Terremoto, fútbol, Bicentenario, mineros: explosión del nacionalismo en Chile
Terremoto, Mundial de Fútbol, Bicentenario, mineros. Caminando por una calle de Santiago me paro en el semáforo y veo a un hombre de avanzada edad, con dificultades para caminar y arrastrando un carrito con ruedas.
En el carrito tenía pegada una fotografía sacada de un periódico con la cara del director técnico de la selección nacional de Chile, Marcelo Bielsa.
Y una banderita chilena colgando. El país había quedado fuera del Mundial, pero no importaba. Esta vez habíamos jugado mejor que otros años y el hombre estaba contento. Orgulloso de ser chileno.
Esa imagen me hizo recordar otra bandera: la bandera del terremoto, aquella que quedó inmortalizada en una foto donde aparece un hombre parado sobre los escombros levantando una bandera chilena, que se transformó en el símbolo de la fuerza del pueblo para ponerse de pie ante la adversidad.
La misma bandera que se llevaron a Sudáfrica para alentar a la selección. La misma que llegó a la mina San José para darles fuerza a los 33 mineros sepultados vivos.
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Del terremoto a los mineros
¿Cómo están? Bien, todos bien, no te preocu... y se interrumpió la comunicación telefónica con mis familiares.
Al menos alcancé a cruzar dos palabras con ellos antes de que las líneas se cortaran. Después vino el maremoto y el caos y las líneas seguían caídas.
El terremoto y maremoto del 27 de febrero no sólo dejó más de 700 muertos y cientos de familias que aún viven en condiciones miserables.
Dejó también dividendos a los políticos, a las empresas que astutamente posicionaron su marca y al circo televisivo que durante varios meses cambió las modelos con silicona por las víctimas de la tragedia.
Pero como todo aburre después de un tiempo, el show terminó. Aunque pocó después comenzó el mundial y el ímpetu nacionalista inundó las calles, ya no con el "Chile ayuda a Chile", sino con la arenga patriótica de "vaamos, vaamos chileenos... que esta nooche, tenemos que ganar".
Y el ahora célebre "chi-chi-chi, le-le-le, viva Chile" me despertó una tarde de domingo a través de la ventana. A esas alturas el mundial de fútbol había terminado hace mucho y dentro de los límites de mi ignorancia, no había ningún partido de "la roja".
Fue en ese momento cuando escuché la noticia. No podía creer lo que estaba ocurriendo. Después de 17 días de infructuosa búsqueda y cuando casi todos los daban por muertos, apareció el trozo de papel escrito con tinta roja que decía "estamos bien en el refugio los 33".
La población salió a las calles con banderas a gritar el "viva Chile", y en pocas horas la Plaza Italia, el lugar donde se reúnen mis compatriotas para celebrar o protestar, estaba llena de personas que no paraban de abrazarse y cantar y llorar.
"Viva Chile mierda"
En la superficie de la mina el presidente Piñera gritaba frente a las cámaras "Viva Chile mierda" y en el fondo del yacimiento, cuando por fin los mineros lograron enviar el primer video, aparecieron cantando la canción nacional.
"Puro Chile es tu cielo azulado...".
De ahí en adelante el fervor nacionalista estalló como una bomba. Y comenzó el más increíble reality show que ningún creativo de la TV podría haber imaginado ni en sus mejores fantasías.
Las autoridades se transformaron esta vez en estrellas de cine, las empresas aprovecharon para regalarle a los mineros desde cepillos de diente hasta iPods y los noticieros comenzaron sus épicas transmisiones ininterrumpidas.
En lo que a esta chilena respecta, me fui corriendo a conseguir un computador para escribir la historia y mandarla a la BBC.
Aunque me permito decir que cuando salí del aeropuerto de Santiago unas semanas después, la palabra Chile resonaba en mi cabeza como una pesadilla. Y no precisamente por las copas de la noche anterior.
Aunque ahora en Londres la he escuchado en las últimas horas tanto como en las calles de Santiago.
"El matadero"
Aquí la noticia ha sido descrita como "uno de los rescates más espectaculares de la historia".
El éxito de la operación fue recibido con alegría. Y mucha. Pero al mismo tiempo comenzaron a caerme preguntas como... bien, los salvaron, pero ¿en qué condiciones trabajaban? ¿Cómo es posible que en Chile, un país próspero, los mineros queden sepultados?
En ese momento no sirve la explicación de que el país tiene la mejor tasa de accidentes mineros de toda la Región.
Porque eso no excluye de responsabilidad a quienes autorizaron la reapertura de la mina San José pese a que no cumplía con las condiciones de seguridad.
Ni a los dueños del yacimiento que ofrecían un poco más de dinero que en otras minas porque se sabía que era más peligrosa.
Ni a los fiscalizadores que, por su escasez o negligencia, no dijeron nada.
No es casual que algunos de los 33 se refirieran a la mina como "el matadero" mucho antes del derrumbe.
Y tampoco es una coincidencia que algunos de los hombres decidieron trabajar en la mina San José para ahorrar unos meses, rogar porque no pasara nada, e instalarse con algún pequeño negocio en Copiapó.
Ahora todos conocemos hasta lo más íntimo de sus vidas. Cada una de las cartas y los videos que se mandaban con sus familias, las peleas por la aparición de amantes, el nacimiento de Esperanza.
Pero si los 33 hubieran muerto aplastados por toneladas de roca, probablemente a estas alturas, ya nadie los recordaría.
Salvo sus familias.
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Saludos
Rodrigo González Fernández
Diplomado en "Responsabilidad Social Empresarial" de la ONU
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