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jueves, abril 24, 2008

los cien intelectuales

¿HAY INTELECTUALES DE RRENOMBRE MUNDIAL EN CHILE?
Por Antonio de la Fuente

CAMINO DE SANTIAGO

La lista de los cien intelectuales

¿Hasta dónde debería correr la lista para que asomara el primer intelectual chileno? Otra pregunta, probablemente cruel: ¿cómo llenar los cien casilleros de la lista nacional?


La prensa usa y abusa de las listas y los números redondos. Son un recurso rápido y eficaz para atraer la mirada y retener la atención. ¿Pero, quién no abusa de las listas y las cifras? La edición en línea de la revista norteamericana Foreign Policy establece el listado de los cien intelectuales más influyentes del mundo. Una elección discutible, por cierto, basada en dos criterios simples: los elegidos destacan en sus respectivos campos (la ciencia, la política, el arte y el periodismo) e influyen desde ellos en el debate público, llevando esa influencia a menudo más allá de las fronteras de sus propios países. La lista está abierta a la apreciación de los lectores, que pueden votar por sus cinco intelectuales favoritos. La próxima edición de la revista publicará la lista de los 20 intelectuales influyentes elegidos por el público.

Sin sorpresa, 36 de los cien intelectuales propuestos son norteamericanos y 30 son europeos. Sin sorpresa tampoco, algunos de los seleccionados son colaboradores habituales de la publicación y uno de ellos, Samuel Huntington, célebre por su libro "El choque de civilizaciones", es uno de sus fundadores. Con todo, el inventario pretende ser mundial, por lo que aparecen varios intelectuales chinos e hindúes de los que poco o nada sabíamos hasta hace unas horas, todo hay que decirlo. Hay apenas cuatro africanos y cuatro iberoamericanos. Estos últimos son Mario Vargas Llosa, Fernando Henrique Cardoso, ex Presidente de Brasil, y dos periodistas mexicanos, Alma Guillermoprieto y Enrique Krause, director de la revista Letras Libres. De los cuatro, sólo Krause vive en Iberoamérica.

Abundan en la lista cientistas políticos, economistas y científicos. Y escasean los artistas y, probablemente, los profetas. Parafraseando a Borges, podría decirse que si la lista de Foreign Policy hubiese sido publicada en la época de Cristo, éste no aparecería en ella. Figura en buena posición, en cambio, Benedicto XVI. Bien o mal acompañado, eso sí, por Richard Dawkins, autor de "El espejismo de Dios" y faro del ateísmo contemporáneo.

Entre los más cercanos a nuestros referentes culturales aparecen Fernando Savater, Umberto Eco, Noam Chomsky, James Lovelock, Jürgen Habermas. Figuran, también, dos Premio Nobel de literatura recientes, el sudafricano J. M. Coetzee y el turco Orhan Pamuk. Hay algunos políticos de fuste, como Al Gore, y un militar, el comandante de las fuerzas norteamericanas en Irak, David Pretaeus. Casi todos son liberales progresistas ideológicamente, descontando a Chomsky, quien se define como socialista libertario y al citado general Petraeus, que será más o menos lo contrario.

En lo que toca a Chile, cabe preguntarse hasta dónde tendría que correr la lista para que asomara el primer intelectual chileno. Y cuál sería éste. Cabría también hacerse otra pregunta, probablemente cruel: cómo llenar los cien casilleros de la lista nacional. La elección es ideológica, por cierto, pero es posible que hubiese acuerdo en cuanto a los primeros lugares: Humberto Maturana, Ariel Dorfman, Jorge Edwards, Nicanor Parra. A continuación, el asunto se pondría más serio o más jocoso, con carcajadas aseguradas a la lectura de algunos de los nombres propuestos.

Rafael Otano, que ha escrito un par de excelentes libros sobre la transición chilena ("Crónica de la transición" y "Nueva crónica de la transición"), afirma que el semidesarrollo chileno se vive a diario "en el autoritarismo que caracteriza las relaciones en las empresas, los malos indicadores en educación, la segregación social en todas sus formas, la desigualdad no sólo económica, sino social y hasta jurídica, la inexistencia de una élite lectora, que fortalezca la discusión intelectual".

La inexistencia de una élite lectora y la debilidad de la discusión intelectual, elegante manera de apuntar al deterioro mental de la dirigencia empresarial y política, aturdida por la excesiva exposición a una televisión para subnormales.

Consulten, opinen y escriban
Saludos
Rodrigo González Fernández
DIPLOMADO EN RSE DE LA ONU
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