La verdadera pandemia
A pesar de la profunda crisis que nos azota, todavía hay economistas ociosos que en lugar de estar sugiriendo posibles salidas y soluciones, se entretienen calculando el coste que la reciente y supuesta pandemia, de la ahora llamada gripe A, puede tener para la economía.
Dejando al margen las trágicas muertes en nuestro país hermano México, resulta un poco extraño darle el calificativo de pandemia y crear una alerta como la que se ha establecido para una enfermedad que sólo provoca débiles síntomas y se frena con un simple antiviral.
Lo que quiero decir es que la pandemia más mortífera que realmente asola nuestro planeta es el Hambre en el Mundo.
Mientras los mal llamados países ricos buscamos soluciones a la obesidad, en los también mal llamados países del tercer mundo, la gente muere por no tener qué comer.
Esto aparte de una pandemia de verdad, es un genocidio consentido y tolerado por todos nosotros, en mayor o menor medida y el coste económico de esta inmoralidad sí que es digno de análisis.
El más influyente y controvertido Secretario de Estado que han tenido los EE.UU., Henry Kissinger, dijo allá por los años 70, una de esas frases lapidarias que quedan para la Historia: "Controla el petróleo y controlarás a los países. Controla los alimentos y controlarás a la gente".
Desde entonces, la política exterior norteamericana ha estado tomando buena nota de esta sentencia y en numerosos documentos desclasificados, se alude al hambre como una forma de control demográfico y de natalidad.
Evidentemente los EE.UU. no son los únicos causantes de esta situación, pero sí constituyen el ejemplo más patente por su enorme influencia sobre el resto del mundo.
Un reciente informe de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), revela que la cantidad de seres humanos con hambre continúa aumentando a pesar de bienintencionadas declaraciones en costosos foros y cumbres de alta seguridad, siendo África el continente más maltratado.
Los recursos aplicados por las familias a la alimentación en la Unión Europea son de un 20 % de su renta aproximadamente, mientras que en los países más pobres alcanza el 65 %. Por eso cualquier pequeña alteración en los precios de productos tan básicos como el trigo, arroz o maíz, tienen un impacto tan fuerte sobre sus economías domésticas.
El fuerte crecimiento de la demanda de países emergentes como la India o China, que aspiran lógicamente a comer más y mejor y las nuevas tecnologías de bioenergía (bioetanol, biodiesel, etc), por más que los ecologistas lo nieguen, han tirado de los precios al alza en estos años. Pero hay un componente del precio que todos conocemos y que está siempre presente y es la especulación.
Estamos hartos de ver cómo nuestros agricultores denuncian el precio que reciben por sus frutas y hortalizas en origen y cómo se va inflando hasta llegar a los lineales y estanterías de comercios, supermercados y grandes superficies.
Si esto sucede aquí y es tan fácil hacerlo sin que pase nada, imaginemos lo que hacen las grandes multinacionales de la alimentación con las materias primas que compran a estos países. Se unen y presionan a la baja para comprar lo más barato posible productos como café, té, cacao, soja, etc, que conforman el sustento de millones de agricultores y cooperativas por todo el mundo, pagando por ellos unos precios irrisorios y que nos llegan luego a los consumidores finales a unos precios que nada tienen que ver con el inicial.
Por si acaso esta presión no fuera suficiente, en Chicago hay creado el mercado de futuros más importante del mundo, que viene a ser como una Bolsa donde en lugar de negociar acciones de empresas, se negocia con alimentos. Y como en todo mercado, se fijan unos precios y éstos van a ser usados de forma maliciosa como referencia por las grandes corporaciones de alimentación para imponerlos luego en sus compras a los agricultores.
No estoy criticando la existencia de estos "casinos de alimentos", de hecho en Jaén tenemos el Mercado de Futuros del Aceite de Oliva, que funciona muy bien y valoro positivamente. Lo que digo es que la especulación, presente siempre en el juego de la oferta y la demanda, no puede ser quién marque el ritmo en el precio de los alimentos, porque estamos hablando de productos básicos, necesarios para la vida y del trabajo de millones de personas que viven de lo que da la tierra.
Existe un claro consenso y convencimiento de que en nuestro Planeta se generan alimentos suficientes para todos. El problema reside en su distribución y en los oscuros intereses por manipular un precio más o menos alto.
La muerte por inanición es siempre terrible, pero más aún en el caso de los niños. Todos tenemos en nuestra mente dramáticas imágenes de criaturas esqueléticas y vientres hinchados, agonizando en brazos de sus madres. Se estima que nace un genio superdotado por cada 33.000 nacimientos. Quién sabe si alguno de estos pequeños que estamos perdiendo, con una adecuada alimentación y educación, podría ser en el futuro un brillante y prestigioso científico que dé con alguna vacuna o fórmula que acabe con enfermedades que todavía no tienen cura y de paso con algunas tan "peligrosísimas" como la gripe A.... o mejor aún, que acabe con la estupidez humana y con esta hipocresía e indecencia que condena al hambre y a la muerte a millones de seres humanos, constituyendo un genocidio por el que rendiremos cuentas en su momento.
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Saludos
Rodrigo González Fernández
Diplomado en "Responsabilidad Social Empresarial" de la ONU
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Hey todo eso que dice en el articulo, es la mera verdad.. creo que el hambre en el mundo es por causa de nosotros mismo que no haces nada! y de remate somos unos codiciosos!!
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