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jueves, diciembre 09, 2010

COLECCIONISMO

El libro más caro

8,7 millones de euros. 'Aves de América' ha vuelto a batir el precio más alto pagado en una subasta por un volumen impreso

El libro más caro

09.12.10 - 02:04 -
Aves de América' nunca fue un libro corriente. Para empezar, está su tamaño, lo más opuesto a un volumen de bolsillo que cabe imaginar: se imprimió en lo que el sistema imperial anglosajón llama 'double elephant', unas aparatosas hojas de un metro por 65 centímetros. Esa vasta superficie, que en otras obras podría parecer una desmesura, resulta imprescindible para dar cabida a su contenido, igualmente extraordinario: 435 maravillosas ilustraciones a tamaño real en las que aparecen 1.065 pájaros del nuevo continente, con la misma fuerza que cuando se pintaron hace dos siglos. Y, finalmente, hay un tercer rasgo distintivo, que es el que ha vuelto a poner de actualidad esta codiciada pieza del coleccionismo bibliográfico. Se trata, claro, del precio: 'Aves de América' tampoco fue nunca un libro barato, ya que su edición original, publicada en cuatro volúmenes entre 1827 y 1838, costaba mil prohibitivos dólares de la época, pero en los últimos años su cotización se ha disparado. Sotheby's acaba de vender un ejemplar por 7,3 millones de libras (8,7 millones de euros), con lo que ha batido el récord de mayor precio alcanzado en una subasta por un libro impreso. Se lo ha quitado a sí mismo, ya que hace una década se pagaron 5,7 millones de libras por otra copia.
Los responsables de Sotheby's llevaban meses calentando el ambiente de cara a la subasta del martes, un acontecimiento para bibliófilos con mucho dinero: se vendían 91 lotes de la colección del segundo barón de Hesketh, fallecido en 1955, entre los que figuraban el ejemplar de 'Aves de América' y un Primer Folio de Shakespeare que se remató finalmente por 1,8 millones de euros. El barón, un especialista empeñado en hacerse con lo mejor de lo mejor, compró el libro ornitológico en 1951, también en una subasta, y pagó por él 7.000 libras, que ahora parecen una verdadera ganga. En todo el mundo sólo están localizados 119 ejemplares, de los que 108 pertenecen a museos, bibliotecas o universidades -otro es propiedad de la reina de Inglaterra, que lo guarda en el castillo de Windsor-, así que la posibilidad de hacerse con uno movilizó a la élite del coleccionismo. El comprador fue un mero intermediario que, supuestamente, recibía órdenes por teléfono, aunque el periodista del 'Evening Standard' presente en Sotheby's se muestra convencido de que su actuación fue simple «teatro de sala de subastas», ya que llegó acompañado por un misterioso estadounidense que sonreía de oreja a oreja cuando se cerró la venta. «No sé nada acerca de nada», se escabulló el americano cuando le preguntaron.
Las imágenes de 'Aves de América' se caracterizan por su viveza: frente a la aparatosa rigidez que caracterizaba los dibujos de otros naturalistas de la época, da la impresión de que estos animales, sorprendidos en plena actividad, pueden echar a volar en cualquier momento. Ese rasgo resulta particularmente curioso si se tiene en cuenta que el autor, el muy peculiar John James Audubon, retrataba pájaros muertos. O, mejor dicho, pájaros que acababa de matar: aunque su apellido ha quedado como símbolo del amor por la naturaleza, e incluso da nombre a una de las organizaciones conservacionistas más antiguas del mundo, él era un ávido cazador que después disponía los especímenes con alambres para usarlos como modelo para sus obras.
Grasa de oso en el pelo
Sin sólida formación artística ni científica, Audubon no parecía el candidato más probable para firmar una obra maestra de tal calibre: nacido en Santo Domingo (la actual Haití), hijo de un capitán francés y una criada, se crió en Nantes y fue enviado a Estados Unidos a los dieciocho años, para evitar el reclutamiento de Napoleón. Allí se dedicó a cuidar una finca que su padre tenía en Pensilvania, un empleo que le dejaba todo el tiempo del mundo para cazar, pescar, asistir a bailes y patinar sobre hielo, actividades en las que destacaba.
A los 35 años, ya casado, decidió emprender la tarea de pintar todas las aves de Norteamérica. Mientras su esposa cuidaba a los hijos e incluso trabajaba de maestra para sostener el hogar, él viajó por el continente, consagrado a su ambiciosa empresa. Cuando llegó el momento de imprimirla, las sociedades científicas estadounidenses le dieron la espalda, así que se trasladó a Inglaterra, donde cultivó su imagen de aventurero llegado de la última frontera, con ropa de ante y la melena engrasada con sebo de oso. Como un viajante, con sus láminas bajo el brazo, logró editar su obra gracias a la suscripción de doscientos particulares, dispuestos a comprometer el pago por adelantado para obtener uno de los libros. El número once fue un prestigioso paleobotánico, Henry Witham, que se convertiría en el primer propietario del ejemplar subastado el martes en Sotheby's.

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Rodrigo González Fernández
Diplomado en "Responsabilidad Social Empresarial" de la ONU
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