OBAMA
Por Juan Pablo Cárdenas
Publicado el 04 Sep 2008
Pase lo que pase en las próximas elecciones presidenciales estadounidenses, quienes observamos la decadencia de la política a nivel mundial estamos impresionados ante la capacidad que demostró Barack Obama para alcanzar la nominación demócrata para competir en las elecciones del próximo 4 de noviembre. De la forma que un candidato de raza negra logró vencer todas las predicciones, imponerse a las cúpulas de su Partido y lograr unir a millones de seguidores en la esperanza de "un cambio en la forma de hacer política" y alterar las malas costumbres del "más grande y más peligroso país de la Tierra". Apenas han pasado 50 o 60 años en que los negros eran terriblemente segregados en los Estados Unidos; de allí, entonces, las lágrimas que brotaron en los asistentes de la Convención Demócrata al momento de su contundente y, a la vez, sencillo discurso en que acepta la proclamación y el desafío de convertirse en presidente de la República.
Sabemos que Obama no sólo va a competir con el rival republicano y el apoyo que a éste le brindará el actual Presidente Bush, obsesionado con regir los destinos de toda la humanidad, para lo cual ha mentido descaradamente al mundo, impulsado guerras criminales e impuesto en la vida de los norteamericanos el derecho a husmear su vida privada, detener arbitrariamente a los ciudadanos y organizar siniestros campos de concentración y tortura. Junto con sembrar la cizaña, además, entre las naciones de todos los continentes, desobedecer el derecho internacional y hacer caso omiso de las advertencias que la comunidad científica y la propia naturaleza nos hacen respecto de fenómenos como el calentamiento global, la extinción de miles de especies animales y vegetales o el envenenamiento de nuestros manantiales de vida.
Gracias a los medios de comunicación, en la carrera de Obama por ganar las primarias demócratas pudimos observar que las ideas, los programas de acción y los sueños vuelven a asomarse en la política, cuando ya creíamos que el poder de los intereses creados, el pragmatismo de los dirigentes y la apatía de los electores nublaban completamente el presente y el porvenir. No sólo de los que habitan en nuestro patio delantero, sino de todos los países que se han convertido en adictos del neoliberalismo económico y social y, poco a poco, de ese rancio conservadurismo que quieren imponerle al mundo, como un verdadero opio, las fuerzas hegemónicas del Planeta.
Por ahora, es incierto que Obama llegue a la Casa Blanca y, mucho más todavía, que le permitan enfilar a la economía norteamericana hacia la equidad social (en un país en que se ha elevado el número de pobres), retirar las tropas de Irak y dejar de poblar al mundo con bases militares. Empinar a su país como una potencia líder y no como un feroz enemigo. Sabemos que ya le han declarado la muerte, como antes a Martin Luther King, John y Robert Kennedy, cuyos idearios fueron mencionados una y otra vez por Obama al recorrer el país y ganar aliados para una causa que "no quiere más de lo mismo", y que exige que esa mitad de la población estadounidense (que no vota ni cree en los políticos) haga un supremo esfuerzo de confianza en él. En la oportunidad de un afroamericano de torcer el rumbo que conduce a Estados Unidos y al mundo al despeñadero.
Qué lección de política es lo que hemos apreciado en estos días, frente a nuestra política onanista y agotada en los candidatos perpetuos. En un monarca que no quiere primarias para ganarse el derecho de postular a la Moneda, un multimillonario que busca comprar su nominación y en un conjunto de líderes cupulares aferrados al poder que administran los dueños de nuestro territorio sometido a las oligarquías de antaño, como al capital foráneo que nos ha vuelto a someter gracias a la Dictadura y cada uno de los gobiernos que heredaron su Constitución y sus vicios. Un país que después de cinco siglos sigue reprimiendo a sus pueblos ancestrales, mientras que allá, en el Norte, un emigrante negro podría ceñirse la banda presidencial. Una política que no demuestra siquiera capacidad para administrar la locomoción pública, y en la que el único horizonte de sus partidos es ganar en las encuestas y acceder a las alcancías fiscales.
En una democracia, cuyas elecciones las ganan, ahora, los que se abstienen o anulan su voto.
CONSULTEN, OPINEN , ESCRIBAN LIBREMENTE
Saludos
Rodrigo González Fernández
Diplomado en RSE de la ONU
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