deber, el resultado les sería contrario por 9 a 1, como revelan los sondeos previos de opinión. Algo parecido ocurre con el castigo a los corruptos, que el pueblo quiere que sea más duro y los políticos no, con los recortes, que el pueblo detesta, con el tamaño del Estado, con los privilegios de la casta política, con la indecente proliferación de privilegios y de instituciones públicas, con la arbitrariedad en la concesión de ayudas, con la tolerancia a la corrupción, con la inmigración, que los ciudadanos quieren ordenar y frenar, mientras que los políticos la estimulan de manera imprudente y hasta demente.
El divorcio entre políticos y ciudadanos es un hecho y esa es la principal causa de la decepción de las masas ante la deriva política y la degradación de una democracia que, en sus orígenes era el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo, pero que hoy ha sido transformada en el gobierno de las élites, para las élites y por las élites.
Europa le debe muchos a los británicos, aunque no lo reconozca. Fueron los que nos enseñaron el camino de la libertad decapitando a su rey absoluto, los que nos enseñaron a ser demócratas y los que combatieron a los totalitarios en dos guerras mundiales que ganaron. Hoy tal vez nos estén enseñando una verdad que los políticos europeos ocultan: la deriva de la Unión Europea, antidemocrática e injusta, hay que cambiarla porque beneficia más al político y a sus amigos poderosos que al pueblo europeo.
Es lógico que un pueblo servil como el español no entienda esta reflexión o la rechace indignado porque cree que apoya a los críticos y perjudica a sus partidos amigos. Están tan abducidos por la mentira política y la manipulación mediática que no ven que el NO británico puede ser el principio de una revolución pacífica que reconduzca a Europa hacia aquel sueño olvidado de sus fundadores, que quisieron crear un camino de bienestar, justicia, paz y cooperación en beneficio de una ciudadanía que sufrió casi un centenar de millones de muertos en dos guerras preparadas y declaradas por políticos canallas.
Ahora Inglaterra está tomando de nuevo el protagonismo de la historia europea, dando el plante a la socialdemocracia imperante, a los políticos arrogantes y ávidos de poder y privilegios y a los burócratas sin alma que manejan Europa como un cortijo propio, permitiendo agresiones y dejaustes como la desigualdad insultante que reina en la Unión y la llegada agresiva de inmigrantes sin respeto a los ciudadanos, a su cultura y al orden instituido. Han tardado en hacerlo, pero lo ha hecho y con ello señalan el camino a las naciones y pueblos que deseen recuperar su identidad, su libertad y sus derechos en peligro.
Francisco Rubiales
Muchos europeos, sin sentido alguno de lo que es democracia, han criticado a Cameron por convocar un referéndum sobre la permanencia o no en Europa de los británicos, como si apelar a los ciudadanos fuera un delito, cuando es la pura esencia de la democracia. Lo que ocurre es que mientras en Europa continental la democracia ha sido castrada y prostituida, sustituyendo el criterio del pueblo por la dictadura de los políticos, en Gran Bretaña esa soberanía del pueblo en democracia todavía, por fortuna, se mantiene viva.
En Europa los políticos mantienen criterios y decisiones en contra de la voluntad popular, una y otra vez. El pueblo, frustrado y resentido, los odia cada día más y se venga en las urnas castigando a los gobiernos y apoyando opciones extremistas y populistas, algunas de ellas antidemocráticas cargadas de peligro. La democracia pierde posiciones y las puertas se entreabren para aventureros y déspotas con argumentos nacionalistas y populistas.
Los europeos no quieren que los partidos políticos sean financiados con el dinero de los impuestos, pero algunos países, entre ellos España, mantienen esa política contra la voluntad popular. Si la sometieran a referendum, como es su deber, el resultado les sería contrario por 9 a 1, como revelan los sondeos previos de opinión. Algo parecido ocurre con el castigo a los corruptos, que el pueblo quiere que sea más duro y los políticos no, con los recortes, que el pueblo detesta, con el tamaño del Estado, con los privilegios de la casta política, con la indecente proliferación de privilegios y de instituciones públicas, con la arbitrariedad en la concesión de ayudas, con la tolerancia a la corrupción, con la inmigración, que los ciudadanos quieren ordenar y frenar, mientras que los políticos la estimulan de manera imprudente y hasta demente.
El divorcio entre políticos y ciudadanos es un hecho y esa es la principal causa de la decepción de las masas ante la deriva política y la degradación de una democracia que, en sus orígenes era el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo, pero que hoy ha sido transformada en el gobierno de las élites, para las élites y por las élites.
Europa le debe muchos a los británicos, aunque no lo reconozca. Fueron los que nos enseñaron el camino de la libertad decapitando a su rey absoluto, los que nos enseñaron a ser demócratas y los que combatieron a los totalitarios en dos guerras mundiales que ganaron. Hoy tal vez nos estén enseñando una verdad que los políticos europeos ocultan: la deriva de la Unión Europea, antidemocrática e injusta, hay que cambiarla porque beneficia más al político y a sus amigos poderosos que al pueblo europeo.
Es lógico que un pueblo servil como el español no entienda esta reflexión o la rechace indignado porque cree que apoya a los críticos y perjudica a sus partidos amigos. Están tan abducidos por la mentira política y la manipulación mediática que no ven que el NO británico puede ser el principio de una revolución pacífica que reconduzca a Europa hacia aquel sueño olvidado de sus fundadores, que quisieron crear un camino de bienestar, justicia, paz y cooperación en beneficio de una ciudadanía que sufrió casi un centenar de millones de muertos en dos guerras preparadas y declaradas por políticos canallas.
Ahora Inglaterra está tomando de nuevo el protagonismo de la historia europea, dando el plante a la socialdemocracia imperante, a los políticos arrogantes y ávidos de poder y privilegios y a los burócratas sin alma que manejan Europa como un cortijo propio, permitiendo agresiones y dejaustes como la desigualdad insultante que reina en la Unión y la llegada agresiva de inmigrantes sin respeto a los ciudadanos, a su cultura y al orden instituido. Han tardado en hacerlo, pero lo ha hecho y con ello señalan el camino a las naciones y pueblos que deseen recuperar su identidad, su libertad y sus derechos en peligro.
Francisco Rubiales
Fuente:
Saludos
Rodrigo González Fernández
Diplomado en "Responsabilidad Social Empresarial" de la ONU
Diplomado en "Gestión del Conocimiento" de la ONU
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Santiago- Chile
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