En su columna de ayer en Financial Times, Martin Wolff señala que el terremoto financiero iniciado hace tres años ha marcado el comienzo del fin de la hegemonía occidental. Y pese a que el colapso del sistema se detuvo por la masiva intervención monetaria y fiscal de fines de 2008 y principios de 2009, la crisis aún está lejos de terminar.
El terremoto financiero ha dañado fuertemente a las economías occidentales, dejando en pie solo a las economías emergentes, principalmente las asiáticas (China, India y Rusia), y tal vez Brasil, dentro de las emergentes latinoamericanas. Pero la fuerza del temblor barrió con el prestigio occidental, y con la dominación económica y espiritual del mundo que encabezó occidente durante los últimos 200 años. La hegemonía occidental ha llegado a su fin y, como muestran los gráficos, las economías avanzadas han dado inicio a su proceso de declinación, mientras las economías emergentes comienzan un leve pero incierto ascenso.
En su artículo, Martin Wolff reseña el reciente libro del economista indio de la Universidad de Chicago, Raghuram Rajan Fault Lines: How Hidden Fractures still Threaten the World Economy (Lineas de Fractura: Cómo estas fracturas ocultas siguen amenazando la economía mundial). En su trabajo, Rajan pone el énfasis en demostrar que fueron las enormes brechas en la desigualdad generadas por el modelo económico vigente desde fines de los años 70, las que hacen de esta crisis un fenómeno distinto, que amenaza con producir fuertes tensiones sociales y desestabilizar a todo el sistema.
A modo de ejemplo, Raghu Rajan señala que por cada dólar de aumento del ingreso real generado entre 1976 y 2007, 58 centavos fueron a engrosar el centil más rico de la población, mientras los otros 42 centavos de dólar quedaban para distribuirse de manera siempre desigual, entre el 99% restante de la población. Para Raghu Rajan, la desigualdad extrema que se vive en el mundo ha sido el principal alimento de la crisis.
Como señala Raghuram Rajan, "las fallas al sector financiero incluyeron incentivos distorsionados a la arrogancia y a la codicia, amparados por el crédito fácil y el comportamiento de los gobiernos que cayeron en la trampa de aceptar que los riesgos eran atractivos". Esa era del crédito fácil ya terminó y ahora viene el fuerte golpe de pagar la cuenta. Las consecuencias fiscales de esta crisis la vemos por todos lados: planes de austeridad, disminución en el consumo, tendencias bajistas, deflación, implosión de precios y salarios.
La exacerbación de estas lineas de falla en la economía mundial presentan dos grandes riesgos: por un lado, la fuerte dependencia estructural a las exportaciones de economías como Alemania, China y Japón; y, por otro, el choque aún no resuelto de los sistemas financieros globales. La interacción entre ambas fallas producidas por la globalización, ayudaron a desencadenar la crisis al interior de las economías nacionales y ahora se hace dificil su proceso de reconstrucción.
El problema central que viven las economías avanzadas está en la debilidad de la demanda y lo abultado de su endeudamiento público y privado. Asimismo, el impacto producido por la contracción de los flujos de capital pone en riesgo a las economias emergentes, el único sostén de la economía actual. Esta falla de las economías avanzadas en el plano financiero y productivo, instala el desafío de alcanzar una forma de estabilidad razonable para el mediano plazo.
La tarea, como puede apreciarse, es ardua. Por un lado está la falta de reconocimiento de que las presiones deflacionarias son fuertes, y que la rigidez de las políticas monetaria y fiscal pueden inclinar la balanza hacia un nueva depresión. La otra amenaza está en la incapacidad de garantizar que los cambios estructurales a nivel presupuestario (dada la dependencia externa y la compleja situación interna) permitan una recuperación global sostenida y saludable.
Las economías avanzadas ya no son lo que eran y si alguna vez fueron la fuente del gran crédito financiero, ya esta fuente se ha secado producto del derroche masivo de las últimas tres décadas. Para reorganizar la economía global se requerirá mucho esfuerzo, y también grandes acuerdos entre las economías avanzadas y en desarrollo, de tal manera de superar este enorme escollo y no seguir sufriendo nuevos terremotos en el futuro.
Más información | Financial Times, Project Syndicate
En El Blog Salmón | El tsunami de tinta roja y la deuda "indevolvible", El fin de la hegemonía estadoundense
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